Opinión

Impuestos bajos vs confiscación: Ayuso frente a Sánchez

El Gobierno de la nación tiene una obsesión, que no es otra que la Comunidad de Madrid. Ya sea en materia sanitaria, económica o tributaria, el acoso que el Gobierno de Sánchez aplica a Madrid no parece tener límite en todo tiempo, pero de manera acrecentada ahora, en precampaña electoral.

Después de muchas ocasiones en las que el Ejecutivo ha acusado a Madrid de “dumping fiscal, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha creado un grupo de expertos para elaborar las bases de una reforma tributaria y del Sistema de Financiación Autonómica (SFA). Sus postulados serán tenidos en cuenta para ello, pero, es más, algunos serán anticipados ya para la elaboración del proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el año 2022.

Con ese grupo de expertos, muy sesgado hacia ideas procedentes de la izquierda política y económica, y con un Gobierno obsesionado con Madrid, al no tolerar que la región madrileña le muestre, un día sí y otro también, que las cosas se pueden hacer de otra manera, que con menores impuestos se genera más actividad económica, se crean más puestos de trabajo y se pueden prestar mejores servicios, porque, gracias a esa mayor prosperidad, la recaudación no cae, sino que mejora.

Ésa es la realidad y no la que emplea habitualmente la izquierda al decir que Madrid hace “dumping fiscal” y que está sobrefinanciada. Nada de eso: ni Madrid está sobrefinanciada por el SFA, sino infrafinanciada, como demuestran claramente los datos, ni hace “dumping fiscal”.

Otra cosa distinta es que gracias a que la Comunidad de Madrid es la región con los impuestos más bajos de España tras las rebajas fiscales de 2005, 2006, 2008 y, especialmente, de 2014, que supuso la mayor bajada de impuestos de una comunidad autónoma en toda la historia del Estado de las Autonomías, hasta dejar a Madrid con 5 puntos de rebaja en el IRPF, el 99% de bonificación en el Impuesto de Sucesiones y Donaciones para los familiares más cercanos, la única región que mantiene bonificado al 100% el injusto Impuesto de Patrimonio, el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales más bajo de España, con una rebaja del 16% y cuatro puntos menos que en muchas regiones, o el AJD más bajo de España, con una rebaja del 25% en el impuesto, consiga crecer más, que se genere en ella más empleo y que se recaude más.

Madrid no tiene exceso de financiación porque, como demuestran los datos, los ingresos que recibe del SFA se sitúan alrededor de tres puntos sobre el PIB por debajo de la financiación que recibe la media de las comunidades autónomas; es decir, a Madrid le cuesta cumplir con los objetivos de estabilidad tres puntos más de ajuste de gasto, puesto que el saldo presupuestario en porcentaje sobre el PIB se compone de ingresos menos gastos, medidos sobre el PIB. Si los ingresos son tres puntos sobre el PIB inferiores a la media, los gastos habrán de ajustarse tres puntos más sobre el PIB para cumplir con el mismo objetivo –por no hablar de cuando hubo déficit asimétrico y a Madrid se le exigió un objetivo más duro para dárselo más laxo a otras regiones, entre ellas, Andalucía -gobernada entonces por los socialistas-, Cataluña y Valencia-.

Por otra parte, Madrid no hace ningún tipo de “dumping fiscal”, sino que bajó los impuestos en el margen de sus competencias, como podía hacer cualquier otra región de régimen común, exactamente igual.

Es cuestión de prioridades: hay gobernantes, como Sánchez e Iglesias -y Gabilondo, aunque ahora lo niegue, pues impulsó una iniciativa que pretendía subir los impuestos en Madrid-, que prefieren  no apretarse el cinturón y gastar más y, paralelamente, subir los impuestos o no bajarlos; y otras, como hace Madrid desde 2003 y como propone Isabel Díaz Ayuso, que prefiere eliminar los gastos menos necesarios manteniendo los esenciales al máximo nivel, y bajar los impuestos para que sus ciudadanos tengan en su bolsillo más dinero para decidir qué hacen con él: consumir, ahorrar o invertir, en definitiva, para poder generar actividad económica y empleo: gracias a esas bajadas de impuestos, los madrileños pueden tener en su bolsillo 1.100 euros más al año que los que tendrían sin dicha rebaja fiscal.

Otra cosa sería que Madrid tuviese un régimen que sólo le permitiese a ella bajar impuestos y el resto no pudiese competir con ella, pero si, por ejemplo, el presidente valenciano quiere quejarse de eso, debe dirigir su crítica hacia las regiones forales, que tienen muchas más competencias para poder actuar sobre los impuestos, no a Madrid, puesto que él puede bajarlos tanto como los baja Madrid. La competencia fiscal, aunque no les guste ni al presidente valenciano, ni a Sánchez, Iglesias, Montero o Gabilondo es sana, porque permite liberar dinero para que los ciudadanos decidan qué hacer con él, con su dinero, y permite evaluar mejor la relación entre servicios e impuestos que aplica cada Gobierno.

Por otra parte, la realidad muestra que a menores impuestos se da mayor recaudación, que permite, por tanto, mantener mejor el nivel de los servicios ofrecidos y conseguir que éstos sean de mayor calidad. Por ejemplo, Madrid tiene 5 puntos menos en su tramo de IRPF que Cataluña y que Andalucía cuando gobernaba el PSOE; sin embargo, o, mejor dicho, gracias a esos menores impuestos, Madrid recauda 800 millones de euros más que Cataluña y recauda el doble de lo que recaudaba Andalucía cuando allí gobernaban los socialistas, el doble. Y eso que Madrid tiene un millón de habitantes menos que Cataluña y millón y medio menos que Andalucía. Al mismo tiempo, esa rebaja de impuestos propició más actividad y convirtió a Madrid en motor económico de España, incrementó la recaudación, que permitió que la región madrileña cuente con la mejor Sanidad de España, con un sistema bilingüe en inglés en Educación y los mejores resultados de evaluación académica y con la mejor red de Servicios Sociales y de Transporte.

Es decir, a menores impuestos, mayor recaudación. Ésa es la realidad. La izquierda se escuda en esa creencia intervencionista que sostiene que cuando se suben los impuestos, aumenta la recaudación, cuando la práctica muestra que,  al menos en el medio y largo plazo, sucede lo contrario: a menores impuestos, mayor recaudación, y a mayores impuestos, cae la recaudación.

Por otra parte, Madrid, que es la región más solidaria en su aportación al Fondo de Garantía de los Servicios Públicos Fundamentales del SFA, si subiese los impuestos y fuese verdad –que no lo es- la doctrina socialista y se incrementase –que no se incrementaría- la recaudación, toda esa mayor recaudación no le serviría a Madrid para financiarse mejor, sino que al convertirse en una región artificialmente más rica sobre la media, aportaría la práctica totalidad de su incremento de recaudación al Fondo de Garantía. Es decir, los madrileños sufrirían la subida de impuestos, pero, en el remoto caso de que esto produjese incremento de recaudación, no verían ni un solo ingreso más, porque no revertiría dicho supuesto incremento de recaudación en Madrid.

En lugar de quejarse, la izquierda puede ajustar el gasto como hace el centro-derecha en Madrid, y bajar los impuestos, como hacen los liberal-conservadores en Madrid. Son dos políticas económicas: la liberal-conservadora de Ayuso y el centro-derecha, con menos impuestos, y la de Sánchez, Iglesias, Montero y Gabilondo, con una propuesta confiscatoria. La receta de la prosperidad es fácil: impuestos bajos, gasto limitado y esencial, reformas profundas y libertad para dejar que los ciudadanos, como los hosteleros, puedan ganarse la vida libremente, sin restricciones que los hundan; medidas que generan actividad económica, empleo, incrementan la recaudación y, por tanto, mejoran la calidad de vida de los ciudadanos, desde una mayor libertad de decisión sobre qué hacer con el dinero que consiguen con su trabajo, riesgo, esfuerzo e ilusión. Ésa es la clave: la libertad.