Opinión

De la noche del comunismo a la oscuridad de la sharia

Hace unos días quedé con una vieja amiga cubana de las que admiro por su intelecto y por su valentía. Estábamos en el viejo Madrid, con la tarde ya de retirada, una de esas tardes con una luz especial, con ese esfumato que tiene esta ciudad cuando el ocaso alarga y alcanza con luces anaranjadas hasta el fondo de las calles estrechas de adoquín limado por el paso del tiempo. Hacía tiempo que no hablábamos con tranquilidad, quizás esta vida acelerada, el vivir cada una en distintas partes del mundo nos había distanciado… Nos contamos nuestras vidas. La mía acelerada intentando cubrir varios frentes: la familia, la arquitectura, mi lucha por la libertad de Cuba y el compromiso con mi amor a España y la política. La suya, una vida de huida… y búsqueda de libertad.

Ella había huido de Cuba muy joven, perseguida por su actividad política. Se instaló cerca de Marsella buscando la libertad, con su hija pequeña que para ella era y es todo. Soñaba liberarla del yugo de todos los días tener que educarse bajo las consignas castristas y liberarse del grito de “comunismo o muerte”. Ella había sufrido la persecución por sus ideas, el neoesclavismo del régimen castrista, el no poder decidir nada, el tener un doble lenguaje a salvo de las escuchas, el no poder soñar con prosperar; y juró que su hija no se educaría allí. El tesón, el esfuerzo, la rebeldía y el ser excelente le permitió salir ayudada por algunos que apostaron por ella.

Ya en Francia pudo ganarse la vida, y dedicar lo que ganaba con mucho esfuerzo a educar a su hija en libertad, ese era su orgullo. Esa era su única obsesión: la libertad. A media tarde y entre café y café, su voz se quebró y me confesó: “Rocío, no sabes lo duro que es salir de Cuba buscando libertad y ahora encontrarme con la sumisión”. Su hija, aquella por la había arriesgado todo, lo que hacía que todo si propio sufrimiento adquiriera sentido, había caído arrastrada por una confusión entre tolerancia y renuncia a los valores occidentales. Ahora esa niña, que se había criado en Francia a salvo del comunismo, había caído en la sumisión del Islam.

Paradojas de la vida: salir de la dictadura comunista para caer en la dictadura de la sharia, de la sumisión. Después de batallar contra la noche del comunismo ahora le tocaba batallar contra otra ideología totalitaria, la oscura dictadura de la sharia. Contra la hegemonía de quién no tolera otra forma de pensar, que no permite otras ideas, que no es tolerante, para quién nos señala como infieles. Una dictadura que es capaz de disolver los vínculos entre una madre que lo ha dado todo por su hija para revolverse contra ella, contra su propia madre. La amenaza me decía ella, no es sólo el terrorismo, amiga, es todo un sistema de leyes y gobierno que vienen a acabar con nuestra libertad en el corazón de Europa… Quién me lo iba a decir a mí cuando salí de Cuba… Y lloramos juntas.