Opinión

La economía española se desangra

Escribía aquí, en Okdiario, la semana pasada que un nuevo cierre económico sería la puntilla para la economía española. Si entonces decía que no dejaban de oírse, cada vez con más intensidad, a muchas personas que piden que se repita de nuevo el encierro de primavera, de manera que quieren que, de nuevo, tengamos esa especie de arresto domiciliario a la que llamaron incorrectamente confinamiento, hoy tengo que decir que esas voces no disminuyen, sino que aumentan.

Varias CCAA han tomado la decisión de cerrar la actividad no esencial a horas muy tempranas -las seis de la tarde-, la última, Andalucía, y otras, como Asturias, Galicia, Castilla y León, Navarra y Murcia, han decidido cerrar por completo esa actividad no esencial, de manera que los ciudadanos pueden salir a la calle, pero no pueden ir prácticamente a ningún sitio. Al mismo tiempo, la ya mencionada Asturias, ha solicitado el mal llamado confinamiento domiciliario, junto con alguna ciudad autónoma, mientras otras regiones de las antes citadas solicitan tener la posibilidad de aplicarlo si lo consideran pertinente.

Todo ello es irracional. Parece mentira que no se den cuenta de que dicha dureza en el encierro no sirve de nada para erradicar la pandemia. Quizás para frenar algo los contagios, pero a un coste imposible de asumir, porque se llevaría por delante la economía. Incluso alguien sensato como el consejero de Justicia de la Comunidad de Madrid ha dicho que entendería dicho encierro domiciliario en las regiones que lo necesiten y apoyado en criterios técnicos. Se equivoca en esta ocasión: dichos criterios deben tener en cuenta también las alternativas y el quebranto económico que puede causar unas y otras, y el no dejar salir a las personas de sus domicilios no es tan efectivo desde el punto de vista sanitario -ahí están los datos: España, con el más duro encierro de todos los países cuenta con una de las peores cifras en relación con la pandemia en el contexto internacional-, y, además, hunde la economía.

La actividad económica española ha disminuido notablemente. Mientras el Gobierno de Sánchez trata de vender que esa especie de “Plan Marshall” será la panacea de todos los males, la realidad es bien distinta. En primer lugar, la ayuda europea no va a llegar de inmediato, sino que los primeros fondos pueden que se reciban en septiembre de 2021. En segundo lugar, tiene que haber capacidad para ejecutarlos. En tercer lugar, hay que intentar que no se pierdan sinergias si se intenta hacer un reparto regional. En cuarto lugar, debe lograr invertirse en proyectos que sean tractores del crecimiento estructural. Y en quinto lugar, no deben malgastarse alimentando partidas de gasto recurrente no necesario, porque sólo empeoraría las cosas. Junto a ello, como parte también de la realidad, de la cruda realidad, nos encontramos con un panorama empresarial desolador, donde más de 90.000 empresas (91.560, exactamente) han cerrado, según la Seguridad Social. Es algo que se puede comprobar en cada paseo que se dé por cualquier pueblo o ciudad. Estremece ver en una misma manzana un conjunto de locales cerrados, uno detrás de otro.

Con las nuevas restricciones, muchas empresas del sector comercial han anunciado que volverán a emplear la figura de los ERTE mientras duren las mismas, pero algunas que antes completaron el sueldo de sus empleados en esta situación hasta el 100% del salario ya no lo harán ahora, porque las cuentas ya no dan más de sí. En cuanto a las cafeterías, bares y restaurantes, muchas que cierren ahora por las restricciones en los lugares afectados no volverán a abrir, con la pérdida de puestos de trabajo que implica.

España no va a mejorar sanitariamente por cerrar más, sino por gestionar más eficientemente todo el plan sanitario. Hay una parte mayoritaria de la población a la que el virus no afecta de manera importante. Protejamos a los vulnerables y el resto, a trabajar. De esa manera, se podrá comenzar la recuperación, porque si se insiste en estos nuevos cierres, entonces, como digo, muchas empresas ya no volverán a abrir, amén de que muchas personas terminarán con enfermedades mentales o circulatorias. No se trata de salvar la campaña navideña, sino de salvar la economía, porque si ahora se para, las empresas no llegan a Navidad. Y salvar la economía es salvar la sanidad y la salud. Mientras no comprendan esto, mientras no se den cuenta de que con cada restricción envían a miles de familia a la miseria, no habremos iniciado el camino de la recuperación. Quienes hablan tan a la ligera de cerrar, deberían reflexionar sobre sus consecuencias, también en vidas humanas, pues una depresión económica provocará más muertes que el virus. La economía se está desangrando y, con las restricciones, en lugar de hacer un torniquete para taponar la hemorragia, están sajando la herida mientras muchas personas tienen verdaderos problemas para alimentar a sus familias.