Opinión

¿Una ley contra el acopio? ¡Qué mal huele!

Hay algo que nada ni nadie podrá discutir al Gobierno de Sánchez: su afición a intervenir y a prohibir. En esos menesteres habrá que coincidir en que son imbatibles. Sin embargo, tampoco hay que poner el carro antes de los bueyes. Como estamos a las puertas de la Semana Santa y me tengo por persona devota y temerosa de Dios, voy a pensar que el último intento -nada menos que una ley para prohibir el acopio de alimentos y otros elementos de primera necesidad- se hace con la mejor intención y en previsión de un supuesto o posible desabastecimiento.

Sin embargo, el simple hecho de legislar por ese camino -tan franquista como chavista o castrista- desprende un olor nada grato; ignoro si hay alguna legislación similar en el mundo libre, específicamente occidental, pero me malicio que no. Los gobiernos, que al fin y a la postre, lo mandan todo, tienen otros instrumentos para evitar el abuso o para frenar los estados de ansiedad que se producen o pueden producirse en las sociedades en momentos de tensión máxima. El presidente Sánchez, en su reciente comparecencia parlamentaria, afirmó que le sientan muy mal las comparaciones con los dictadorzuelos ya sean de las estepas rusas o de las playas caribeñas. Pero justamente en ese momento su Gobierno anunciaba la mencionada medida, con rango de ley. Tampoco es necesaria porque al nivel que han alcanzado los alimentos, sin ir más lejos, la disuasión para el acaparamiento va de suyo.

Parece, sólo parece, que don Pedro Sánchez ha decidido dar un volantazo en su postura política; quiere que se le reconozca y se le interprete en clave exclusivamente “socialdemócrata”, que es lo que se lleva en la izquierda existente y gobernante en el mundo libre. ¿Queda otro remedio que aplaudir? Las palabras mueven, señor presidente. Los ejemplos arrastran. Dígaselo, por favor, al pueblo español hilando.