Opinión
AZUL Y ROSA | MI SEMANA EN OKDIARIO

4.601 perdices

  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

La pasada semana, un amable lector de esta columna me ponía de vuelta y media por el contenido de mi artículo a propósito del cazador Tony Sánchez Ariño que había abatido, según datos de Clemente Álvarez, nada menos que 1-317 elefantes, 340 leones, así como cientos de rinocerontes y búfalos. Al lector le molestó que yo calificara estas cifras de «triste récord».

Con motivo de la publicación de este tema en el que la auténtica realidad siempre es inverosímil, sorprendentemente inverosímil y extraña, he recordado «el día que en una cacería en la que participaba Franco se mataron nada menos que 4.601 perdices». A pesar del tiempo transcurrido, al régimen franquista se le seguirá identificando con ojeos de perdices y monterías que la genial película de Berlanga La escopeta nacional hubiera podido jamás imaginar. Pero ninguna tan sorprendente y surrealista como la carnicería más que cacería que tuvo lugar del 16 al 18 de octubre de 1959, en una finca de Encomienda de Mudela  (Ciudad Real) en la que abatieron, aunque el lector no lo crea, 4.601 perdices. ¡Sí, 4.601 perdices!

Según el doctor Vicente Gil, médico personal del dictador y uno de los pocos que le decía las verdades del barquero, declaró, a propósito de esta cacería: «El día menos pensado y con tanto disparo, le revienta la aorta».

Aunque yo conservo la famosa fotografía de Eduardo Matos Barrios, el gran fotógrafo de La Mancha, humanista y políglota que hasta tiene una calle con su nombre en Ciudad Real, ésta no sólo no fue publicada sino incluso censurada «por orden gubernativa». Posiblemente por la obscenidad de quien, como Franco, no tuvo pudor en posar en medio de aquella masacre de perdices, colocadas en perfecta formación militar, en un orden exacto.

Dado que la finca era tan llana como la propia Mancha, resultaba imposible abarcar con el objetivo normal de la cámara del fotógrafo y a nivel del suelo tan siniestra imagen presidida por el siniestro cazador. Para ello, hubo necesidad de traer una gigantesca grúa en la que se encaramó el fotógrafo, señor Matos.

Con un cáustico y siniestro sentido del humor, al verle Franco haciendo equilibrios para no caerse, exclamó: «Como se caiga, habrá que colocarle entre las perdices». Y todos rieron la macabra salida de Su Excelencia.

Terminado el trabajo, el fotógrafo fue acompañado por dos policías y el jefe de la Casa de Franco, marqués de Huétor de Santillana, al laboratorio para el revelado de las fotografías que fueron requisadas. Al señor Matos se le advirtió que no comentara lo que había fotografiado.

Gracias al historiador José López de la Franca tengo una reproducción de la imagen que él conserva en sus archivos de Ciudad Real.

Esta fotografía es el documento más surrealista que recuerdo y que hoy OKDIARIO tiene la oportunidad de publicar. Se trata de un documento ridiculamente excepcional.

Chsss…

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