Opinión

Delicias para parar un tren

Estos días de otoño, que me parecen una preciosidad, los estoy pasando en Madrid. La capital del reino da más juego para estar informada en asuntos serios que mi Sevilla natal, aunque sea la ciudad más bonita del mundo. «La belleza no lo es todo», dijo en alguna ocasión por conveniencia la esteta empedernida. Tenía previsto escribir esta columna sobre la manifestación que tuvo lugar el domingo contra el Gobierno, pensaba hacer una crónica divertida y estudiada; pero resultó que me entretuve con otros asuntos y no llegué a tiempo. Sin embargo, tengo muchas otras cosas interesantes que contarles que, sin tener que ver directamente con la política, son de actualidad.

Comenzaré por el ingreso de la arquitecta y diseñadora Patricia Urquiola en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Un solemne y precioso acto, que tuvo lugar la tarde del pasado domingo. Contestó su discurso Alfredo Pérez de Armiñán y de la Serna, que fue rotundo y riguroso, como nos tiene acostumbrados. Él ya sabe que yo deseo apasionadamente formar parte de esta institución. De momento, me permitieron presentar allí un libro hace un par de años, en el mismo impresionante salón en el que tuvo lugar el ingreso de esta nueva académica de número.

Tras el ceremonial, se nos ofreció un cóctel para celebrar y poder charlar con la afortunada y agradable Urquiola. En él, conocí a la restauradora del museo Thyssen Alejandra Martos, la hija de Raphael, con la que estuve un buen rato charlando sobre artes y otras cosas imprescindibles. Me contó que ha restaurado obras de Cranach, Carpaccio y ahora investiga la técnica al pastel de Degas. La acompañaba su guapísima hija, que también tiene inquietudes artísticas. Desde luego esta saga tiene talento, aptitud, disposición e inspiración. Fue un verdadero placer su compañía.

También llegué tarde a la manifestación, porque estuve en la sala Canal de Isabel II viendo la exposición de Lorenzo Caprile, al que ya he felicitado, me gustó mucho. Un ejercicio museístico, escenográfico y conceptual muy conseguido, que enriquece la oferta cultural de la ciudad generosamente. De nuevo, la simbiosis entre piezas de alta costura y otras de grandes maestros de la pintura, asociaciones hechas con base en conceptos, esencias, épocas o simples componentes estéticos. «El juego de la moda», como dice mi último ensayo, en estado puro.

Visité la feria de arte contemporáneo Estampa. Y, con alegría, puedo decir que vi una curva ascendente en las propuestas. El ambiente era estupendo y divertido, la oferta pictórica bastante digna y de las ventas poco puedo decirles, porque yo no soy consumidora. Tengo muchos cuadros en casa, pero todos han sido regalos de amigos o intercambios por otros trabajos. Las personas creativas actuamos así de forma natural: yo te escribo tal y tú me pintas cuál. Es una forma magnífica y preciosa de dar una parte de ti a alguien que aprecias sin pasar por la imposición capitalista, aunque siempre subyace.

También he tenido tiempo de ir al cine. Vi La Sustancia, una película desgarradora que trata la dictadura de la belleza de una forma tan cruel como visceral, con escenas muy desagradables. El tema de base es la tentación de la pócima de la eterna juventud, tampoco es que ponga nada nuevo sobre la mesa; pero es original el tratamiento y Demi Moore está espléndida en su papel de ángel caído. Es una sátira feroz con los pies en la tierra. ¡Cuántas mujeres empiezan con un pinchacito aquí, un tironcito allá y luego ya no tienen escapatoria de ellas mismas!

No se impresionen si les cuento que también en este fin de semana he visto Malinche, el musical de Nacho Cano. Al salir de la feria Estampa, fui invitada de manera natural. La historia sobre México está narrada de forma extraña -en ocasiones con cierto cinismo inapropiado-, no puedo decir que me encantara, lo siento; aunque no cabe duda de que había grandes artistas sobre el escenario. Y así, entre artistas, se han ido agotando mis energías, a la vez que enriqueciendo mis horizontes. No ha habido política, pero reconozcan que un descansito de tanta indecencia es de agradecer. Hasta la semana que viene, que sean muy felices.