La mano abrasada de la ministra Montero
Victor de Aldama los tiene de los nervios. Todo el mundo sabe ya que les mantiene con respiración asistida, en un sinvivir. Son conscientes de que más pronto que tarde todos a los que en su día señaló como trinkadores terminarán por confesar.
Es lo que ha ocurrido con Carlos Moreno, nada menos que jefe del gabinete de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Ésta, con su desparpajo sonrojante y futilidad habitual, llegó a afirmar que pone la mano en el fuego por la honestidad y honradez de su alto colaborador. Aquel inicialmente negó cualquier relación con Aldama para, posteriormente y ante el juez del Supremo, afirmar que se había reunido unas cuantas veces y que, en efecto, había ordenado a un asesor del ministerio que estudiara la petición de aplazamiento de una deuda tributaria por la que se interesó Aldama, gestión política que llegó a buen fin.
¿Quién tiene que dimitir? ¿El jefe de gabinete? ¿La ministra? ¿O ambos al alimón…?
Son gente sin decencia. Así acabarán todos los señalados, porque Aldama los corrompió en bloque. Otro que tal baila, el ministro de Memoria Antidemocrática, el fútil canario Ángel Víctor Torres. Todo apunta a que era uno de los visitadores de los apartamentos que alquilaba Aldama para encuentros con «señoritas». Ha dado tantas versiones, ha encontrado coartadas tan poco creíbles, que el sentido común de la gente del común se ha hecho ya su propia composición de lugar. El PSOE, en su cúpula, visitadores de puticlubs y contratantes de putas… Con el dinero del contribuyente, claro, que para eso mandamos. Gente inexportable.
Luego llegó el apuntamiento a Reyes Maroto. Almeida, ¡coño!, sé caritativo con la vallisoletana que se nos cae. Tras sucesivas negativas de la interfecta , resulta que mantenía una fluida comunicación con Aldama y atendía todas sus peticiones. De la señora Ribera ni hablamos. ¿Cómo consiguen Aldama y sus cuates permiso para operar en hidrocarburos? ¿Porque era presidente del Zamora FC…?
¿De Sánchez&Begoña cómo están las cosas? El imaginario popular ha sustanciado ya su propia versión de la relación entre la pareja presidencial y Aldama. Son la cúspide en el abuso de poder y la utilización de su alta magistratura para enriquecerse personalmente.
Punto y final.
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