Opinión

La cobardía moral de una ministra que se comporta como «la señora de Iglesias»

La ministra de Igualdad, Irene Montero, presume de dedicar su tiempo a defender los derechos de la mujer. Su Departamento se gasta una millonada en estudios e informes surrealistas -qué decir de las «sopas lésbiscas» y demás mamarrachadas- para «educar en la diversidad» y crear conciencia sobre la importancia que tiene la «formación específica en diversidad sexual». Pero cuando le preguntan  si cree que su pareja, Pablo Iglesias, cometió «violencia machista» al retener durante meses la tarjeta  del móvil de su ex asesora Dina Boulsselham,  calla y acusa al PP de «hacer una oposición sucia».

La hipocresía y la cobardía moral de Irene Montero es infinita. En realidad, su feminismo es de boquilla, porque cuando tiene que dar un paso al frente y denunciar el comportamiento de su pareja, agacha las orejas, se va por los cerros de Úbeda y exhibe una impostura insoportable ante el silencio cómplice del feminismo radical. Irene calla y consiente, dejando claro que se comporta como «la señora de Iglesias».

«¿Considera usted que visionar y custodiar imágenes e información íntima de una persona sin su consentimiento es una forma de violencia machista?», le preguntó la senadora del PP Sofía Acedo. Acorralada, Montero se ha mostrado incapaz de responder. La prueba del nueve de que su defensa de la mujer es pura pose, una mera fachada.

«Si tu chico te controla el móvil, cuéntalo», rezaba un lema institucional de 2017. Pues bien: a Irene Montero habría que decirle que «si tu chico controla el móvil de otra, no te calles». Y más aún si eres ministra de Igualdad.  «No hay nada más machista que la actitud del señor Iglesias y la asunción de todas ustedes, que permanecen en en un feminismo sectario, ideológico y vacío, con eslóganes como ‘sola y borracha, quiero llegar a casa’. Llegue a su casa como quiera, pero hágalo con su tarjeta de móvil», le ha lanzado la senadora Acedo.

La respuesta de Montero abochorna a todas las mujeres: «El PP tiene la costumbre de convertir el poder legislativo en una cloaca». Patético.