Opinión

El Ibex tiene que decidir: con España o con Sánchez

Recapitulemos. Sánchez tiene en su poder el CNI, el CIS, Indra, Correos, el Tribunal Constitucional, RTVE, el Banco de España, Mediaset (Telecinco y Cuatro) y decenas de organismos e instituciones donde ha colocado, como en las anteriores ocasiones, a personas de conocida militancia y filiación socialista, que no están ahí por su capacidad y trayectoria profesional, sino por ser el eslabón que el presidente necesita para dar el último y definitivo golpe de Estado, el que derribará la democracia liberal y sustituirá el actual orden constitucional por otro más acorde a su concepto del poder: unívoco y sin contrapesos, una dictadura a cucharitas que se implantará sin la reacción obligada por parte de quienes deben impedir ese proceso y liderar una alternativa consecuente. Tampoco de aquellos que sufrirán las consecuencias de esta deriva liberticida, el apático y crédulo pueblo español, que asume ya las derrotas como anelgésico recetado, en ese costumbrismo del trinque con el que el PSOE ha adormecido las subvencionadas mentes.

En su deriva totalitaria, el Gobierno de la rosa nostra ha consumado el asalto a Telefónica de la misma forma que ordenó el abordaje a RTVE. Con la alevosía propia de quien sabe que no está haciendo lo correcto, pero le protege la impunidad con la que ejecuta sus acciones. Con este movimiento, Sánchez está un paso más cerca de ser como el narcodictador Chávez -o su admirado Largo Caballero- y más lejos del presidente que vino a acabar con la corrupción y se ha anclado en ella como rémora inconclusa. Lo que subyace tras la enésima cacicada sanchista es el control de la información propia y ajena, porque Telefónica es la poseedora de los datos y contenidos del teléfono del fiscal general del Estado, y también de Sánchez, y ahora que el juez que está investigando al abogado de la familia Sánchez (García Ortiz) ha requerido esos datos, el Gobierno socialista perpetra un golpe de Estado en la principal compañía de telecomunicaciones con el objetivo de borrar para siempre sus delitos y de paso posicionarse en el control de la información ciudadana. No se hagan más líos, se ha hecho por eso, como se hizo la ley Begoña, para que nadie sepa el nivel de delincuencia que se dicta desde Moncloa.

A partir de ahora, Sánchez tendrá acceso al patio trasero del Banco de España y de los usuarios que sigan bajo contrato de la compañía telefónica. Es el estadio orwelliano perfecto para que los sicarios de Ferraz sepan hasta dónde podemos aceptar que controlen nuestra vida sin oponer resistencia. Nadie está seguro cuando el socialismo controla tus llamadas. Pallete, tan solvente financiero como pésima estratega político y líder, hundió las acciones de la primera compañía de España, dio por buena la entrada de los saudíes que facilitaron la excusa a Sánchez para tomar el control de la multinacional, pagándolo con el dinero de todos los españoles, y asumió el discurso woke ecofriendly, sostenible y tecnoidiota que tanto gusta a sus amigos ricachones de la agenda globalista. Su salida era pertinente, pero las formas en las que se han producido nos obligan a concluir que España es ya el predio peronista que soñó la banda que aupó al poder al tipo que vino para delinquir a conciencia.

Para todo socialista, lo privado es público y el asalto a Telefónica es un aviso al complaciente Ibex, que deberá dejar sus coqueteos con el wokismo y su silencio cómplice para aventuras mejores. Porque en el PSOE buscan arrasar con todo, y usarán para ello a esos periodistas cuyo nivel intelectual empataría con el de un mejillón y a esos medios tan untados por la subvención como presos de su inmoral y abyecta billetera. Ejercen y gobiernan como una mafia, a la que se le está permitiendo todo mientras la endeble oposición sigue en su Rubicón empanado. Si los ejecutivos de las principales compañías que han dorado la píldora a Sánchez todos estos años, salvo excepciones honrosas y honorables, siguen sin ver qué está pasando, debemos empezar a responsabilizarles también de las consecuencias de todo lo que va a venir.

Mientras, España duerme, sigue dormida, y en ese dormitar se levantará un día y ya será Venezuela, y entonces vendrán los lamentos sobre lo que pudimos hacer por evitarlo y no hicimos. Pero no encuentren esperanzas en esos ciudadanos comprados por el régimen, que verán caer como fichas de dominó la libertad, la democracia y, en último lugar, la vida; y seguirán defendiendo la pervivencia del socialismo como religión política. Son yonquis del voto cautivo sin solución, y aceptarán la propaganda del régimen sobre el asalto a Telefónica como han aceptado todo lo demás: con obediencia sumisa y resignación gustosa.