Opinión

Navidad sin tregua

  • Pedro Corral
  • Escritor, historiador y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

Como ya es tradicional en estas fechas, la coalición Bildu ha pedido el boicot al mensaje de Navidad del Rey Felipe VI. Un gesto que, bajo la apariencia de protesta de quien hace profesión de su republicanismo popular soviético, contiene todos los ingredientes de la marca filoetarra, como la de introducir hasta en la intimidad de los hogares la presión contra el que piensa diferente:

«Ojo con poner el mensaje navideño del rey y que se sepa en el resto del bloque que lo escucháis, porque ya sabremos que sois unos españolistas traidores al pueblo vasco, así que no ponerlo o ponerlo bajito».

No es difícil imaginar el efecto que en muchos hogares del País Vasco y de Navarra puede tener esta advertencia. Pienso sobre todo en los pueblos pequeños donde el señalamiento del entorno proetarra, aun sin la violencia de las pistolas y los coches bomba, ha ido produciendo paralelamente el achicamiento de los espacios de la pluralidad y la imposición de una manera de pensar aherrojada por el matonismo mafioso que acaba de ser premiado en Pamplona y lo que vendrá.

Ciertamente, el camuflaje institucional de Bildu ha logrado cotas de perfección inimaginables. Así lo demuestra que la responsable de aquel diario Egin que tituló «Ortega Lara vuelve a la cárcel», después de que el funcionario de prisiones fuera libertado tras 532 días de tortura bajo las garras de ETA, haya sido nominada por los periodistas parlamentarios a uno de sus premios como portavoz de su grupo.

Uno es libre de hacer con sus premios lo que le parezca, pero de la misma forma los periodistas que han ejercido la profesión en el País Vasco teniendo que mirar debajo de su coche están también legitimados para sentir un punto de escalofrío. Porque escalofría este ejercicio de amnesia frente a quienes justificaban el asesinato de José Luis López de Lacalle, diciendo que, al descerrajarle cuatro tiros, «ETA ponía encima de la mesa el papel de los medios de comunicación», como hizo Otegi.

Preso en las cárceles de Franco por su militancia comunista, fundador del Foro de Ermua y articulista de El Mundo, López de Lacalle demostró con su coraje cívico, con su denuncia de la barbarie totalitaria de ETA, lo que precisamente se espera de los medios ante los disfraces de los lobos.

Con todo, Bildu no ha estado solo en su ataque al Rey por su discurso navideño, como tampoco lo estuvo cuando se negó a participar en las rondas de consulta del monarca con los partidos políticos en La Zarzuela después de las elecciones generales. No podía faltar tampoco el PNV, alineándose con la coalición de Otegi como se alinea el macho de la mantis religiosa con el aparato digestivo de la hembra mientras esta lo devora.

Al PNV no le ha gustado que el Rey no hablara de «plurinacionalidad». Vale que la Constitución habla de «nacionalidades y regiones», de su «derecho a la autonomía» y, esto parece que se les olvida a los sabinoaranistas, de «la solidaridad entre todas ellas». Fue a este concepto, el de solidaridad, al que se refirió explícitamente Felipe VI, como un factor de cohesión y de unidad entre los españoles.

Bajo el artificio de la «plurinacionalidad» se esconde lo contrario a la solidaridad, la cohesión y la unidad. Ya se está dando el visto bueno a que las regiones que más se hayan endeudado puedan tener premio, a modo de quita pagada por todos, frente a las que practican el círculo virtuoso del equilibrio presupuestario para no cargar a la cuenta, ni a la nómina, de las generaciones que vienen el pago de los excesos actuales.

Este injusto acuerdo entre Sánchez y Puigdemont no es un mal comienzo para el tinglado de la «plurinacionalidad», pero no nos engañemos: que con la disciplina de las comunidades virtuosas se financie el despilfarro de las comunidades viciosas no tiene nada de «plurinacional». A eso se le ha llamado siempre privilegio, y en este caso en su sentido más certero, pues serán los que menos tienen los que tengan que costear la fiesta a los que más tienen.

Que este nuevo feudalismo tributario sea el subterfugio progresista para la ruptura de la solidaridad entre los españoles, no deja de ser sorprendente. Lo que realmente sorprende es que, a la vez, este mismo progresismo ataque sin tregua a Madrid, tenida por la bestia negra «neoliberal», cuando es la región que más aporta al fondo de solidaridad con el que se sufragan los gastos de los servicios públicos, como sanidad, educación o atención social, de las comunidades autónomas con menos capacidad fiscal.

Es una cifra nada desdeñable: el 71% del Fondo de Garantía de los Servicios Públicos Fundamentales lo financia Madrid, el triple que Cataluña. Pero parece que a la coalición Sumar le parece poco y ya ha registrado una propuesta en el Congreso para que sean los madrileños los que asuman plenamente la contribución a este fondo, liberando por tanto a Cataluña de este «estorbo» de tener que pagar los servicios públicos a las regiones más pobres como hace Madrid. Todo muy progresista como puede apreciarse.

A nadie debe extrañar, con todo lo que está en juego en España a causa del entreguismo desmedido de Pedro Sánchez a los que propugnan un Estado federal asimétrico en privilegios, en su conocida variante de «lo mío es mío y lo tuyo también», que se estén bajando del carro de este falso progresismo figuras tan notables de la causa sanchista como Javier Cercas.

Nada hay menos progresista, democrático y liberal que el imperio de la ley del más fuerte, como Sánchez y sus socios están propugnando a escala regional. Por esta razón, es muy comprensible que haya personas que se dicen de izquierdas dispuestas a defender, como defendemos muchos desde posiciones liberales, la libertad, la igualdad y la solidaridad que proclama la España constitucional frente al régimen de imposiciones, desigualdades y privilegios que alienta en el proyecto de la coalición de investidura.

Ahí es donde puede surgir un nuevo punto de encuentro a izquierda y a derecha, como en los tiempos de la Transición, donde la España plural y diversa pueda volver a marcarse nuevas metas comunes en favor de la libertad, la igualdad y la solidaridad entre todos los españoles, vivan donde vivan. De esas metas comunes habló el Rey Felipe VI en su mensaje navideño. Sin ellas no hay convivencia posible.