Un PSOE hipnotizado
Se cuenta que, cuando Luis XVI quiso solicitar un nuevo préstamo millonario a cargo de la deuda francesa, el duque de Orleans le advirtió de que era ilegal, a lo que el rey contestó aquello de «es legal porque yo lo quiero». Entre aquel absolutismo que se gastaba su majestad antes de ser guillotinado y el autocratismo de Sánchez la gran diferencia es la necesidad de un relato; ahora, los autócratas han de vestir el santo.
Y a eso se dedica Sánchez desde que le dijeron que no quedaba bien lo de chulear con cosas como «¿De quién depende la fiscalía?, pues eso». Si seguía así, la remolona Europa se podía poner tontorrona y empezar a preguntar. Mejor que no se noten las verdaderas intenciones. No hace falta ser muy demócrata, pero sí parecerlo; y eso, con un relato buenista, algo de teatrillo, y unas cuantas patrañas mil veces repetidas, a correr. Primero el legislativo, luego el Judicial y la Corona en cola. Golpe de Estado marchando.
Cuanto más autócrata, más mentiras y cambios de opinión. Cuanto más tirano, más engaño. Un día vista a una bibliotecaria en Fuenlabrada y otro juega a la petanca con jubilados de Coslada o se autoinvita a tomar café con unos jóvenes perceptores del SMI en Parla. Falsas performances con figurantes socialistas, o intentos de aprovechar cualquier noticia o anécdota contra el rival, como con las navajas de la ministra o el bulo del culo.
Y de los creadores de todo aquello, nos llega ahora el reencuentro con el prófugo y la amnistía para la convivencia. Pero no nos dice, como diría Luis XVI, que es legal porque él lo vale, sino que, al más puro estilo goebbelsniano, repite una y mil veces que es legal. Y con esa mentira por aquí y un poco de épica antifascista por allá, algunos tragan lo que sea con tal de que no gobiernen los otros. España (o lo que quede) será sanchista o no será. Han quedado hipnotizados.
Mira aquí -les ordenó a sus conmilitones- concentraros. Y mientras fija su atención moviendo un colgante con el puño y la rosa, les susurra: ‘repite conmigo: la separación de poderes no importa, la igualdad tampoco, el tren a Extremadura que espere, la amnistía es constitucional’. El péndulo rojo sigue su balanceo y Sanchez continúa: ‘el relator es bueno, derecha mala, España es plurinacional, jueces fachas, la alternancia no es democrática, la invasión de poderes y la desigualdad sí’. Terminada la hipnosis y renovadas sus viejas opiniones, tras escuchar el ‘¡Despierta!’, sus fieles seguidores salen de Ferraz con determinación a votarle y a combatir a la ultraderecha. Sánchez ya es presidente y Puigdemont entona el Ja sóc aquí.
Esta hipnosis colectiva, claro está, no se ha conseguido en un día, la lógica progresista-bueno frente a conservador-malo lleva incrustándose en nuestras mentes por políticos, docentes, medios de comunicación y resto de la intelligentsia socialista desde mayo del 68.
Ya en Wikipedia o, mejor dicho, Wokepedia, cambiaron la entrada progresismo de sus primeras versiones para eliminar referencias al objetivo marxista y vincular el concepto con el bienestar, la equidad, la participación y otras ideas generalmente aceptadas. Pero el mejor ejemplo del mantra progre nos lo da el diccionario de sinónimos de El País, donde conservador es «tradicionalista, retrogrado, reaccionario, derechista, carca [col.], de derechas», y sus antónimos, cómo no, son «progresista, renovador».
Pero ni cuela ese mantra ni cuelan las ficciones made in Moncloa, sus patrañas de circo y variedades, sus traiciones vestidas de cambios de opinión. Podrá haber hipnotizado a unos cuantos, pero la gran mayoría sigue despierta y consciente y, por eso, no cuelan ni colarán sus mentiras mil veces repetidas, sus farsas de todo a 100 para palmeros entregados, ni sus paparruchas argumentales. No cuelan. Todo él es una mentira. Y esta ley, sus motivos y sus prometidos efectos también.
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