Opinión

«Presoak Kalera», «Amnistía osoak»

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

«Presoak Kalera», «Amnistía osoak». Éstos fueron los desaforados gritos que durante décadas profirieron los delincuentes de la banda terrorista ETA para decorar sus numerosas manifestaciones. Ahora ya no los necesitan utilizar de nuevo. Para el próximo día 13 de enero, Sare, la organización que dentro de Bildu se ocupa de los terroristas que todavía permanecen en la cárcel, ha ingeniado una nueva exigencia: «Llaves para la resolución».

A primera vista parece más bien el titular de un editorial periodístico pero, ¡ca!, el vocablo «llave» se refiere al compromiso que Otegi y sus secuaces, Merche Aizpurúa la mayormente significada, dicen haber suscrito con Pedro Sánchez a cambio de votar a favor de su investidura. «Tú nos das la llave de las prisiones y nosotros a cambio te hacemos presidente». Éste es el intercambio que estos días se está empeñando en recordar un principal animador de la manifestación del 13. Se trata del incombustible Joseba Azkárraga, promotor de Sare y durante muchos años -décadas ya- conmilitón, más que abogado, de los terroristas condenados y encarcelados. Se hizó célebre en su momento con su apoyo al criminal Kubati, José Antonio López Ruiz (apellidos inequívocamente euskaldunes), el preso que fue pionero en la demolición de la política de dispersión promovida por el dúo Enrique Mújica-Antonio Asunción. Kubati apareció un dia, sin previo aviso para nadie, por la cárcel vasca de Nanclares de la Oca, y ése fue sin duda un éxito del mencionado Azkárraga.

Éste fue diputado largo tiempo en Madrid; primero, como representante del PNV; más tarde, como parlamentario de Eusko Alkartasuna, el partido disgregado que fundó Carlos Garaicoechea. Curiosamente, un tío carnal del citado, el general de División del Ejécito del Aire, Luis Azcárraga Pérez-Caballero fue asesinado por la banda el 27 de marzo de 1988 al salir de misa del brazo de su mujer. Su sobrino era a la sazón parlamentario en el Congreso de los Diputados y este cronista puede afirmar que no se dejó llevar por emoción alguna cuando sus colegas de hemiciclo se acercaban a transmitirle sus condolencias. Ninguna.

Azkárraga pronto se cambió la c original de su apellido por la k de un batúa construido apresuradamente. Ahora Azkárraga, como artista fundamental de la manifestación del día 13, se está ocupando, por vía directa o asociada, de informar del lema elegido para esa fecha. «Llaves para la resolución» («Komponbiderako giltzak», ahí queda eso) no se ha elegido gratuitamente, no: la «llave» encierra la clave del pacto suscrito con Sánchez para concederle el apoyo de Bildu para la investidura. Algo así como lo antedicho: «Tú abres a los prisioneros las puertas de las cárceles y nosotros te hacemos presidente».

Los magnates de Bildu, forrados en este momento con las pingües subvenciones y regalías que reciben del Estado Español, ya se han cobrado los primeros dos intereses de Sánchez: uno, la ignominia de Pamplona; dos, la presentación como propia de la última iniciativa social del Gobierno comunista.

Y queda la más sabrosa, la históricamente trascendental: la liberación de todos los criminales que aún quedan en las cárceles. ¿Cuántos son? Pues por los datos intercambiados entre Interior y la Asociación de Víctimas del Terrorismo la cifra es de 176 etarras todavía internos en diferentes cárceles, sobre todo vascas. En el País Vasco 164, en Navarra 11, y una mujer, Natividad Jaúregui, preventivamente en Madrid.

Desde luego, desde el Gobierno de Vitoria son constantes las progresiones a tercer grado concedidas; algunas de ellas, por escandalosas, rebatidas por los tribunales. Pero el gran dato, el más desdichado, es que los principales criminales de ETA de su historia, tipo García Gaztelu, Txapote, o el francés Henry Parot, ya están cerca de sus casas en el País Vasco y Navarra y, por tanto, son susceptibles, según informaciones llegadas al cronista, de ser beneficiados con dádivas penitenciarias de diversa índole.

Por todo esto hay que preguntarse: ¿Se atreverá Sánchez a vaciar la cárceles de terroristas etarras? La respuesta es clara: sí, en el caso de que la medida le resulte imprescindible para conservar La Moncloa. El mundo etarra no es que se lo esté pidiendo, es que se lo está exigiendo en función de los ignotos acuerdos de investidura que ya se están comenzado a conocer. La primera propaganda inicial –votos a cambio de nada– ha resultado ser una descomunal mentira, como tantas surgidas de la factoría fake de Sánchez.

Otegi tiene elecciones probablemente fijadas para el 21 de abril, y precisa que el PNV, su enemigo electoral, sienta el aliento bilduetarra en el cuello, más bien en la ausencia de cuello del todavía presidente del Euskadi Buru Batzar, Andoni Ortuzar. ¡Qué decir del candidato a lazo Pradales Gil,al que ni siquiera conocen en su partido!

La manifestación del 13 pretende acontecer como la más numerosa nunca vista en Bilbao, e incluso en todo el País Vasco. Mayor en número que aquella fabulosa y dolorida que se convocó con ocasión del asesinato del periodista de izquierdas José Luis López de la Calle, ametrallado por ETA el 7 de mayo de 2000. Entonces los asistentes se estremecieron –nos estremecimos– clamando un «¡No nos callarán!» que se oyó hasta en el Desfiladero de Pancorbo; ahora se han cambiado las tornas: los convocados del 13 amenazan con volver a las andadas si, por ejemplo, no salen pronto la calle los ejecutores asesinos de López de la Calle, el trío criminal: García Gaztelu, alias Txapote; Guridi Lasa y Asier Arzalluz. Éstos, entre otros que ni han pedido perdón por la tragedia que causaron a la sociedad española, ni han ayudado a descubrir las autorías de casi trescientos atentados de ETA, ni, por supuesto, han pagado un céntimo de los condenados por los tribunales del país. Nada de nada.

Ahora, Sánchez –lo veremos, como advirtió la madre de Pagazaurtundúa– se dispone a otorgar la última exigencia de ETA, la libertad de los presos («prisioneros», les denomina Otegi), que durante 50 años mataron a 850 inocentes que, con seguridad, serán vejados nada menos que por el propio presidente de la Nación española. ¿Cabe mayor indignidad? ¿Cabe mayor traición? ¿Para qué está el Artículo 102 de La Constitución? Pedro Sánchez, Kampora.