Opinión

Camino de perfección y de perdición

Pero si era evidente. De quien estaba protagonizando, prácticamente desde la moción de censura de 2018, el mayor episodio de corrupción política en el actual periodo democrático y el mayor engaño y fraude a la ciudadanía y, en especial, a sus electores, no se podía esperar la adopción de una postura honesta respecto de las chorizadas que habían puesto en marcha, en el Gobierno y en el partido, la banda del Peugeot. El insomne pacto con Podemos primero y, sobre todo, los alcanzados después con Bildu y Puigdemont (presos y amnistía por votos de investidura), son infinitamente mas graves que cualquier otra corrupción que por acción o por emisión haya podido cometer. Entonces, ¡si ya sabíamos de lo más, como nos sorprendemos de lo menos!

Robar, prevaricar, corromper o traficar influencias es algo que, lamentablemente, han hecho muchos políticos de diferentes signos, pero felonías y engaños de la gravedad de los protagonizados por Sánchez no están a la altura de cualquiera; estas son perversidades solo para los muy elegidos. Comenté alguna vez que es un personaje con atributos y méritos para la Historia Universal de la Infamia, y de verdad que en esa nómina los malvados son muy malvados.

La semana pasada quiso mostrarse compungido y abatido; apareció con esos andares y braceos mostrencos, y se vistió y se maquilló como Lurch, el mayordomo de la Familia Adams. Pero, en realidad, ni reconocimiento de culpa ni arrepentimiento. Más bien pidió perdon por lo que han hecho los demás, porque sobre él mismo no encuentra reproche objetivo, sino una breve e inmerecida reconvención por ser demasiado bueno, demasiado confiante. Como cuando en una entrevista de trabajo te preguntaban que cuál es tu mayor defecto y dices que ser muy perfeccionista y muy dedicado. «No soy perfecto», esa fue la frase lapidaria que dejó para la historia. ¡Qué gran ejercicio de cínica condescendencia consigo mismo!

Ayer las cosas ya eran distintas. Ni son tan graves ni tienen nada que ver con él. La vergüenza de la culpa se volvió engreimiento y del repliegue del perdón pasó a la ofensiva de la acusación. Vuelta al cinismo más descarado para encastillarse en dos premisas tramposas. La primera es aparentar que son únicamente los partidos de la oposición los que le están exigiendo responsabilidades, cuando lo cierto es que toda la ciudadanía es la que le pide cuentas. Y la segunda, todavía más grave y estólida, es insistir en que no puede dejar el país en manos de PP y Vox. Dios mío, que peligrosa fatuidad. Pero si tú no eres nadie para decidir por los ciudadanos aunque te parezcan incorrectas las decisiones que éstos tomen. Tú lo único que tienes que hacer, ante la imposibilidad de gobernar efectiva y dignamente y de explicar lo que ocurre a tu alrededor humilde y verazmente, es poner las urnas para que los ciudadanos decidan.

Pero no ocurrirá nada de eso y volvieron a perder los cafés aquellos que el jueves decían que esta vez sí, que esta vez no tendría más remedio que marcharse. Seguirá y seguirá, y lo que queda es peor todavía, porque, como les pasa a los rateros, si te van a pillar tienes que salir corriendo más deprisa. Más engaño, más ocultación, más manipulación y más juego sucio para parar a la UCO y a la justicia.

Pues eso, cuatro días le han bastado a Pedro Sánchez para recorrer el camino de perfección (que es de perdición para los españoles); pero no en el elevado sentido de la Santa de Ávila, sino en el de esos malos de la literatura y el cine que se sofistican en su perversidad (el Hannibal Lecter del Silencio de los Corderos o el Harry Powell de Robert Mitchum en La Noche del Cazador).¡Cuatro días para perfeccionar la maldad!

Ya solo falta que en la trasera del Audi y del Falcon le pongan esa pegatina que llevaban en los convertibles los adolescentes americanos: I used to be proud of myself, but now I am perfect (¡Antes era un poco creído, pero ahora ya soy perfecto!).