Franco lava más blanco

Franco
  • Pedro Corral
  • Escritor, historiador y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

«Sánchez espera que el espantajo de Franco pueda blanquear toda la basura de su Gobierno»

Me ha venido a la mente el eslogan de aquel viejo anuncio de detergente no sólo porque rime, sino porque es lo que Pedro Sánchez tiene previsto hacer a partir de este miércoles con el acto de inauguración de las actividades del cincuentenario de la muerte de Franco.

Celebración con la que el sanchismo festejará el papel heroico de su líder en la liberación de los pueblos de España cuando a la edad de tres años se oponía a Franco con el despliegue de toda su tierna indiferencia, como hizo Pedro Almodóvar, que declaró que luchó épicamente contra el régimen una vez muerto el general, haciendo que de Franco no saliera en sus películas «ni la sombra»

Algo similar reprocharon los viejos comunistas al PSOE cuando publicitaron su campaña de Cien años de honradez. «Y cuarenta de vacaciones», apostillaban desde un PCE que había personificado la oposición contra la dictadura frente a la general ausencia, con excepciones, de los socialistas, como recuerdan estos días los antiguos peceros.

Al fin; ha muerto, tituló el suplemento de la edición número 51 de El Socialista, órgano del PSOE, un día después del fallecimiento del dictador, con un punto y coma inexplicable gramaticalmente, pero que subraya con acierto el hecho natural como una circunstancia en la que el partido reconocía que no hubiera tenido arte ni parte, como quien dice «al fin, ha dejado de llover».

Si las fronteras del ridículo no hubieran sido ya rebasadas hace mucho tiempo por la troupé que nos desgobierna desde La Moncloa, esta sería la ocasión cimera: ver al sanchismo dándose golpes de pecho, gritando y gesticulando agresivamente como los guerreros maoríes de Nueva Zelanda ante los despojos de Franco, muerto en una cama de hospital hace medio siglo, es una bufonada insuperable, pero nauseabunda hasta para muchos de los que de verdad fueron antifranquistas premortem.

Esta haka, este baile socialista de guerra, no busca retar a un montón de huesos, sino que trata de agitarlos como abalorios de la suerte ante el recorrido judicial que aguarda a quienes ayudaron a Pedro Sánchez a hacerse con el control del partido. Empezando por su más fiel escudero Ábalos, portavoz del PSOE en la moción de censura contra Rajoy por un caso de corrupción que sentenció al PP por 245.000 euros en calidad de beneficiario a título lucrativo, es decir, que ni había cometido el delito ni lo conocía. A ver si Sánchez puede demostrar ahora lo mismo con la trama de sus más estrechos colaboradores.

Pero para despistar al personal es seguro que no les bastará con Franco. No sería de extrañar que en Ferraz estén ya pensando en desenterrar a Fernando VII para que no se hable de las mordidas que dice Aldama que repartía entre los ministros socialistas, así como de los servicios que el comisionista dispensaba al Gobierno en sus tratos con la dictadura de Venezuela.

Y aquí está la madre del cordero. Cuanto más agrandan el espectro de Franco, más se revela la profundidad del pozo de podredumbre en que Pedro Sánchez anda chapoteando con el régimen criminal del tirano comunista Nicolás Maduro. Ya no se trata sólo de la pestilente vinculación de Zapatero con una dictadura que mantiene en funcionamiento en el Helicoide el mayor centro de tortura de Iberoamérica.

Vale la pena escuchar a los jóvenes venezolanos que han estado allí detenidos y que hoy denuncian las inhumanas condiciones de aquel infierno a través del Proyecto Realidad Helicoide, con la ayuda de la recreación virtual. Los diputados del Partido Popular, por iniciativa de nuestro portavoz Carlos Díaz-Pache, los recibimos en la Asamblea de Madrid. Una lección inolvidable para los demócratas.

Este lugar maligno sigue funcionando en Caracas gracias también a la complicidad o la indiferencia de quienes dedican todos sus esfuerzos a luchar contra dictadores que llevan ya bajo tierra medio siglo.
Zapatero utilizó una legislatura para dividir y enfrentarnos a los españoles y después aprovechó la siguiente para arruinarnos. Su sucesor Sánchez ha logrado hacerlo todo a la vez, como discípulo aventajado que supera a su maestro a la hora de alcanzar las más altas cotas de miserabilidad y miseria, pues no por nada lideramos hoy el índice de pobreza en la UE, confirmando el triunfo del ideario del socialismo una vez más en cualquier lugar donde se pone en práctica.

Entre Zapatero y Sánchez han establecido y reforzado una conjunción siniestra entre los palacios de La Moncloa y de Miraflores que avergüenza y escalofría a cualquier demócrata. Ahí están las pruebas de los cambalaches entre el sanchismo y el chavismo.

Como aquel recibimiento a la hora de los picos pardos en el aeropuerto de Barajas a la criminal vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, por parte de Ábalos y de Koldo, con el beneplácito de Sánchez, para que dieran pase a dos carros de equipaje llenos de maletas de incierto pero presumible contenido, como atestiguó ante notario un guardia de seguridad de la terminal.

En esos tratos inconfesables –»De lo que pasó esa noche no quiero hablar ni muerto», dijo Koldo– estaría la razón de la resistencia del Gobierno de Sánchez a reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, como han hecho ya Estados Unidos, Argentina, Uruguay, Ecuador, Perú, Costa Rica o Panamá.

Por el contrario, en la lista de países que han reconocido a Maduro a pesar de la victoria de la oposición están China, Rusia, Irán, Cuba, Corea del Norte… Países que, como es sabido, aman y respetan la democracia tanto como el sátrapa de Caracas.

Sólo esto sería suficiente argumento para que España se posicionase a favor del vencedor de las elecciones y liderase en la Unión Europea la posición a favor del cambio democrático en Venezuela y de la salida del poder del dictador Maduro y su Gobierno criminal.

Pero a Pedro Sánchez el que le preocupa vivamente es Franco… Y todo por creer que Franco lavará más blanco la inmundicia de la ropa de cama bajo la que el sanchismo ha venido trapicheando con nuestra democracia, a veces literalmente como en los pisos, apartamentos y chalés de lujo en que se cotizan los favores intercambiados entre los protagonistas de la trama. Impresiona la convicción con que Sánchez espera que el espantajo de Franco pueda blanquear inmaculadamente toda la basura de su gobierno y su partido. La fe en este milagro del dirigente socialista es tan puramente franquista que para sí la quisieran su puñado de nostálgicos. Porque eso sí sería un auténtico milagro, mucho mayor que el de su mujer, que ha llegado a dirigir una cátedra universitaria para la que no tiene titulación ni para ser su propia alumna.

Cabría hasta sospechar que Sánchez pudiera tener en su mesilla de noche una falange incorrupta del general. Una sagrada reliquia para el sanchismo, a la que su líder elevaría interminables preces en sus horas de insomnio, cuando la lucecita de La Moncloa sigue encendida y ni siquiera el visionado de los noticiarios amigos le consiguen adormecer exaltando su misión al frente de esa pluralidad de desatino en lo universal que pretende ser la nueva España plurinacional sanchista.

Quizás le atormenten en su lecho los recuerdos de aquellos viajes por media España en un Peugeot 407 con Ábalos, Santos Cerdán y Koldo, vendiendo como charlatanes supuestos crecepelos y vigorizantes o, como en el famoso cuento de Bocaccio, reliquias que no eran tales. Ahora sus astutos socios y sus mercancías falsas, con los que preparó su retorno triunfal, se han convertido en una pesadilla que le quita el sueño, como lo hace también el móvil de su fiscal general, porque todo parece apuntar hacia él mismo.

Por eso, en la soledad de la noche, sobre su colchón atornillado al piso de la estancia para evitar la mudanza, Sánchez vela sus armas contra los eternos enemigos del régimen, mientras escucha con veneración la voz aflautada que sale de la falange incorrupta de su mesilla de noche: «Desengáñese, amigo Sánchez, que vienen a por nosotros, que vienen a por nosotros».

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