Las cloacas eran Podemos
La última vez que vi a Pablo Iglesias y a Irena Montera fue con motivo de la enésima querella que nos pusieron. El agradable encuentro aconteció el viernes 20 de diciembre a las puertas de los juzgados de Collado Villalba. Eran las 9.00 de la mañana y yo me aproximé a la puerta de la vetusta sede con la obvia intención de franquearla. Me crucé con el vicepresidente del Gobierno y la enchufada ministra de Igualdad. Como es habitual, no les saludé, jamás lo hago con gente de su catadura moral. Pero cuál sería mi sorpresa cuando el excelentísimo marqués de Galapagar se puso a gritarme como un verdulero mientras me miraba cual matón barato de barrio: «¡¡¡Inda, no te acerques a mi hijooooo!!!». Parecía la entrañable Belén Esteban cuando defendía a Andreíta de los paparazzi pero en versión macarra. La impresentable reacción del caudillo de Podemos no se debió a que yo tenga coronavirus, que ni era ni es el caso, sino, simple y llanamente, a que la tan cursi como peligrosa parejita está histérica con OKDIARIO y con un servidor. Por aquel entonces nos hallábamos en pleno apogeo del caso Escolta, la guardaespaldas a la que la ahora ministra de Igualdad explotaba modelo Kunta Kinte, el célebre afroamericano de la serie Raíces, con jornadas de hasta ¡¡¡20 horas de trabajo!!! La tenía de recadera, de chófer del resto de la familia y de los perros, de encargada del mantenimiento del casoplón y la mandaba a comprar la cena a Madrid (40 kilómetros de ida, 40 de vuelta).
Un servidor contestó, imperturbable, sin alzar la voz, lo que el pájaro se merecía:
—Deja de hacer el payaso, que no estamos en el circo—.
Por no hablar del espectáculo que representa la enésima utilización de uno de sus hijos con fines vomitivamente propagandísticos o tal vez judiciales. ¿O acaso es normal ir a los juzgados con una niña de apenas cuatro meses? Máxime teniendo en cuenta que no estamos hablando de una pareja pobre de solemnidad sino de dos ricos, mejor dicho, de dos millonetis que tienen una chica de servicio empotrada en su casoplón además de una salus, las enfermeras de bebés más caras (a 3.000 el mes) y prestigiadas del mercado. Claro que no es la primera vez que hacen un uso espurio de su vástagos. Ni es la segunda que yo me cuestiono a qué espera la Fiscalía de Menores para apercibir al dúo de marras.
El histerismo debe ser consustancial a la parejita o resultado de algún coronavirus raro que transmite la piscina modelo Acapulco situada en el epicentro de los 2.000 metros cuadrados de la parcela que acoge el celebérrimo casoplón. El caso Escolta, que es lo que les tenía de los nervios por aquellos días, nos permitió conocer, entre otras muchas cosas, que lo primero que hace Irena Montera por las mañanas es leerse OKDIARIO y empezar a vociferar cuando algo no le gusta que, por cierto, es casi siempre: «¡Una querella, una querella, meted una querella a estos hijos de p***!». Si fuera por ella, saldríamos a denuncia penal o civil por día.
Tienen un problema porque Iglesias y Montera han palmado todas las acciones penales y civiles que han interpuesto contra nosotros. TODAS. Con el consiguiente coste para el erario público. Si no lo saben, se lo puntualizo yo: todas las querellas y demandas de estos pierdepleitos y del resto de la cúpula de Podemos las financiamos usted y yo, querido lector. La pasta sale de nuestros impuestos. No del bolsillo particular de estos jetas. Es filibusterismo judicial, cuestión de ver si suena la flauta y algún siglo de estos podemos afear la conducta de Eduardo Inda y sus periodistas más incómodos.
Pero como quiera que no conseguían, ni conseguirán, hincarme el diente, porque nosotros contamos siempre la verdad, le duela a quien le duela, decidieron aprovechar que el Pisuerga del caso Villarejo pasaba por Galapagar para intentar meterme mano definitivamente. Rara era la vez en la que Pablo Iglesias no salía en televisión relacionándome con el torrentiano comisario, a la par que aprovechaba para exigir que me echasen de las tertulias televisivas (ahora lo hace con igual insistencia pero en privado y apelando a su condición de vicepresidente del Gobierno). «Eduardo Inda forma parte de las cloacas, Eduardo Inda forma parte de las cloacas, Eduardo Inda forma parte de las cloacas», apuntaba, poniéndome en la diana no sólo del energúmeno callejero de turno sino de los jueces y fiscales de la Audiencia Nacional. Resultaba peligroso para el arriba firmante en particular y pelmazo para la audiencia en general. Pero ahí seguía Pierdepleitos, erre que erre, dando el coñazo.
La campaña contra mi persona, que fue el eje propagandístico de Podemos en la carrera a las elecciones generales del 28 de abril, se basaba en que en los registros al comisario Villarejo se había encontrado el pendrive que contenía el chat interno del Politburó podemita. Y de ese chat salió el vomitivo comentario que dio la vuelta al mundo: «Soy un marxista devenido en psicópata, azotaría a Mariló Montero hasta que sangre». Un comentario salvajemente machista que a cualquier político del PP le costaría la carrera y a él le salió gratis. En cualquier caso, una exclusiva más de este diario, destapada por Miguel Ángel Ruiz en el verano de 2016.
El silogismo del vicepresidente de los dientes negros era tan golfo éticamente hablando como infantil en términos prácticos: como quiera que lo ha publicado OKDIARIO, tanto este periódico como su director forman parte de las cloacas del Ministerio del Interior. Olvidaba que España aún no es la Venezuela de su capo Maduro y existe algo consustancial a las democracias que se llama libertad de expresión. Y nosotros la ejercemos publicando cualquier información relevante, venga de donde venga. Con dos condiciones sine qua non: que sea verdad y de interés público.
Podemos reclamó tropecientas veces al titular del Juzgado de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, que me imputase. Y las tropecientas veces tanto el magistrado como los fiscales desestimaron la inquisitorial a la par que fascistoide medida instada por la formación financiada por las narcodictaduras venezolana y boliviana y por la pseudodemocracia del corrupto ecuatoriano Rafael Correa. El argumento del uno y los otros fue idéntico: «Inda y OKDIARIO se limitaron a ejercer su derecho a informar». Lo que querían Iglesias y Montero era, como ya he señalado, ver si la flauta empezaba a desafinar y un menda acababa en el banquillo. La vendetta tenía otro perogrullesco componente: darme mi merecido por destapar su machismo, más propio de un australopitecus que de un homo sapiens.
Pero sucedió lo que sucede con todas las mentiras, especialmente con las de Iglesias: que son paticortas. Y pronto se supo que quien había entregado al comisario Villarejo el chat de los jerarcas podemitas, teóricamente robado a una ex de Iglesias, Dina Bousselham, era el número 2 de Comunicación de Pedro Sánchez en el Palacio de La Moncloa, Alberto Pozas, cuando estaba al frente de la extinta revista Interviú. A nuestras manos llegó en julio de 2016 y veinticuatro horas después lo publicamos por las obvias razones anteriormente expuestas: era verdad y de interés público. Garantizamos el derecho de la ciudadanía a saber. A saber que su vicepresidente es un machista de tomo y lomo, modelo ese Irán que le pagaba su programa de televisión. El propio presidente del Grupo Zeta, Antonio Asensio, a la sazón propietario de Interviú, lo dejó clarísimo en su comparecencia como testigo ante su señoría: «Si hubiera tenido conocimiento del contenido de ese chat, lo hubiera publicado porque es de indudable interés periodístico».
El mayor disgusto se lo llevó Pablo Iglesias cuando conoció, hace tres semanas, que el sumario desvelaba no sólo que yo no era, ni soy, ni seré jamás, amigo de José Manuel Villarejo sino que, además, soy una de sus víctimas. El encarcelado comisario intervino mi teléfono y me hizo seguimientos personales por encargo del sin vergüenza ex presidente del BBVA Francisco González. Querían saber quiénes eran nuestras fuentes en las corruptelas que destapamos del banquero y, más en concreto, en el turbio episodio de los regalos financieros que hizo a Rodrigo Rato cuando este último era el superministro de Economía. Moraleja: las cloacas eran Iglesias y Podemos. Es lo que hay cuando, además de un marxista, eres un psicópata, un mentiroso y un machista, muy machista, violentamente machista.
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