La España de Sánchez vista por Wenceslao
Cuenta el cronista parlamentario que en una sesión de las Cortes se debatió sobre las nueve mil pesetas que los diputados catalanes habían gastado del presupuesto del Congreso en hacer viajes en avión. Uno de los interpelados defendió el estipendio diciendo que “la suma es pequeñísima”, ya que “repartida entre los cuatrocientos y pico diputados, toca tan sólo a veinte pesetas por cabeza”.
Aquel argumento impresionó al periodista, quien no pudo sino terminar aquel artículo con expresiones de admiración: “¡A veinte pesetas por cabeza! Vosotros voláis y los demás pagan a escote. Ved ahí -sin ironía alguna- un auténtico “hecho diferencial”. Sois superiores”.
En mis tiempos, algo lejanos ya, de estudiante de Periodismo tuve la suerte de encontrarme con un maestro que aunaba en su cátedra la enseñanza del mejor estilo de escritura, la incisiva pero entrañable mirada sobre la complejidad de los seres humanos y la más amable noción del valor de la independencia de juicio. Aunque su figura ya no era de este mundo, su obra seguía y sigue latiendo con fuerza en el bosque animado de lo que está destinado a pervivir siempre.
Me refiero a Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964), otra extraordinaria figura cuya memoria ha quedado a merced de la general inquisitoria sobre su papel en la Guerra Civil y la dictadura, que paradójicamente olvida su condición de superviviente del Madrid revolucionario, en el que fueron asesinados 65 redactores, colaboradores y obreros del diario monárquico Abc donde escribía. Salvado por el también periodista Julián Zugazagoitia, director de El Socialista, Fernández Flórez tuvo la gallardía de ser el único de los testimonios de descargo solicitados por el que fue ministro de Negrín que acudió a declarar en su favor ante el consejo de guerra franquista.
“Debo inmensa gratitud y quiero que no se os olvide, al escritor Wenceslao Fernández Flórez. Su conducta para conmigo es verdaderamente admirable, y todo cuanto te diga de él reflejará pálidamente la conducta en que inspira su ayuda”, escribió Zugazagoitia a su hermano Genaro seis días antes de su fusilamiento por los franquistas.
Las crónicas parlamentarias de Fernández Flórez, como la que abre este artículo, me parecieron merecer por sí solas una asignatura entera en mi etapa universitaria. Publicadas bajo el título de Acotaciones de un oyente durante dos periodos de la España del primer tercio del siglo XX, 1916-1921 y 1931-1933, las compiló Prensa Española en dos volúmenes, con estudio preliminar de otro gran maestro, este en vida entonces, de mis años en Periodismo: el historiador Carlos Seco Serrano.
En caso de reedición, los sumos sacerdotes de la cancelación tendrían muy complicado reescribir las descripciones del autor de El malvado Carabel como han hecho con las de Roald Dahl. Vean si no, a modo de ejemplo, su retrato de un orondo diputado como Pedro Sáinz Rodríguez: “Catedrático erudito, de carnes en latifundio”.
Que sobre las crónicas de Fernández Flórez no pasa el tiempo, lo demuestra su capacidad para reflejar la España de su época, pero también la de nuestros días, bajo un gobierno que ha subastado los fundamentos del Estado a los peores postores, como son quienes aspiran a derribarlo. Vean este surtido de citas, traídas del volumen II de Acotaciones de un oyente y del propio Abc:
Los indultos del “procés”. “Los políticos saben que pueden hacer impunemente cuanto quieran. Se patalea un poquito, se les despelleja otro poquito, y se olvida todo. Entre nosotros la responsabilidad es incoercible. Puede servir para tema de un artículo, para señuelo de unas elecciones, para eje de un debate con bellos discursos, para viajar gratis… Pero nunca para que el político que se excede, el que delinque contra el país, reciba su merecido”.
Supresión del delito de sedición y reforma del de malversación. “El Estado no puede seguir produciéndonos esta impresión de que un día cualquiera, al grito de “manos arriba”, le hacen poner en alto -como a un trasnochador sorprendido- los brazos, medio cubiertos por sus manguitos de chupatintas, y le cacheen y le arrebaten desde la cartera de Hacienda hasta el cañón que lleva en el bolsillo trasero”.
Un ex ministro del Gobierno en el Constitucional. “En vez de alquilar un palacio para instalar en él las oficinas del Tribunal [de Garantías Constitucionales], erijamos un templo con material incombustible donde guardar a los ministros del actual Gabinete. Cómodas hornacinas, tapices que velen las actitudes meditativas de los semidioses, naves en penumbra refrescadas por un surtidor de agua u azucarillos. Ofrendas. Humo de tabaco, aroma de mayor laicismo que el del incienso. Y cuando un ciudadano o una entidad precisen aclarar si son contrarios o no son contrarios a la Constitución un acto de cualquier Gobierno o una ley de cualquier Parlamento, elevar la consulta -como se eleva una oración- y esperar a que el coro de supergobernantes formule la respuesta”.
Asaltar los cielos. “Pero ¿habéis acabado ya con el capitalismo? Los graves problemas de la Hacienda, ¿no son típicos de un régimen burgués? Esos propietarios que no pueden vender sus valores, esos comerciantes que amenazan con darse de baja en la contribución, esos industriales que ven disminuir los pedidos, ¿no son una realidad de tipo conservador?”.
El valor de S´ha Acabat!. “Todo lo que dijo anteanoche Royo Villanova acerca de los que se hace y lo que no se hace en la Universidad de Barcelona es infinitamente más trascendental para España que ese conflicto de los “rabassaires”. (…) Pero la persecución sistemática, la exclusión decidida a todo lo español en aquel centro donde se forma la mentalidad de los hombres de mañana representa un daño inferido al Estado español en uno de sus más vitales elementos. (…) Y no puede escudarse tras una pretendida oposición a un Gobierno determinado, tras una discrepancia con una manera de conducir los asuntos públicos. Va derecha, certera y perturbadora contra la esencia del Estado, de la propia España”.
Ferrovial. “El dinero no huye de donde cree hallar seguridades. El dinero no es republicano ni monárquico. (…) Basta ya de dirigir nuestros puños cerrados hacia el brumoso Amsterdam cada vez que nuestra peseta pierde unos céntimos”.
Son sólo unos ejemplos, pero podrá juzgar el lector si responden o no a la actualidad española las citas de este genial cronista de las Cortes del primer tercio del siglo pasado que fue Wenceslao Fernández Flórez. Seguramente, al escribir aquellas páginas pensó que al día siguiente envolverían un pescado rígido, sin poder imaginar siquiera que nueve décadas después su prosa seguiría envolviendo, como antaño, la penosa deriva de toda una bancada: la del Gobierno de Pedro Sánchez.
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