AfD pierde, pero coloca sus ideas
Kreuzberg es un barrio de Berlín llamado la Pequeña Estambul por la cantidad de inmigrantes turcos establecidos en él, cuando acudieron como trabajadores invitados (Gastarbeiter) a partir de los años 60 del siglo pasado. Al sur del país, en el pueblo bávaro Abensberg, se celebra en el primer domingo de septiembre un festival llamado Gillamoos, cuyo origen se remonta hasta el siglo XIV.
Hace año y medio, un político declaró: «Kreuzberg no es Alemania, Gillamoos es Alemania». ¿Alguien de Alternativa para Alemania?, ¿o siquiera de la Unión Social Cristiana, la CSU bávara, tan aldeana para los berlineses? No, se trató de Friedrich Merz, el candidato de la CDU para canciller, que pronunció esas palabras cuando asistía al Gillamoos. Fue una de las pistas de que el eje inmaterial de la política alemana estaba cambiando.
Desde que Angela Merkel abrió en 2015 las puertas del país y de paso de Europa a una oleada de supuestos refugiados sirios que huían de la guerra civil en su país (aunque aparecieron luego pakistaníes, afganos, libios, egipcios y hasta eritreos y somalíes), nadie de los partidos considerados respetables podía criticar la inmigración, so pena de ser señalado como racista o de perder su puesto. Lo mismo ocurría en los medios de comunicación y la universidad.
Que Merz y la CDU, en la que también milita Merkel, se hayan presentado a las elecciones del día 23 con un programa que rompe esa línea (exige controles fronterizos permanentes en todas las fronteras, expulsión de todas las personas que traten de entrar sin documentos y «deportaciones a diario») es un triunfo de Alternativa para Alemania (AfD), el único partido que desde su entrada en el Bundestag en 2017 se ha opuesto a la inmigración y ha subrayado el fracaso de la sociedad multicultural.
Los resultados de las elecciones a la Cámara de Diputados federal alemana, el Bundestag, muestran el desplome de la actual coalición de gobierno, apodada semáforo por los colores de los partidos que la componen.
Los liberales del FDP quizás vuelvan a quedar excluidos del Parlamento, como en 2013; los socialdemócratas del SPD, financiadores del PSOE en la Transición, caen al tercer puesto, lo que no les había ocurrido nunca desde las primeras elecciones de la Alemania federal (1949); y los Verdes palmotean para quedar por encima de un 10% del voto, al perder casi un tercio de su electorado.
La coalición de centro-derecha CDU-CSU queda primera, pero con unos resultados que hace treinta años habrían pasado por los de un perdedor: menos de un 30% del voto, el porcentaje más bajo desde la fundación de la República federal, y poco más de 200 diputados. Merz se encuentra al frente de un grupo parlamentario del mismo tamaño que el que tuvo el canciller socialista Olaf Scholz (206 diputados).
La izquierda de Die Linke evita por poco el fracaso del FDP y permanecerá en el Bundestag, mientras que la nueva extrema izquierda, encabezada por Sahra Wagenknecht bajo las siglas BSW y que también es partidaria de frenar la inmigración, parece que no se convierte en parlamentaria.
Con una participación superior al 80%, AfD reúne más de un 20% del voto, por encima de los seis millones de sufragios, y tendrá el segundo grupo parlamentario, de unos 150 diputados, su mejor resultado. Éstas son las terceras elecciones a las que se presenta Alice Weidel, la peculiar candidata del partido de derecha: una lesbiana con una pareja nacida en Sri Lanka y residente en Suiza. Aunque pueda parecerlo, no es un fracaso. AfD es, en cierto modo, vencedor.
Aunque la suma de AfD con la CDU-CSU daría mayoría absoluta, Merz ha dicho que no pactará con su rival. La única posibilidad de que el millonario democristiano (antiguo empleado de la gestora de fondos de BlackRock y propietario de dos avionetas, que al parecer no generan CO2) alcance la cancillería es mediante un acuerdo con el SPD, como los que realizó Merkel. Si a esa coalición tuvieran que unirse los Verdes, AfD quedaría casi como el único partido de la oposición, junto con la desvaída Die Linke.
Pero, ¿aceptarían el SPD y los Verdes la severidad con la inmigración ilegal, la bajada de impuestos y la suspensión de algunos elementos del Pacto Verde, como la prohibición a la fabricación de coches de motor de combustión, que llevan la CDU y la CSU en su programa común? Alemania puede enredarse en unas conversaciones eternas, como en la vecina Austria, que conduzcan a nuevas elecciones o a un Gobierno tan bloqueado como el de Scholz.
Sin embargo, AfD, como Agrupación Nacional en Francia, ha conseguido colocar sus ideas en el centro del debate público y que las asuma el que es desde el domingo el primer partido de Alemania. La mitad de los ciudadanos del país más poblado de la Unión Europa está de acuerdo en detener la inmigración extraeuropea, defender las fronteras y expulsar a los extranjeros que sean delincuentes o carezcan de permiso de residencia.
Quien gana la batalla de las ideas acabará gobernando.
Sólo España es una excepción en la Unión Europea, cada vez más inclinada a la soberanía de las naciones.
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