Opinión

¿Y éstos son los que dan lecciones de periodismo?

Los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica son tan viejos como la propia institución por mucho que para el diario El País existan desde hace 15 días. Sin entrar en lo acaecido en siglos anteriores, donde estos delitos fueron perpetrados y ocultados con suma facilidad, los siete mayores escándalos de pedofilia dentro de la Iglesia han aparecido en los últimos 25 años y en siete países distintos. Desde los cientos de curas que abusaron de más de 1.000 niños en Pennsylvania a los 158 clérigos investigados en Chile —ambos destapados en 2018— o el escándalo del poderoso padre Marcial Maciel en México (2006), que abusó de menores, estuvo casado con dos mujeres, tuvo varios hijos y consiguió que el Papa Juan Pablo II callara connivente durante años. Son sólo algunos ejemplos de una lacra que hay que perseguir y denunciar sin ningún miramiento.

No sólo se trata de evitar que ocurran en el presente las atrocidades del pasado, sino de resarcir el dolor de todas aquellas personas que sufrieron esas vejaciones. Más, si cabe, en países que están regidos por democracias de plenas garantías como, por ejemplo, es el caso de España. Sin embargo, hay que tener cuidado para no utilizar un problema tan sensible de manera maniquea y, desde luego, evitar  su instrumentalización política. En ese sentido, es intolerable el uso interesado que El País está haciendo del tema en las últimas semanas. Convirtiendo una causa de décadas en un asunto de «aquí y ahora». Sobre todo porque, a través de esta táctica, se ha puesto al servicio del Gobierno de Pedro Sánchez para tratar de amedrentar a la Iglesia y que así no acoja los restos de Francisco Franco en La Almudena.

Nadie en su sano juicio puede justificar, ni por un instante, a los pedófilos por mucho que estén dentro de la Iglesia. En un Estado de Derecho, quien la hace, la paga, ya sea obispo, cura, electricista o arquitecto. Sin embargo, tiene que ser la ley quien investigue y dirima los delitos. Lo que resulta intolerable es que un medio de comunicación actúe como una pistola humeante para amenazar de manera velada a la Iglesia si se atreve a acoger la momia del dictador Francisco Franco. Es una campaña demasiado demagógica para una cabecera que se jacta de ser el paradigma del buen periodismo y se atreve a dar lecciones de ética y moral al resto de medios. La pedofilia debe ser erradicada. El periodismo hipócrita e interesado, también.