Opinión

Eurovisión como escaparate del nazismo español

Excluyendo a la odiada por la izquierda Chanel Terrero en 2022, la posición media en la que ha quedado España en el Festival de Eurovisión en los últimos 10 años ha estado entre el puesto 22 y el 23, de un total de 26 finalistas. El récord lo logró un tal Manel Navarro que en la final de 2017 en Kiev se pegó un gallo épico con el que logró quedar último; pero le siguen de cerca otro presunto fulano llamado Blas Cantó que en 2021 igualó el resultado de Melody en 2025 quedando antepenúltimos. Sólo Chanel, que quedó tercera, y Blanca Paloma, que se hizo con el puesto 17 en el festival celebrado en Liverpool en 2023, fueron capaces de superar el puesto 21; el resto, todos han estado del 20 para abajo en un Festival que no ganamos desde el año 1969 y en el que sólo Chanel ha quedado entre los 5 primeros en los últimos 30 años.

En 2024 llevamos a Eurovisión a una señora mayor que, acompañada en el escenario por dos bailarines drag queen barbudos vestidos sólo con un corsé tipo tanga, se dedicó a gritar ¡Zorra! en un himno progre muy aplaudido por los podemitas que veían en esa horterada un tedeum feminista y de empoderamiento. Quedó en el puesto 22. En 2018 mandamos a una pareja muy jovencita, navarra ella y catalán él, que habían salido de Operación Triunfo y que se regalaban entre ellos el libro de Albert Pla España de mierda para grabar el momento y subirlo a sus redes sociales presumiendo de cómo les íbamos a premiar por insultar a España. Quedaron en el puesto 23. Y así, año tras año, un bochorno insoportable tras otro.

Radio Televisión Espantosa, como muy bien nombró Rosa María Mateo al sectario ente del que fue administradora, manejada siempre por la extrema izquierda, ya fuera a través de los Viernes Negros y los sindicatos, cuando gobernaba el PP, o bien de forma directa como hace ahora el sanchista José Pablo López que la preside, ha convertido Eurovisión en un negocio en el que recaudan una fortuna del televoto, engañando a unos euroforofos a los que hacen creer que eligen algo con sus votos, cuando al final son ellos siempre los que, de una forma o de otra, eligen al artista al que van a mandar a hacer el ridículo cada año, poniendo más atención a que el candidato contente a los independentistas y sea del agrado de la extrema izquierda en general.

Por eso tenemos que celebrar como una buenísima noticia que el próximo año nos vayamos a ahorrar el bochorno de Eurovisión, aunque el motivo sea tan repugnantemente nazi como el elegido. La mayoría de extrema izquierda del Consejo de Administración de RTVE ha aprobado que España no participe en el Festival de Eurovisión de 2026 en el caso de que lo haga Israel, imitando las decisiones tomadas ya por Países Bajos, Eslovenia, Islandia e Irlanda, a cuyos gobiernos también habría que echar de comer aparte. Pedro Sánchez lleva años esforzándose por convertirse en un líder mundial de los países gamberros de extrema izquierda, admirado por los terroristas de Hamás, respetado por los narcoterroristas de Venezuela, apartado y despreciado por todas las democracias occidentales.

Sánchez insulta al Gobierno democrático de Israel que se defiende con todas las garantías legales de unos salvajes que aún mantienen más de 50 secuestrados, más de 20 de ellos con vida y sometidos a tortura. Terroristas que usan a la población de Gaza como escudos humanos y monopolizan toda la ayuda humanitaria que entra en la zona para mantener a los palestinos sometidos a su voluntad mediante el hambre. Asesinos que retransmitieron al mundo como el 7 de octubre de 2023 violaban a las mujeres, degollaban recién nacidos y quemaban vivos a los ancianos, asesinando en directo a más de 1.200 personas. Y pese a todo esto, Pedro Sánchez presume ante el mundo entero de los aplausos que recibe de los asesinos, violadores, torturadores y secuestradores de Hamás. Eurovisión será el mejor escaparate para que el mundo sepa quién es Pedro Sánchez.