Opinión

Intoxicación etílica en la derecha

Finalmente, no se ha producido el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, y la derecha está viviendo la resaca de una rave con consumo masivo de alucinógenos, que les ha dejado –como se dice vulgarmente– para el arrastre.

Los números no daban. Lo dijimos por activa y por pasiva. Era imposible. Se habló de 60, de 70 diputados para Vox, de 100 para el partido popular, de 50 para Ciudadanos. Algunos pensaron que España es otra España diferente, y que acudiendo con tres candidaturas en todas las circunscripciones, el centro-derecha arrasaría. El resultado de esta intoxicación etílica con claridad, que va a seguir en la Moncloa, y que los de la moción parte están exultantes, para qué nos vamos a engañar.

Y no es para menos. Porque ahora tienen cuatro años por delante para hacer y deshacer a su gusto. Deberían reflexionar mucho los responsables políticos de derechas, la verdad. El centro-derecha está abocado a una refundación, y para eso se necesitan estadistas y sobran tele-predicadores. Porque en las elecciones más cruciales para nuestro país, la derecha ha cometido el extraordinario error de hacer experimentos electorales. Y no los ha hecho con gaseosa; los ha hecho con nitroglicerina y el resultado es absolutamente catastrófico. Va a tardarse mucho tiempo en resolverse el desnortamiento en el que han sumido a media España.

Ahora vienen otras elecciones que van a ser una segunda vuelta. Unas elecciones en las que se eligen el signo de los gobiernos autonómicos, locales y también nuestros representantes en el parlamento. Y aunque ya no es posible recomponer los muebles que se han roto, es importante que no se rompan más. La derecha ha caído en la trampa de la izquierda. La masificación mediática de Vox ha obrado el milagro para Pedro Sánchez. La izquierda ha salido en masa a votar contra Vox y la derecha se embelesado con las banderas, con los gritos y con las muchedumbres.

Construir una alternativa real y creíble al proyecto del modelo de izquierdas no pasa por competir a ver quién tiene las siglas más grandes, para por poner las luces largas, la cabeza fría y mucha inteligencia.