Opinión

España no se merece un presidente que permite humillar a España

Pedro Sánchez está perdido en medio de una tempestad golpista y tarde o temprano naufragará. Como Jefe del Ejecutivo, el socialista sólo tenía dos caminos a la hora de atajar la crisis social y política en Cataluña tras el 1-O: hacer uso de la Constitución española aplicando el Artículo 155 o susurrar al oído de Quim Torra todo lo que el separatista quiere oír. Sin duda alguna, Sánchez ha decidido ser sólo el presidente de los golpistas catalanes y ha condenado a los españoles a la humillación.

Este jueves España ha sufrido un gravísimo ultraje por parte de Sánchez. El presidente de España ha tratado a Torra como si fuera un Jefe de Estado más, como si Cataluña, lejos de tratarse de una parte de nuestra nación, fuera un país con entidad propia. Ha permitido reunirse en una sala del Palacio de Pedralbes dominada por dos flores de Pascua amarillas –el simbólico color de los golpistas–, a través de las cuales se pedía descaradamente la libertad de los instigadores del procés encarcelados por perpetrar un Golpe de Estado. Y no sólo eso, además ha alimentado las ansias de poder de los secesionistas abriendo la puerta a un referéndum no vinculante atropellando por completo la Carta Magna.

Y, por si la afrenta a España no había sido suficiente, el Gobierno, haciendo una reverencia a los golpistas, ha calificado la cumbre de “positiva”, mientras que Elsa Artadi, la consejera de Presidencia de la Generalitat, no ha tardado en despreciar el gasto que ha supuesto el traslado de este Consejo de Ministros a las arcas públicas. Un erario, por cierto, del que sale mensualmente su salario como cargo público. “Para aprobar acuerdos menores, quizá no hacía falta venir”, ha dicho con desdén la catalana refiriéndose a la condena del consejo de guerra de Lluís Companys y el cambio de nombre de El Prat que ahora se llamará Josep Tarradellas.

Los humillados españoles, como si del arte del toreo se tratara, ya le han dado a Sánchez un primer aviso haciendo una sangría de votos en Andalucía. El permanente servilismo del presidente a los golpistas catalanes tendrá consecuencias electorales para el PSOE y mandará a Sánchez a los toriles de Ferraz, el lugar del que probablemente jamás debió salir porque no ha sido capaz de ganar ninguna de las dos elecciones generales a las que se presentó.