Opinión

Madrid y gloria

Por fin, Madrid parece haberse enfundado el traje que siempre le correspondió, alcanzando un puesto que para muchos parecía un sueño casi inalcanzable: estar entre las mejores ciudades del mundo para el turismo urbano. Solo París, esa dama eterna y romántica, parece resistir el envite de la Villa y Corte en un ranking que la instala firmemente en la élite global del turismo. Madrid, con su historia centenaria, su vibrante pulso y ese espíritu indómito que sólo los madrileños saben insuflar, ocupa un lugar que, más que sorprender, reivindica su merecida grandeza.

La capital del país no sólo atrae a turistas de todo el mundo; también se ha convertido en un imán para las fortunas globales. La ciudad, con su mezcla de historia, cultura y calidad de vida, ha capturado la atención de los grandes inversores y compradores internacionales. Un movimiento constante de capitales que llegan de todas partes, desde magnates europeos hasta empresarios latinoamericanos y del Golfo. 

Y es que Madrid siempre ha sido un coloso dormido, un gigante que parece salir a escena cuando menos se lo espera, como diría Cela, ese gran escritor que también amaba esta ciudad sin complejos. Madrid es el suspiro del Retiro, el estrépito de Gran Vía, el aroma del café en Malasaña, el eco de Sabina cantando a deshora en un bar. Es la risa compartida en Lavapiés, la solemnidad de la Puerta del Sol cuando el reloj da las doce, el vaivén del metro que nunca duerme. Madrid es, para decirlo sin rodeos, un latido que une a poetas, a músicos, a locos de la noche y a trabajadores infatigables.

No es mera coincidencia que el Ayuntamiento haya sido pieza clave en este ascenso. Con José Luis Martínez-Almeida, brillante abogado del Estado y ahora alcalde de pulso firme y visión nítida de lo que quiere para su ciudad, Madrid ha avanzado con paso decidido hacia su merecido lugar en el firmamento urbano. No hablo sólo de cámaras de videovigilancia con inteligencia artificial o de infraestructuras turísticas punteras; hablo de una estrategia inteligente, una apuesta real por la sostenibilidad y la seguridad que ha elevado a Madrid a las alturas de las grandes urbes del mundo.

Recordemos al entrañable Tierno Galván, aquel alcalde que hizo de Madrid un refugio de cultura y libertad, y que sembró las semillas de lo que hoy florece con fuerza. Si Tierno fue el alma en aquel tiempo, Almeida ha sabido ser la cabeza que diseña y ejecuta el presente y el futuro sin perder ese pulso tan necesario para una ciudad viva y que nace cada día con libertad.

Porque Madrid es más que sus calles y monumentos. Es un patrimonio vivo que se renueva, un museo sin puertas que se exhibe en cada esquina. El Prado, el Reina Sofía, el Thyssen, la Plaza Mayor, el Palacio Real, el Matadero… todo eso es solamente la piel de un gigante que lleva siglos forjándose con el trabajo y el sudor de sus gentes. Madrid no se detiene: es la ciudad del trabajo, del esfuerzo, del diálogo y también de la fiesta y el arte.

No es de extrañar, pues, que intelectuales, poetas y cantantes hayan elevado a Madrid a la categoría de mito. Desde Lorca hasta Nacho Cano, desde Antonio Machado hasta Dani Martín, Taburete, Mecano, Loquillo… todos y más, han cantado de alguna forma a esta ciudad donde, como dice la expresión popular, de Madrid al cielo.

París seguirá siendo París, pero Madrid seguirá siendo mucho Madrid; porque tiene esa magia que no se puede medir con índices ni rankings. Tiene el alma de una Villa que sabe que su historia es grande, pero que aún tiene mucho por escribir. Y ese es el verdadero patrimonio de la ciudad: su gente, su cultura, su capacidad para reinventarse y brillar bajo ese cielo que, como bien dice el refrán, parece hecho para ella.