Opinión

La nueva vida de las infantas Elena y Cristina fuera de la Familia Real

Ha pasado suficiente tiempo para hacer un repaso amplio de lo que ha supuesto para las hermanas del Rey Felipe, las Infantas Elena y Cristina junto con sus familias, vivir fuera del núcleo duro de la institución monárquica y pasar a ser parte de la familia del Rey. Tras vivir una época de esplendor de los integrantes de la Corona -16 miembros en total contando a los reyes Juan Carlos y Sofía, sus tres hijos y sus correspondientes cónyuges además de los ocho nietos de unos y otros- con obligaciones institucionales que se traducían en presidir actos oficiales por parte de los adultos, han pasado casi todos ellos a una posición secundaria que nada tiene que ver con los privilegios que tuvieron antes de bajar en el escalafón social y pasar a ser unos parientes que la cúpula actual de la monarquía prefiere verlos alejados de la institución.

Antes de la abdicación de don Juan Carlos, las cosas empezaron ya a desmoronarse: la Infanta Elena y Jaime de Marichalar pasaban por una honda crisis de convivencia que los llevó a una eufemística ruptura temporal de la convivencia y que desembocó dos años más tarde en un divorcio puro y duro de los Duques de Lugo al que tanto se opuso de la Reina Sofía. Pero la bomba que hizo estallar la situación dentro de la Familia Real fue la apertura de un proceso judicial para investigar las actividades empresariales del aún Duque de Palma que se demostraron con el tiempo ilegales y fraudulentas. El largo proceso judicial logró sentar en el banquillo no solo a Iñaki Urdangarín sino también a la Infanta Cristina con el resultado de una sentencia condenatoria de cinco años a él y la absolución penal para ella.

A todos esos hechos se unió el escándalo de la cacería de Bostwana, que llevó a don Juan Carlos a pedir disculpas por su conducta reprobable en un momento clave para la situación económica española, y la trascendencia de la relación extramatrimonial del entonces jefe del Estado con la señora Corina Larsen que escandalizó a gran parte de la opinión pública española.

La única salida era la abdicación del monarca y la proclamación del heredero, el Príncipe de Asturias, como nuevo Rey, Y así se hizo. Pero ese paso adelante en la institución de la Corona fue el punto de inflexión para las Infantas Elena y Cristina que se vieron fuera del círculo protector e integrador que las había rodeado hasta ese momento de sus vidas. Y ahí empezó una nueva etapa de su recorrido vital en el que ellas han tenido que buscarse su propia forma de mantenerse económicamente, aunque no haya faltado la ayuda puntual de sus padres para que sus hijos estudiaran en prestigiosos centros españoles y extranjeros. Pasar de ser el centro del foco mediáticos cuando eran jóvenes o cuando se celebraron sus bodas o nacieron sus hijos a pasar a la irrelevancia excepto cuando han vivido alguna crisis familiar o sentimental, ha sido un camino difícil de transitar para las hermanas del actual monarca.

Tampoco ha sido fácil, sobre todo en el caso de la Infanta Elena, controlar la vida de sus hijos que, aunque siguen siendo nietos del anterior rey y sobrinos del actual, a veces no han mantenido un comportamiento apropiado a quienes son. No es tarea fácil para sus madres, ambas separadas de los padres de sus hijos que son ya adultos, convencerles de que, aunque ahora solo son familiares del rey, la nobleza de su origen les obliga a mantener una rectitud y un comportamiento intachables. En ello se supone que están. O deberían estar.