Una medida precipitada
El Banco Central Europeo (BCE) ha bajado el pasado jueves los tipos, un cuarto de punto, para dejarlos en el 4,25%, cumpliendo con las expectativas originadas tras su anterior reunión. Se ha basado para tomar su decisión en una inflación más atenuada en la media de la zona euro. Sin embargo, el riesgo de que la inflación vuelva a tomar impulso no ha desaparecido y eso hace que es posible que el BCE se haya precipitado.
Y es que los precios no bajan. Es verdad que la inflación media de la eurozona había ido desacelerando su crecimiento, pero primero, se trataba de eso, de una desaceleración en su aumento, no de una bajada. Por otra parte, si observamos los datos que Eurostat da del indicador adelantado, vemos cómo la tasa interanual vuelve a acelerarse en mayo.
La relajación de la contracción de su política monetaria puede haber sido un error, ya que para frenar la lucha contra la inflación, que muestra una gran resistencia a moderar su crecimiento, con una inflación subyacente que no termina de embridarse tanto como debería y con unos repuntes mensuales intensos, no parece lo mejor el abaratar el precio del dinero.
No parece razonable esta prisa en la bajada. El BCE se ha quedado sin tiempo para experimentos de riesgo por su enorme retardo interno a la hora de empezar a combatir el efecto inflacionista. Si hubiese reaccionado a tiempo, si no hubiese perdido tantos meses repitiendo que la inflación no era más que un fenómeno transitorio, que era una inflación de oferta y que no tenía sentido aplicar una restricción monetaria, probablemente la inflación no se habría enroscado tan profundamente en la cadena de valor, los precios no habrían subido tanto y se habría podido corregir de manera más rápida, con menor intensidad y, por tanto, con un impacto menos negativo en el crecimiento económico.
Hace ya algún tiempo, el BCE se dio cuenta del grave error que cometió entonces, que ha llevado a la inflación a cotas muy elevadas, como no se veía desde hace décadas, que provoca que todavía no se encamine claramente hacia el objetivo de precios -el propio BCE ha reconocido que, probablemente, no lo logrará hasta 2026- y que le deja sin capacidad de recorrido en situaciones complejas, como la difícil situación de la economía que se está viviendo en el conjunto de la UE en estos momentos.
Con una inflación persistente, pese a crecer sobre niveles ya muy elevados; con dos guerras activas que pueden provocar problemas de suministros en algún momento, que tensen los precios; con la incertidumbre de las elecciones estadounidenses en el horizonte y las posibles repercusiones económicas que ello puede provocar, el BCE no debe relajarse y bajar la guardia o corre el enorme riesgo de provocar un daño todavía mayor a la economía.
Por tanto, el BCE debe mantener la lucha contra la inflación sin dudar, pues la subida de precios es uno de los elementos más perjudiciales que hay para la economía, que merma competitividad a las empresas, hace perder poder adquisitivo a las familias y empobrece, en suma, a toda la sociedad, especialmente a las rentas más bajas, debido a su mayor propensión marginal a consumir, que hace que, además, el incremento de impuestos pagados debido a la inflación en proporción a la renta sea mayor que en el caso del resto de ciudadanos.
Y esa lucha debe ir más allá de la subida de tipos, ya que estos deberían subir por el ajuste del mercado al retirar liquidez el BCE, que es lo que tiene que hacer, tal y como dijo, a razón de 15.000 millones de euros al mes de drenaje de liquidez, incluso intensificando dicho drenaje en cuanto sea posible. Sólo así podrá lograrse una mayor eficiencia en lograr embridar la inflación, a lo que ayudaría, y mucho, que el sector público redujese el gasto para no interferir en la transmisión correcta de la política monetaria del BCE. Eso es algo que debería aplicarse especialmente el gobierno español, que es el que con más intensidad incrementa el gasto público y que, al hacerlo, entorpece que la política monetaria del banco emisor pueda tener un efecto más rápido y certero.
Mal paso ha dado el BCE en su lucha contra la inflación, pero está a tiempo de no profundizar en su error y ser mucho más cauto en las próximas decisiones que adopte. Por todo ello, con independencia de que el BCE deba estar vigilante y actuar rápido si cambian las circunstancias económicas, no debe relajar más, de momento, su política monetaria, porque si lo hace la inflación puede repuntar, generando un problema de precios todavía mayor al actual, afectando a la economía y al empleo. Nunca debe olvidar que su único objetivo es la estabilidad de precios, ninguno otro.
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