Opinión
(Con los comunistas mandando tanto como en el 36)

Esto es un proceso revolucionario

Los primeros síntomas de este nuevo Gobierno son aterradores. Y, mucho me temo, que tan sólo un pequeño botón de muestra de lo que está por venir con el estalinista Pablo Iglesias como presidente de verdad por mucho que en su cartera ponga “Vicepresidente del Gobierno de España”. Lo habitual, desgraciadamente, cuando hay gobiernos de coalición. Manda el pez chico, no el grande, un grande que es perfectamente consciente de que el chico no tiene nada que perder y que un simple feo le puede dejar sin el oropel de Moncloa, los lujos del Falcon y los pajarillos y las florecillas de Quintos de Mora o Doñana. Conclusión: mandará el que se metió en el bolsillo 35 de los 350 diputados de la Cámara Baja, es decir, la décima parte. Muuuyyy fuerte. Tiempo al tiempo.

El ninguneo al Rey es premonitorio anticipo de lo mal que lo va a pasar una institución que cuenta con el odio declarado del que será vicepresidente, el sujeto malencarado que se emociona viendo cómo apalean a un policía, cómo azotan hasta sangrar a una mujer y cómo se guillotina a un monarca o a un adversario político. Un individuo que quiere declarar la República por las bravas y mandar a Don Felipe al puerto de Cartagena como su bisabuelo. Anunciar quién será el próximo presidente pasándose por el arco del triunfo la ronda de consultas del Rey es una vulneración del artículo 99 de la Constitución y, por ende, una ilegalidad como la copa de un pino. Hacerlo en pleno viaje del jefe del Estado a Cuba, donde le has mandado en un obvio desprecio a los derechos humanos, es un chuleo de marca mayor, propio de un Sánchez que va de Bogart por la vida y que, para colmo, está amedrentado por su vicepresidenciable.

Pero hay más síntomas para la intranquilidad. Esa presentación pública del preacuerdo de Gobierno PSOE-Podemos sin preguntas es fiel antesala de lo que le ocurrirá a la libertad de expresión en los próximos meses con un Pablo Iglesias que, recuerdo, ahí está la hemeroteca, es partidario de “nacionalizar todos los medios de comunicación privados”. Obviamente, este fenómeno no se consumará de la noche a la mañana sino que tardará tiempo, tal vez años, pero a ningún analista de la historia se le escapa que una vez que coja carrerilla será imparable. Empezarán con alguna ley que, en embustera defensa de la veracidad, otorgue al Gobierno o a algún paniaguado la potestad de sentenciar qué periódicos, radios o televisiones dicen la verdad y cuáles están abonados a las fake news. Medidas aparentemente blandas que se noten poco para que, cuando nos demos cuenta, sea imposible reaccionar porque o bien has tenido que cerrar, bien hay un nuevo régimen que directamente te ha ilegalizado. Sobra puntualizar que OKDIARIO es el objetivo a batir número 1 de esta banda, que diría Albert Rivera.

El pensamiento único, que iba ya por buen camino, lo tiene ahora expedito para imponer esa VERDAD que es más falsa que Judas. Porque cuando una VERDAD considera mentira todo lo que defiende el discrepante es que estamos ante una MENTIRA tan burda como despótica. Vamos por muy mal camino teniendo en cuenta que la opinión publicada es la que conforma la opinión pública y que el 75% de la opinión publicada está en estos momentos en manos de la izquierda o, más bien, de esa extrema izquierda que impone su semántica, su relato y su imaginario con puño de hierro en guante de acero.

Estamos tal vez ante el peor momento para la democracia constitucional de los últimos 41 años excepción hecha del 23-F

El tufo despótico del preacuerdo va más allá. Iglesias, caudillo por la gracia del diablo de una Sociedad Limitada llamada Podemos en la que el otro 50% está en manos de su Irena, se ha vuelto a ciscar en las normas internas de su formación que obligaban a pasar por el tamiz de la militancia la entente con Pedro Sánchez. El secretario general socialista lo tiene más fácil: alteró los estatutos para poder hacer lo que le viniera en gana y luego someter su realganismo al arbitrio de la militancia. Para sortear a esas bases a las que el presidente no quiere ver ni en pintura, bastaba con denominar “preacuerdo” a lo que en realidad es un acuerdo puro y duro. Una cuestión semántica que no es precisamente baladí.

Que nadie se engañe: estamos tal vez ante el peor momento para la democracia constitucional de los últimos 41 años excepción hecha del 23-F. O no porque el 23-F que comenzó metiéndonos el miedo en el cuerpo a todos los demócratas españoles degeneró en charlotada, tal y como se puede comprobar repasando los vídeos del asalto al Congreso por parte de un Antonio Tejero que tiene más de Torrente, “el brazo tonto de la ley”, que de Francisco Franco. Tan cierto es que los Picapiedra, Pedro y Pablo, han sido elegidos democráticamente como que el hijo de Satanás de Adolf Hitler llegó al poder tras pasar por las urnas o como que Hugo Chávez se aprovechó de su contundente victoria en las elecciones de 1998 para instaurar una dictadura de facto y ahora con su sucesor Maduro prácticamente de iure.

Los últimos acontecimientos vividos en España sugieren que vamos por muy mal camino. Tanto Hitler como Chávez desmontaron el poder judicial para gobernar sin el más mínimo contratiempo. Ya se sabe que lo de la separación de poderes no mola demasiado a los políticos democráticos y directamente nada a los que esconden ínfulas tiránicas. Las tres sentencias que más interesaban y afectaban a los planes de La Moncloa han salido como ellos querían, sin matiz alguno. Han representado una victoria por goleada para Sánchez. El fallo del 1-O no sólo deja en sedición lo que a ojos de todo el mundo y especialmente de los cuatro fiscales constituía una rebelión sino que, además, encubre un indulto al permitir excarcelar a los golpistas antes de que se cumpla la mitad de la condena. Vamos, que en Año Nuevo estarán en la calle campando a sus anchas y mofándose de este Estado tonto que nos ha caído en desgracia.

La de Alsasua es un regalete a unos proetarras que, de la mano de Bildu, garantizan el sillón a la socialista Chivite en el Gobierno de Navarra. Lo de Franco es para mear y no echar gota: tan cierto es que basurosa Ley de Memoria Histórica en mano, y también apelando a la ética más elemental, se podía exhumar al dictador del Valle de los Caídos como que se privó a la familia de un derecho tan elemental como es el de poder reinhumar a su deudo donde les salga de los pelendengues. Si no ha habido maniobras orquestales en la oscuridad, desde luego lo parece. Y las cosas suelen ser como parecen. El asalto a la Justicia es más importante en un proceso revolucionario que el asalto a los cielos. Y eso el coletudo lo tiene clarinete. Mientras tanto, las calles, las estatuas y los estadios olímpicos dedicadas a multiasesinos como Carrillo, Pasionaria, Largo Caballero, Prieto o Companys ahí siguen desafiando a la verdad histórica y al Parlamento Europeo.

Las cesiones de Sánchez a los independentistas ni comienzan ni terminan con el fallo (literalmente fue un fallo) sobre el 1-O

El proceso revolucionario es idéntico al de ese Frente Popular que en 1936 nos condujo al acabose, destruyendo el primer experimento seriamente democrático de nuestra historia y provocando un golpe de Estado que nos condujo a una dictadura que pervivió 36 años (eso sí, menos que la dictadura nacionalista que sufren los catalanes desde 1980). Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Pues bien, lo de ahora es lo mismito que lo acontecido entre 1936 y 1939: la unión de socialistas, comunistas e independentistas para arrasar a todo el adversario ideológico. Y en aquel momento procesal de la historia, como me huelo que sucederá en el que se nos viene encima, los moderados acabaron arrinconados por los exaltados.

Ahora, como entonces, la explosión de España está servida. Las cesiones de Sánchez a los independentistas ni comienzan ni terminan con el fallo (literalmente fue un fallo) sobre el 1-O. Hay que recordar que el baranda de un partido impecablemente constitucional con Felipe González okupó Moncloa gracias a los “síes” de ERC y PDECat. Y lo hizo apenas ocho meses después de que estos dos partidos perpetraran un golpe de Estado. También recibió los votos de los embajadores en las instituciones de los asesinos de 11 socialistas, me refiero obviamente a Bildu. Y qué decir del plácet que dio el presidente del Gobierno a ese relator que proponía el racista, xenófobo y golpista Torra para arbitrar una “negociación bilateral” que nos vendieron como la panacea a la situación límite en la que el fascismo indepe ha metido a Cataluña.

Golpistas, proetarras, Iglesias y, mucho me temo que también Sánchez (que no el PSOE), tienen in mente sepultar la España del 78 y propiciar un régimen constituyente al más puro estilo chavista para, con la excusa de acabar con los restos del franquismo, instaurar en España un sistema totalitario de signo contrario con apariencia democrática. Ni más ni menos, ni menos ni más. El que no quiera verlo, que continúe haciéndose trampas al solitario. Esto no es algo que se vaya a materializar de la noche a la mañana. No. Antaño, los cambios de régimen eran cuasiinstantáneos porque se hacían a sangre y fuego. Hoy son infinitamente más lentos, por aquello de que la violencia está afortunadamente mal vista, y por ello infinitamente más efectivos a largo plazo. Nadie todavía ha demostrado la falibilidad de la gota malaya. Nuestro presidente en funciones es un vulgar aprendiz de Azaña porque, aunque en talento político e intelectual está a diez mil millones de años luz del alcalaíno enterrado en Montauban, es calcadito en su afán de ceder, ceder y ceder con tal de mantener la poltrona. Cuidadín porque eso de vender tu alma al diablo termina siempre como el rosario de la aurora y con Belcebú mangoneándote como si fueras una vulgar marioneta. Menos mal que seguimos en la UE porque es lo único que puede salvarnos de acabar como en el 36. Claro que la UE tampoco es ya lo que era…