Opinión

En lo único que fue rápida Ribera es en multar a los ayuntamientos

El Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, en manos de la vicepresidenta Teresa Ribera,-la que ni antes, ni durante, ni después de la tragedia dio señales de vida política-  mantiene atados de pies y manos a los ayuntamientos valencianos que recorren el barranco del Poyo. La Confederación Hidrográfica del Júcar (CHJ), dependiente del Ministerio, actúa como una suerte de policía medioambiental caracterizada por el papanatismo ideológico y su defensa a ultranza de un ecolojetismo absurdo.

La sublimación de lo verde frente a la construcción de infraestructuras absolutamente necesarias ha provocado que numerosos consistorios, tras las inundaciones por la DANA en Valencia, se vean ahora ante la imposibilidad de limpiar de vegetación y cañas los cauces para evitar que supongan un tapón ante una nueva riada, porque las medidas restrictivas de Ribera sólo permiten limpiar el reducido tramo que transcurre bajo los puentes. Si van más allá se arriesgan a multas de hasta 300.000 euros.

Llueve sobre mojado, porque la no ejecución de las obras sobre el barranco del Poyo que hubiesen permitido desviar el torrente de agua hacia el cauce del río Turia y reducir el «elevado riesgo de inundación» sobre las poblaciones por las que transita el actual trazado se debió, entre otras razones, a que el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico de Teresa Ribera  alteró el proyecto inicial para aumentar su «adecuación medioambiental», incluyendo un carril bici y una senda peatonal que encarecían su presupuesto.

Es decir, Ribera abogó por ir más allá de lo esencial y sus técnicos dibujaron un proyecto más propio de un parque temático que de una obra de infraestructura vital. Y ocurrió que, finalmente, el ministerio no ejecutó ninguna obra y los millones que hacían falta para acometerla se gastaron en publicidad. La conclusión es que el fanatismo ecolojeta de Ribera ha causado un daño irreparable. Como no podían incluir carriles bici y sendas peatonales decidieron que, para eso, lo mejor era no hacer nada. Y nada hicieron, salvo seguir poniendo multas.