Opinión

Golfos: no podemos con tanta corrupción

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

O sea, sí podemos, la prueba es que no nos hemos lanzado a la carótida de los desaprensivos. Todavía. No, la cosa va por otros derroteros. Hagan una prueba: pónganse ante las pantallas de una televisión medianamente honrada, nada de lecheros por favor, sitúense cómodos y escuchen las piezas dedicadas a la enumeración de las incontables corrupciones protagonizadas por todos estos: por el jefe de toda la mafia, Pedro Sánchez; su hermano, más bien limitadillo el hombre; su señora, larga como la pandemia de su marido; su mozo de espadas Ábalos, un prohombre de la multipropiedad universal; el Hércules Cortés que atiende por Koldo; el fiscal monclovita García Ortiz, que parece cada día recién levantado de la cama; el desabrido Bolaños, que la última vez que se peinó fue para la Primera Comunión (¿qué la hiciste, no Bolaños?); y toda la caterva de secretarios de Estado y de jefes de gabinete, citados en no se sabe cuántos juzgados, incluido el máximo, el Supremo.

Y digo: oigan bien toda esta pléyade de informaciones, los llamados «bulos» de Sánchez, y no les quedará casi nada, no se sabrán la copla completa. ¿A qué no? Esa es la referencia: ya hemos perdido la conciencia de indignarnos. La relación exhaustiva de todas las fechorías perpetradas por estos sujetos/as es tan amplia, tan inacabable, que el gentío ya está perdido, se pierde. No sabe dónde está citado Koldo, cuántos pisos de colipoterras alquiló el comisionista Aldama, o cómo están las imputaciones de la alargada Begoña Gómez. Es más: me apuesto un maravedí a que pululan por aqui, acá y acullá cientos de periodistas que tampoco se orientan demasiado en el laberinto de la corrupción de Sánchez y sus escipiones. Parece hecho a propósito; miren, se les aburre con el relato -siempre el relato- de las felonías que han cometido esta casta de desalmados y así renuncian a entender qué ha sucedido en realidad en este desgraciado país gobernado por un ente vivo, vivísimo, sin escrúpulos, ni fundamentos.

Esta semana que cumplimos resulta significativa. No hay protagonistas de todos estos desmanes que no haya pasado por algún tribunal o comisión de investigación. Pero no, miento; hay uno que se ha comportado como lo que es, un fuguista de la democracia que ha renunciado a acudir al Senado para explicar qué pinta él en todo este entramado. Por cierto, un Senado, Cámara Alta -no se olvide el dato- en nuestro ordenamiento constitucional, que Sánchez pretende (y esto ya no es sólo un rumor) volarla por dos medios sobre los que aún no ha tomado decisión: uno, disolverlo en su actual configuración y convocar elecciones y otro, el más probable y refinado, dejarle en las raspas, desproveerle de toda competencia para convertirle poco más que en un pabellón de hombres ilustres, si es que se puede calificar así a muchos de los parlamentarios colocados allí para cobrar de nuestros bolsillos. A este Senado residual le ha pegado Sánchez un corte de manga, amparándose en que la convulsa actualidad geoestratégica mundial le llama por si tiene que ilustrar a sus congéneres sobre cualquier salida histórica. Tipo Metternich, vamos.

Así están las cosas. En España, un Gobierno enrocado sobre sí mismo que, como suele asegurar un colaborador muy cercano a la presidenta Ayuso: «No hace caso alguno a lo que sucede fuera del Muro», a la tapia ideológica (marxista-leninista) que Sánchez ha construido con tanta dedicación. Todo lo demás le trae por una higa a este depravado personaje. En última instancia cuenta con la ayuda perruna de un fiel mamporrero suyo: Conde-Pumpido. Si ustedes tienen la oportunidad de «pillar» alguna conversación entre socialistas, metabolizará este aserto: «Siempre nos quedará Pumpido». Este tipo ha perdido la vergüenza intelectual y jurídica, él y los siete mosqueteros y mosqueteras que le rodean. Hace unas fechas me decía un abogado hoy, antiguo magistrado y de los buenos: «Un día -me contaba- le dije a Pumpido: tu padre, un juez de los pies a la cabeza, se avergonzaría de ti». Pumpido se fue de naja porque está dispuesto, en su afiliación ultraizquierdista, no ya a mancharse con el polvo del camino (seguro que no ha leído a Stendhal) sino a engorrinarse la toga con toda la mierda que le quiera echar encima su jefe Sánchez.

No es un desatino afirmar que la hiperinflación de corrupciones que estamos sufriendo favorece la impunidad del sanchismo. Ellos, los de ese bando, juegan, primero, con la escasa memoria de la gente, y después y, sobre todo, con la certeza de que, como me sugiere un periodista esencialmente castizo: «Esto ya no hay quien lo soporte». Es difícil sobrellevarlo porque el más paciente se pierde en la maraña de canalladas que han tejido estos individuos. Para cualquier español, incluso los mejor informados, recitar la lista de estos desafueros es más complicado que acudir a los saberes de la infancia, y largar la relación de todos los Reyes Godos, sin olvidar a Chindasvinto, el más cachondo.

Nos tienen ahítos de hartura, supuramos asco cada vez que conocemos una nueva peripecia de los Aldama, los Koldos, los García Ortiz o la señora Begoña Gómez. «No nos cabe -también lo dice gráficamente mi amigo más dicharachero- un pedo más». Y es que, encima, lo que se nos transmite es que esto va para largo, que los jueces, están investigando como entomólogos estrictos de la ley, todas las irregularidades de las que son depositarios. Es decir, ahora un latinajo: «ad calendas graecas», véte a saber para cuándo los delincuentes (presuntos, por Dios) van a recibir el castigo que se merecen. Pero es que, a más, si alguna vez los casos se aclaran y las sentencias se aprueban y se difunden, siempre quedará un Pedro Sánchez para, como ocurrió con la estafa de los Eres andaluces, indultar a los Chaves y Griñán de turno, y ya, en último caso Pumpido estará al quite: extenderá su toga sobre la basura y tapará toda, la corrupción. Con la que -digo- no podemos más. Nos sobrepasa. También en este terreno los arrebatacapas nos están ganando.