Opinión

El PSOE y el FRAP del padre de Iglesias

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

En enero de 1971 se reunieron en París, en un “quartier” nada humilde, los seis o siete fundadores del FRAP, Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico. ¿Quién les prestó el domicilio? Pues nada menos que el dramaturgo norteamericano Arthur Miller, marido que fue de la bella y tormentosa Marilyn Monroe, y soldado “rojo” en la “Brigada Abraham Lincoln” que luchó en la Guerra Civil española. El convocante, amigo de Miller, fue Julio Álvarez del Vayo, y asistieron también un “distinguido militante socialista” (Chivite dixit) y dos militantes iniciales de la banda, Raúl Marco y Elena Oden, de los cuales, constituido el partido terrorista, nunca más se supo. Es probable que a esta reunión fuera también convocado otro de los dirigentes posteriores del FRAP: Manuel Blanco Chivite, periodista ya entonces. Blanco Chivite fue condenado a muerte en el Consejo de Guerra celebrado en El Goloso el día 11 de septiembre de 1975, junto con otros miembros de la banda; tres de ellos, Sánchez Bravo, Baena y García Sanz, fueron fusilados en Hoyo de Manzanares. A los demás los indultó Franco.

Es curioso que la viuda de Sánchez Bravo confesara años más tarde al desaparecido Diario 16 que su marido, ejecutado por ser identificado como uno de los asesinos del guardia civil Pose, «no estaba a favor de acciones concretas porque eran una locura”. No debieron resultar así a los dirigentes que adjudicaron a Baena, estudiante de no demasiadas luces, la labor de matar a diestro y siniestro y sin mirar a quién porque el objetivo determinado y aprobado por los facciosos era literalmente. “desestabilizar la dictadura franquista con todos los medios posibles”. Este fin fue introducido personalmente, según testimonios en los tribunales, por Álvarez del Vayo que, en opinión de Blanco Chivite, era “el más viejo pero el más radical de todos nosotros”. Vayo, abogado y periodista, había sido en la República cómplice de todas las fechorías del “Lenin español”: Francisco Largo Caballero. Él le promovió a embajador en Méjico y a ministro de Estado. Después fue expulsado de su partido, el PSOE, pero regresó a título póstumo en el Congreso que Zapatero convocó en 2009. Su rehabilitación coincidió con la de Amaro del Rosal, el escritor Max Aub y Negrín. Del Congreso, vigésimo octavo en la historia del PSOE, aún recuerdo el enojo de Enrique Mújica, que no se cortaba en denunciar. “Hemos readmitido a un criminal junto con un gran escritor, somos la h…..”.

Los militantes eran pues unos criminales, pero su padre político era Vayo. En la Conferencia del partido: PCE (m-l) que se celebró en enero de 1974 en “algún lugar de Barcelona”, según confesión de Chivite, Vayo promovió una huelga general que se quedó en nada e hizo un alegato feroz contra sus hermanos separados del Partido Comunista de España a los que acusó directamente de ser cómplices de la dictadura franquista por apostar por la “reconciliación nacional”. Allí se proclamó presidente del FRAP pero se largó a su refugio de París mientras a sus socios la Policía española los iba introduciendo, uno a uno, en la cárcel.  Así las cosas, en julio de 1975, treinta y seis miembros de la banda fueron aprehendidos y enviados a la prisión de Carabanchel. En este contingente no estuvo incluido el padre de Pablo Iglesias, Francisco Javier Iglesias Pérez, militante que fue del Partido Comunista Marxista Leninista, por llamarle así el “brazo político” de los terroristas del FRAP. Este individuo sí entró en la cárcel: fue detenido el 26 de abril de 1973 por repartir propaganda del partido criminal en el Metro de Madrid.

Todo el FRAP “vivo” fue amnistiado ya en nuestra democracia. Los asesinos repartieron a los periódicos una fotografía en la que tres de ellos, Chivite, Mayoral y Fernández Toval, aparecían brindando risueños con champán por su liberación. No se acordaron de sus antiguos colegas de fechorías ajusticiados. Después fueron desapareciendo y de sus vidas posteriores poco se sabe. En una ocasión, y cuando se estaba redactando en Diario 16 la “Historia de la Transición”, Manuel Blanco Chivite se hizo presente en aquel periódico.  Este cronista, que había sido compañero de pupitre suyo en periodismo, se cruzó con él sin palabras mutuas. Le recuerdo en clase como un tipo taciturno y seco, sin apenas relaciones con los colegas. En Diario 16, José Luis Gutiérrez, director adjunto y columnista del diario, me contó personalmente que Chivite, a una pregunta suya sobre el conocimiento que tenía el PSOE de las andanzas del FRAP, le confesó: “Ya te he dicho que en la fundación en París estuvo un socialista, un destacado socialista del que no te voy a dar el nombre”. Gutiérrez no tuvo forma de conseguir su identidad. Lo cierto es que los terroristas fueron siempre celebrados por la izquierda radical del país, y más cierto es que, según lo antedicho, el fundador de esta tropa de mafiosos terroristas, Álvarez del Vayo, fue readmitido en el PSOE casi como un héroe, cuando era entonces y, fue siempre, un jefe terrorista.