Opinión

Memoria de plomo

Con todas sus secuelas de sectarismo, división y confrontación, pero también con sus avances, como en el capítulo de las exhumaciones y el acceso a los archivos, Zapatero rompió con la «ley de memoria histórica” el acuerdo de no utilizar el pasado como arma política. Y, sin embargo, no perdió de vista la referencia al proceso ejemplar que culminó con el refrendo de la Constitución de 1978 por la inmensa mayoría de los españoles. De hecho, la ley de 2007 invoca la Transición como uno de los pilares sobre los que se asienta nuestro Estado democrático a través del “espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas”.

Aunque la ley aún vigente extendía el reconocimiento a favor de personas fallecidas en defensa de la democracia hasta el 31 de diciembre de 1977, tenía muy claro que la dictadura franquista era una etapa histórica cerrada. Es cierto, sí, que ha dado pie a su invocación perpetua por la izquierda a modo de comodín oportunista, pero era un marco que la ley reconocía superado aun con cuestiones de reparación pendientes.

Ayer ese marco saltó por los aires con el anuncio de EH Bildu de su acuerdo con Pedro Sánchez para que la nueva ley de “memoria democrática” establezca su límite temporal hasta 1983, un año después del histórico triunfo del PSOE en las elecciones de 1982 y cuando comienza la siniestra andadura de los GAL. «Todo el mundo sabe que el franquismo no acabó en 1978», fue la justificación lanzada ayer por la portavoz de la coalición proetarra.

Justificación que refleja el consabido pretexto de ETA sobre el terror sembrado en la democracia bajo el argumento de que la España constitucional no es más que la continuidad del franquismo porque seguía oponiéndose a sus objetivos. Los años en los que EH Bildu quiere prolongar el franquismo son los más sangrientos de ETA, parte de los llamados “años de plomo”: 1978, con 67 asesinatos; 1979, con 80; 1980, con 97, el más cruento de la historia de la banda; 1981, con 32; 1982, con 40; y 1983, con 41. A nadie escapa su repulsiva intención de que se sancione por ley en las Cortes la idea de una España entonces aún franquista, a modo de justificación de aquellos crímenes.

La náusea que produce ya la sola intención de los proetarras se multiplica con la complicidad de Pedro Sánchez a la hora de validar este indigno ataque contra el recuerdo de quienes fueron asesinados por ETA con el propósito de dinamitar el camino de los españoles hacia la democracia. La muerte de estos compatriotas se convirtió precisamente en un acicate en aquellos años para los españoles en su voluntad de dejar atrás por fin una España en la que nadie impusiera su ideología mediante la violencia.

Es Pedro Sánchez el responsable de que hoy nos quieran dar lecciones de “memoria democrática” los herederos de quienes trataron de impedir entonces con el terror que esa voluntad democrática fructificara en una España de concordia, paz y libertad para todos. Gracias a Sánchez ya han conseguido cambiar por ley el pasado: el franquismo duró hasta 1983, pero solo de momento, porque para ellos España seguirá siendo franquista hasta que los demócratas no nos pleguemos a sus dictados.

Pedro Corral es periodista y escritor.
Diputado PP en la Asamblea de Madrid