Opinión

La obsesión de los mediocres con Madrid

No hay ni región ni dirigentes públicos más atacados políticamente que los madrileños. Hay tres razones que pueden explicar dichos ataques adicionales a los de la normal crítica política, donde dos de ellas pueden ser comunes a lo que Hayek llamaría “políticos de todos los partidos”. Estas dos razones comunes son la envida por querer hacer las cosas como las hace Madrid, y la animadversión por la incompetencia de no poder lograrlo por no ser capaces de gestionar como Madrid. La tercera razón, exclusiva de la izquierda, es porque no perdonan que los votantes prefieran opciones de centro-derecha para gobernar tanto la capital de España como la región que la alberga, especialmente si al frente de las mismas hay personas con determinación, defensa de valores y firmeza en los principios. Por eso, a nivel nacional, odian a Aznar, y por eso, tanto en sus cometidos nacionales, como regionales, como locales, no podían ver a Esperanza Aguirre.

Del mismo modo, muchos correligionarios de los dos políticos populares citados tampoco los veían con buenos ojos, porque no concebían que Aznar y Aguirre defendiesen sin complejos sus posiciones, en lugar de preocuparse por caer bien a los medios de comunicación más sesgados hacia la izquierda, o que tuviesen el coraje de arriesgarse a ser criticados por aplicar una política económica diferente a la del paternalismo público. Realmente, los envidiaban, porque querían ser como ellos, pero no eran capaces de conseguirlo. Esa envidia e incompetencia, como digo, es extensible a lo que sienten muchos políticos de izquierdas por los mencionados personajes.

Ahora, la obsesión continúa y se ceban con Isabel Díaz Ayuso -desde la izquierda y también algún responsable regional de su mismo partido- por mantener una política de impuestos bajos y de liberalización de la economía, pese a contar con algunos compañeros de viaje que consideran que es mejor ahora conceder subvenciones que bajar impuestos, de manera que el camino no es fácil que digamos. Algunos de éstos se obsesionan con ella porque ha denunciado las trabas que el Gobierno de la nación le ha puesto a Madrid en la gestión de la pandemia. Y todos los que la critican se obsesionan con la presidenta madrileña porque al no imponer tan duras restricciones a la hostelería -que ya son excesivamente duras, para mi gusto, y que deberían relajarse y no caer en las presiones de salud pública, que, por cierto, se equivoca al comprar ciertos mantras de las mareas blancas y decir que la sanidad en Madrid ha estado infrafinanciada, pero eso es tema para otro momento- ven cómo los hoteleros del resto de regiones quieren que se aplique la política que lleva a cabo Madrid.

Por eso, desde el Gobierno de la nación se inventan un inexistente “dumping fiscal”, porque el resto de regiones puede bajar los impuestos tanto como Madrid -y las forales, más-, para tapar la subida tremenda de impuestos que van a ejecutar. Por eso, muchos presidentes autonómicos arremeten contra la gestión de Madrid, porque no soportan que sus ciudadanos vean que en otros lugares las cosas se hacen de otra manera y con mejores resultados.

Ninguno soporta que con una política de menor intervención en la economía, Madrid demuestre que se prospera más, sosteniendo el maltrecho empleo que queda en España tras la hecatombe provocada por las restricciones, mientras gran parte del resto se hunde profundamente por no saber gestionar. Deberían copiar a Madrid e incluso mejorar su gestión -que se puede mejorar, todo siempre es mejorable-, pero no lo hacen, porque la mediocridad, la envidia y la incompetencia los invade. Parece que como en “Madrid, de corte a checa” decía Foxá , tratan de que nuevamente veamos que “Era el símbolo de los mediocres (…) Un mundo gris y rencoroso (…) de los fracasados”. Una pena.