Opinión

El guisote del 27 de noviembre

Le dijeron de todo a Feijóo porque se postuló como candidato y porque fue a la sesión de investidura sin tener suficientes apoyos. Se quejaron de que estaba perdiendo el tiempo y haciéndoselo perder a los españoles, cuando, en realidad, el pleno de investidura se fijó al día siguiente de que el Rey le encargara formar gobierno, y si se dilató su celebración en más de un mes fue para evitar la potencial repetición de las elecciones en Navidad.

Nada dicen ahora; cuando se cumplen tres meses desde las elecciones y tres semanas desde que el Rey hizo el encargo a Pedro Sánchez, ¡todavía no tenemos fecha, ni fecha para poner fecha!

Por eso sentó tan mal que Feijóo asumiera su intento de investidura, porque de acuerdo con el artículo 99 de la CE se ponía el cronómetro en marcha. ¿Imaginan que no se hubiera celebrado la votación del día 27 de septiembre? Estaríamos en una espera sin fin hasta que los componentes del sanchismo ampliado pusieran el huevo.

En el ejecutivo se hubieran pasado meses y meses como interinos, con un Gobierno en funciones eximido de rendir cuentas y de someterse a controles. Qué felicidad para un presidente que en 2018 se dio un año de gobierno monocolor antes de celebrar unas elecciones comprometidas con quienes le apoyaron en la moción de censura; qué desahogo para quien en largos periodos entre 2020 y 2021 se autoerigió, con los inconstitucionales Decretos de estado de alarma, en una especie de presidente plenipotenciario.

España tiene varios problemas con su sistema electoral y uno de ellos es que algunos procesos se sabe cuándo empiezan pero no cuándo acaban. En el caso de las elecciones generales, la dilación interesada en alguno de los pasos que establece el art. 99 puede hacer que el periodo de interregno se cronifique. Ese claro déficit se salva por el sentido común y la decencia de los participantes, pero un aprovechado sin escrúpulos como Sánchez, manejando a su antojo, como está haciendo ahora, la Presidencia del Congreso, lo hubiera estirado y estirado a su única conveniencia.

Sin embargo, la fecha fatídica del 27 de noviembre le ha impedido cocinar a su amor los necesarios apoyos, y sin que nos diéramos cuenta de que los ingredientes que echa al guiso no son comestibles. Con el tictac de la amenaza de repetición electoral todos los socios están nerviositos y no hacen más que llamar a la puerta enseñando unas patitas peludas con inconfundibles garras.

Repasemos algunas de las inaceptables peticiones que estamos oyéndoles: amnistía universal sin límites de fechas ni de delitos, reconocer el derecho a la autodeterminación y la capacidad para convocar un referéndum, aceptación de la figura del relator-verificador internacional de los compromisos, ruptura de la caja única de la Seguridad Social y cesión asimétrica de competencias en materia económica para Cataluña y País Vasco (como la cesión de la gestión de los fondos europeos), inhibición de la fiscalía en la persecución de crímenes de ETA, revisión del sistema de financiación autonómico incorporando la condonación de la deuda del FLA, inicio del proceso de suspensión de relaciones diplomáticas con Israel e impulso de la presentación de Netanyahu ante el TPI

Si Sánchez y sus negociadores no nos tomaran por tontos a los españoles y se comportaran con un mínimo de transparencia y dignidad, sería una pregunta retórica, con obligada respuesta negativa, el cuestionamiento de si se puede ir a un pacto de investidura y legislatura con estos socios y estos planteamientos. Al contrario, como en la ilógica de Lewis Carrol en Alicia a través del espejo, todo resulta posible, aunque se parta de planteamientos imposibles. Nos recuerda el chiste aquel en que, a un estudiante de oposiciones, que traía una insoslayable recomendación, le preguntaba el presidente del tribunal si creía que con el nefasto examen que había hecho se podía aprobar. Y ante la incrédula cara del interpelado, el mismo presidente se respondía: ¡sí se puede!

Y por eso, no nos parecerá extraño que salga el acuerdo de investidura si terminamos de entender que no hay posibilidad de que no salga. De entender que es el sanchismo quien está negociando consigo mismo y que no se equivocarán poniéndose de su parte.

Como ocurre con el peronismo en Argentina, en el PSOE saben que entre el sectarismo y el clientelismo tienen un tremendo suelo de votos; y aquí les permite, uniéndose a los grupúsculos independentistas, aplicar a la derecha la aritmética excluyente del pacto del Tinell. El sanchismo es el perfeccionamiento de esa estrategia, por eso, condimentado con la falta de límites morales e incluso legales, y con unos ingredientes sí y otros no, el día 27 de noviembre habrá guisote.