Opinión

Primarios

Ciudadanos alimenta el acoso al que le vienen sometiendo los medios. Motivos no faltan. A la torpe actuación de algunos actores implicados se han sucedido una serie de errores que han desencadenado, primero, un terremoto informativo y, luego, réplicas y desmentidos, si no escandalosos arrepentimientos que tratan de hacer de la necesidad virtud. El fichaje de Silvia Clemente, la consorte de Patatas Meléndez, ha sido un fiasco. La trashumancia política en Castilla y León ha dejado secuelas. El PP se ha deshecho de una candidata investigada por la Fiscalía por nepotismo y otros pequeños asuntos y, Ciudadanos la ha colado para acreditarse como partido renovador. Inexplicablemente el aparato del partido le prometió un puesto de cabeza de lista a la citada comunidad autónoma.

Esto, ya es pasado perfecto, perfecto para todos los partidos que se oponen al partido Ciudadanos, y no solo ellos, sino también todos los medios de comunicación. Pero los males nunca se presentan por separado y el nerviosismo del partido naranja por tener las listas electorales ha llevado a amañar unas elecciones Primarias que corroboraran la decisión unilateral de la Ejecutiva Nacional para refrendar en las bases lo que ha sido una decisión kafkiana de la dirección, una cuenta de Primarias maquillada donde campea el tráfico de influencias. Si en Ciudadanos no teníamos problemas, sí hemos sabido buscarlos, encontrarlos y dar una solución equivocada para cumplir con el viejo aforismo marxista de Groucho. Son las cosas de la política, del querer y no poder.

Acostumbrados en el partido a no tener opositores, se han encontrado de pronto con un candidato que les ha plantado cara con firmeza, elegancia y apoyos, Francisco Igea. Aspiraba a ser el candidato favorito, al menos, para Luis Garicano, amigo y compañero de la infancia vallisoletana del que de pronto se ha sabido que no estaba conforme con los manejos del aparato. ¿Quién y qué es el aparato? El aparato, como su nombre indica, en este caso, un ordenador en el que se ejecuta un programa informático que permite elegir candidatos a golpe de ratón. Algo muy sofisticado para el común de los mortales que le da a Ciudadanos un marchamo de partido tecnológico y fetén, una pátina de rigor, transparencia e imparcialidad.

Lástima que, por arte de magia potagia, han aparecido unos molestos votos que han volcado la balanza electoral en favor de Clemente en los minutos de descuento del partido y han sido los afiliados que se encontraban en un bar llorando que Francisco Igea había perdido cuando han revisado el VAR electoral y se han percatado de un pequeño incidente, los votos falsos rebosaron por la alcantarilla y el hedor concluyó que las cuentas no cuadraban. Solo la pericia, parsimonia y amenaza de denuncia de Igea ha hecho recular la victoria cantada de Clemente, quién, con toda seguridad, fue dopada durante toda la jornada. Los afiliados no la querían como candidata ni como líder de algo que no representaba, pero el partido estaba claramente amañado.

¿Cómo un sistema informático testado y admirado como el mejor aparato del partido había fallado? Uno de sus valedores, el joven Pablo Yañez, ha regalado su cabeza, pero Ciudadanos se ha echado a temblar y el partido a templar los ánimos ante la amenaza de una demanda judicial. ¿Es realmente el responsable? ¿Es el único? No. Es la cabeza de turco al que se le cargan las culpas por la falta cometida por otros, liberando a éstos de responder por su falta democrática. Es obvio. El vicio está en el Sistema. La mecánica electoral que emplea Ciudadanos hace aguas. La pregunta que se hacen todos los afiliados es si es un sistema fiable, y si ha fallado una vez, cuantas veces más ha fallado en el pasado y cuántas más lo hará en el futuro y, se preguntan además, si se han manipulado todas las votaciones existentes, si, además de en Castilla y León, los “chutes” en momentos clave que describen los gráficos de Cantabria, Murcia y otras regiones publicadas tienen justificación lógica y estadística, si realmente el voto es secreto, o lo que es más grave, si la identidad de los afiliados ha podido ser suplantada para poner y quitar votos allí o allá.

Vergüenza dan aquellos que actúan como coartada de un sistema viciado, el mismo que a cambio los pone en nómina, los adula con ser ungidos o los hace vivir con la amenaza de la cesantía. La sombra de la duda es negra y alargada y su reflejo en los espejos deformantes del callejón del gato ponen en duda la democracia interna del partido Ciudadanos. Para recuperar la fiabilidad del Partido de la regeneración debería hacer caso a su eslogan depurando a los culpables de este inmenso fraude cuanto antes, sea quien sea. Eso, es lo que queremos ver los afiliados y los votantes. Todo el proceso de Primarias está en duda. El partido está en duda. El 28A está a la vuelta de la esquina. Los ciudadanos no son estúpidos. Debemos dar una explicación clara y nítida cuanto antes. Esto no puede quedar debajo de la alfombra porque el hedor será insoportable y la infección acabará con nosotros.

También deberíamos reconocer el gravísimo error informático y comprar unas pocas urnas transparentes para volver al sistema tradicional, al menos de momento, en el que una mesa compuesta por apoderados electorales autentica al votante que deposita su voto dentro de un sobre. Es una manera eficiente para mantener el anonimato del elector, donde existen votos nulos y blancos, donde el aparato no induce, supervisa, recomienda, cambia, transforma, trastoca o modifica el sentir de los afiliados. Después de todo, ¿quién puede saber quién vota y qué vota? Las urnas están inventadas desde hace tiempo y se aceptan casi como un principio inalienable de la democracia. El voto es indelegable y no puede ser suplantado. Si realmente queremos innovar el aparato deberíamos pensar en sistemas distribuidos de seguridad como «la tecnología de bloques» donde nadie puede cambiar nada haciendo uso de sus privilegios de administrador del aparato. Sospechamos que el aparato tiene línea directa con el otro aparato humano. Esto no han sido Primarias, son cargos primarios.