Opinión

Hombres de Estado en vez de jarrones chinos

El Partido Popular sitúa sobre el tablero político una iniciativa interesante. Su pretensión de regular el papel de los ex presidentes del Gobierno de cara a un futuro inmediato sería un refuerzo para nuestra representatividad tanto dentro como fuera de España. Ya que el Real Decreto 405/1992 establece para ellos la posibilidad de ser «personal eventual de gabinete»—además de una pensión vitalicia de 75.000 euros y una dotación material con automóvil incluido— supondría un paso adelante para nuestros país que esos recursos, a través de una evidente adecuación al nuevo rol, pudieran aprovecharse para que los exmandatarios sirvieran puntualmente a la nación en contextos importantes de índole nacional e internacional. Una especie de embajador que, con la experiencia ejecutiva y los contactos necesarios al más alto nivel, trabajaría por el país con una significativa presencia institucional. Algo parecido a la función que desempeñan presidentes estadounidenses como Bill Clinton, auténticos portadores de ese ‘made in USA’ que tanta influencia y peso específico tiene en el mundo.

Esta función debería desarrollarse con un escrupuloso sentido de Estado, lejos de cualquier interés partidista o fobia personal. Siempre con la idea clara de que hay un marca que defender llamada España y que está por encima de cualquier ego. De ahí que la lealtad al Gobierno en ejercicio y la unidad de criterios basada en la coherencia sean indispensables. Esta iniciativa tendría más sentido, al igual que pasa en EEUU, si los mandatos presidenciales fueran limitados a ocho años. Un modo eficaz de acabar con los famosos ‘jarrones chinos’, aquel ingenio que acuñó Felipe González para definir a los jefes del Ejecutivo cuando terminan sus mandatos: «Se supone que tienen valor y nadie se atreve a tirarlos a la basura, pero en realidad estorban en todas partes». Aznar y sus críticas demoledoras al Gobierno del PP o los posicionamientos internos tanto de José Luis Rodríguez Zapatero como del propio Felipe González lo ejemplifican perfectamente. La nueva medida prolongaría sus trayectorias como hombres de Estado y les quitaría, de paso, esa tentación tan repetida de seguir mandado cuando ya han dejado de mandar.