Esta basura tiene que ir a la cárcel
Pablo Hasél es al civismo lo que un estercolero al buen gusto. La basura ética y moral que profiere como una metralleta mediante las redes sociales debería hacer reaccionar a la Fiscalía. Este rapero de la infamia hace de sus declaraciones y pensamientos un constante enaltecimiento del odio, un delito tipificado en el artículo 510 del Código Penal y castigado con penas que oscilan entre uno y cuatro años de cárcel. Obsesionado con la desgracia ajena hasta bordear la patología crónica, intenta ganar a través de la polémica el lugar de notoriedad pública que no consigue por sus deficientes dotes artísticas. El amigo de Juan Carlos Monedero hace de sus intervenciones en Twitter un deseo constante de muerte ajena. Los últimos afectados por ese verbo suyo a modo de fosa séptica han sido los componentes de la gran familia del Real Betis Balompié. Hasél ha deseado la muerte de la directiva, plantilla y personal del conjunto verdiblanco. Una pulsión intolerable a colación del fichaje frustrado del internacional ucraniano Roman Zozulya por parte del Rayo Vallecano.
Zozulya es víctima de los prejuicios extremistas de los Bukaneros, seguidores radicales del Rayo Vallecano, quienes lo acusan de “nazi” por tener una foto con armas y declararse patriota. Zozulya no tiene causa alguna pendiente con la justicia. No obstante, y ante la controversia provocada por su fichaje, el Betis ha optado por recuperarlo y sus compañeros han decido salir en su defensa. Un gesto de lealtad y compañerismo que ha encendido la ira de ese salvaje civil llamado Pablo Hasél. Este individuo ya se alegró públicamente de la trágica muerte del torero Víctor Barrio: “Si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas”. Una ignominia que ha repetido en innumerables ocasiones. Condenado por enaltecimiento del terrorismo tras celebrar los atentados de ETA, Grapo y Al Qaeda, este indocumentado moral debería dar con sus huesos en el presidio por continuar por la senda de expresiones como “no me da pena tu tiro en la nuca, pepero” o “que alguien clave un piolet en la cabeza de José Bono”. Una persona así no puede convivir con el resto de ciudadanos.
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