Opinión

Los caudillos no dimiten

No existe en la historia de la humanidad ejemplo de ningún gobernante con ínfulas totalitarias  –ya se denomine césar, caudillo, populista…- que haya abandonado el poder sin que le sienten en el banquillo o le expulsen tras  un proceso democrático sumarísimo que tenga por objeto restablecer la democracia y garantizar la separación de poderes para que respondan ante la justicia, como el común de los mortales, tanto él como su familia,  sus ministros o los dirigentes de su partido.

Si hay, por contra, ejemplos de totalitarios que queman Roma o incendian el Reichstag para utilizar las llamas contra sus adversarios políticos y autonombrarse salvadores del pueblo. Y más recientemente, en 2022, está el ejemplo del Congreso de Perú que destituyó y puso a disposición de la justicia a Pedro Castillo tras su intento de perpetrar un golpe de Estado disolviendo el Congreso y entregando al ejecutivo el control  de todos los órganos de la Justicia. O sea, que la historia ya nos ha enseñado que los gobernantes autócratas no dimiten sino que utilizan todo su poder para destruir las instituciones democráticas y arrebatar las libertades a los ciudadanos que no se someten a su yugo.

Pues bien, a pesar de estas enseñanzas inapelables, durante los cinco días moscosos que se tomó Pedro Sánchez la pasada semana, han sido multitud los periodistas, analistas políticos, prescriptores de opinión, políticos y asimilados… que especularon (o aseguraron) que el jefe de la banda iba a dimitir. Escribí en X este mensaje unos minutos después de que el fijo discontinuo  publicara su carta:

«Esto es para que no hablemos  de los turbios negocios de tu mujer, de los ingresos fantasma de tu hermano, de tu repugnante relación con los herederos de ETA, con golpistas y sediciosos… Y mañana nos dirás que te quedas ‘por nuestro bien’. A otro perro con ese hueso, farsante». 

Y cuando anunció comparecencia, viaje a la Zarzuela mediante para tomar al Jefe del Estado  como un instrumento más de su propagandística puesta en escena, volví a insistir: 

«#CaudilloSánchez hará esta declaración a las 11 horas: ‘A dios pongo por testigo que no podrán derribarme. Sobreviviré y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, ¡a dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!’».

A ver, que no hay que ser muy listo ni tener memoria histórica, que únicamente hay que analizar al personaje y su propia historia para llegar a una conclusión tan lógica como aplastante. ¿Para qué va a dimitir Sánchez, un superviviente nato y sin escrúpulos que ya ha demostrado estar dispuesto que hacer lo que sea, como sea y con quien sea, para obtener y mantener el poder? Me he reído (y desesperado, no lo niego) bastante con las especulaciones de que se iba a ir «para evitar que salgan las grabaciones del caso llamado  Pegasus…». O sea, que si le tienen pillado (que me lo creo) ¿las revelaciones no saldrán si dimite? Hay que ser alma cándida, por dios…. O que se iba porque él si sabe todo lo que pesa sobre él, sobre su mujer, sobre su hermano, sobre sus ministros, sobre los dirigentes socialistas que ostentaron presidencias autonómicas y ahora pastorean el Congreso de los Diputados… ¿Acaso se puede proteger mejor fuera del poder?

En fin, que se queda. Y, como era de esperar, visto lo visto (que movilizar socialmente no ha conseguido, pero engañar al personal lo ha hecho con nota) la persecución al disidente se ha recrudecido de forma urgente e implacable. Y como los disidentes están en Belén con los pastores repitiendo el mantra de «no lo hará», para cuando nos quedamos dar cuenta, pues ya estará todo en el lugar que persigue desde que llegó al poder a través de aquella moción de censura destructiva: instituciones parasitadas, separación de poderes cancelada, democracia demolida.

El panorama es desolador, no porque tengamos al frente del Gobierno a un psicópata narcisista de libro, sino porque enfrente y para defender a nuestras instituciones democráticas no hay nada organizado. Es desolador escuchar todos los agudos comentarios sobre el peligro para la convivencia que representa este tipo, sobre las amenazas vertidas en su comparecencia, sobre la indecencia de negarse a comparecer ante los medios de comunicación e ir a soltar sus soflamas a la tele y la radio amiga… Es desolador que, horas después todos esos medios de comunicación vetados por el caudillo, repitan las soflamas que soltó como si fuera información y no mera publicidad que habrían de cobrarle para ser publicada.  

En fin, que lo de Sánchez no es de análisis, sino que de diagnóstico y hay que actuar en consecuencia. Que no podemos decir que es un peligro para la democracia y que se ha situado fuera del sistema y a continuación tratarlo como si fuera un político al uso, con el que caben discrepancias y acuerdos. Si Sánchez hubiera querido alguna vez «regenerar la democracia» nunca hubiera llegado a la presidencia del Gobierno de España a través de una Moción de Censura tramposa; nunca se hubiera aliado con los enemigos de la democracia- los jurados y los mortales, si, los que asesinaban inocentes para impedir que la Constitución tuviera una oportunidad- para mantenerse en el poder; nunca hubiera contado como propios los votos conseguidos por los de Otegi en las elecciones autonómicas vascas (como se cogió vacaciones horas después de hacer esa afirmación en el Congreso de los Diputados a la mayoría parece habérsele olvidado, pero a mí no); nunca hubiera cambiado el Código Penal para eliminar los delitos que pueden meter en prisión a sus propios compañeros además de favorecer a quienes dieron un golpe desde Cataluña; nunca hubiera indultado a los golpistas; nunca hubiera nombrado socio preferente de su gobierno y de su partido a quienes siguen llevando asesinos en sus listas electorales; nunca hubiera amnistiado a los prófugos de la justicia. Si Sánchez fuera un demócrata, nunca hubiera prometido construir un muro entre demócratas.

Esto es lo que tenemos al frente del Gobierno de España. ¿Seguimos actuando como si viviéramos en una democracia normal o  nos organizamos para defender las instituciones y a nuestro sistema de valores democráticos? Estar a la defensiva nos llevará al fracaso;  creo que las generaciones pasadas y las venideras  merecen que tomemos la iniciativa. Por mí, que no quede.
#SÁNCHEZDIMISIÓN.