ENTREVISTA OKGREEN

Clara Tomé: «Me parte el alma profundamente ver arder mi tierra»

Embajadora del Pacto Climático de la Unión Europea, Agente Climática verificada por Naciones Unidas, experta legal ambiental graduada por la Universidad Rovira i Virgili, activista y modelo.

Esta palentina lamenta el daño que los incendios están provocando a Castilla y León

El cambio climático y la moda rápida centran gran parte del activismo de Clara Tomé

Puede que haya nacido a finales del siglo XX, pero sin duda que Clara Tomé (Palencia, 1997) es toda una mujer del Renacimiento. Modelo y consultora legal, además de activista ambiental y divulgadora en redes sociales, Tomé es incapaz de permanecer impasible ante el sufrimiento ajeno. Por eso le duele tanto su Castilla y León, región especialmente castigada por los incendios.

Su compromiso le ha llevado a participar en multitud de iniciativas y campañas: embajadora del Pacto Climático de la Unión Europea; agente climática verificada por Naciones Unidas, para la que también ha trabajado en comunicación de moda sostenible, así como miembro de GARN Youth, Centro Juvenil de la Alianza Global por los Derechos de la Naturaleza.

Tomé dirige además su propio programa educativo para jóvenes sobre clima y sostenibilidad. Juventud a los que también intenta concienciar a través de sus perfiles en Instagram y Tiktok. Se trata, por tanto, de una voz con mucho que decir, motivo por el que hemos charlado con ella en esta entrevista.

OKGREEN: A mi generación le hablaban del cambio climático como de un posible problema futuro, pero en cambio, para ti es un problema de tu generación, es ya vuestro presente. ¿Qué importancia tuvo esta cuestión en tu vocación activista?

CLARA TOMÉ: Personalmente, no me puedo permitir simplemente quedarme sentada y mirar cómo arde el mundo, no va conmigo. Siempre he sentido que si sólo tengo una vida, entonces tengo que usarla al máximo para dar lo mejor de mí y tratar de dejar este mundo un poco mejor de lo que lo encontré. Esa convicción es lo que me empujó hacia mi activismo y la divulgación.

Además, el cambio climático no sólo es una crisis ambiental: es también una crisis de justicia. Es un paraguas que arroja luz sobre muchas otras problemáticas sistémicas, como el racismo, el colonialismo, la explotación animal o el patriarcado, que están profundamente conectadas. Mi vocación activista nace también de ahí: de enfrentar y entender cómo todas estas injusticias se relacionan y se refuerzan mutuamente.

P.: ¿Cuáles deben ser las prioridades del activismo ambiental en medio de esta crisis con tantas caras en la que estamos inmersos?

R.: Te diría que una de las prioridades debería ser la justicia climática con enfoque interseccional. Puede sonar muy técnico, pero en realidad es muy simple, me explico: significa que, cuando tomemos decisiones para enfrentar la crisis climática, debemos poner en primer lugar a las comunidades más vulnerables, que son las que primero y más sufren sus impactos. Y a los jóvenes también, por un tema de justicia intergeneracional.

Al mismo tiempo, implica reconocer que la crisis climática no está aislada, sino que se conecta con otras desigualdades y formas de discriminación. No basta con reducir emisiones o plantar árboles; también debemos preguntarnos quién está siendo más afectado, quiénes no tienen voz en las decisiones y cómo asegurarnos de que estén en el centro de la solución.

También creo que es muy clave organizarse, trabajar en colectivo y abandonar la lógica individualista que nos ha traído hasta aquí y que nos continúa dividiendo. De esa organización y poder colectivo pueden surgir soluciones increíbles, no podemos esperar siempre a que vengan desde arriba.

Concienciar y movilizar

 P.: Desde tu propia experiencia, ¿qué es lo que más funciona a la hora de concienciar y movilizar a la sociedad?

R.: Creo que depende de cada persona. Pienso que contenidos como el de Climabar, que te reduce toda la complejidad de la crisis climática al hecho de que te vas a quedar sin chocolate y cerveza, pues funciona en mucha gente al hacerlo en un lenguaje cotidiano y accesible.

En mi caso y en el de otras personas, puede ser que las historias reales que te confrontan y te sacuden, duras de escuchar, o un contenido más difícil de digerir, que va directo a las emociones, funcionen mejor, muchas veces es lo que te hace despertar de verdad.

Si hablo de mi caso, por ejemplo, todo empezó con la deforestación y los incendios en la Amazonía a causa de la industria ganadera, ver esos videos fue muy duro para mí pero me hizo tomar decisiones que nunca pensé que tomaría, como no volver a comer carne nunca más.

P.: ¿Y lo que menos funciona?

R.: Lo que menos funciona sin lugar a dudas es culpabilizar a la gente, sin tener en cuenta sus contextos, y también usar lenguaje demasiado técnico o científico. Si no entiendes el problema, es muy difícil que te sientas parte de la solución.

P.: ¿Recibes muchas críticas y ataques en redes sociales por los temas a los que te dedicas?

R.: En Instagram la verdad es que no mucho, quizá porque tengo una cuenta relativamente pequeña, pero soy muy consciente de que si algún video se viraliza, eso va a pasar 100%.

Ya me pasó durante una campaña que hicimos junto a Naciones Unidas y Tiktok para luchar contra la desinformación climática, y tanto a mí, como a mis compañeros nos llegaban tremendas lluvias de críticas e insultos cada vez que subíamos un video sobre el tema. Eso sí, siempre sin argumentos ni fundamento alguno, sólo desde la negación o la desinformación.

Incendios en Castilla y León

P.: ¿Cómo vive una activista del clima castellanoleonesa todo lo que está sucediendo estos días de graves incendios en su comunidad autónoma?

R.: Me parte el alma profundamente ver arder mi tierra, no lo voy a negar. Siento demasiada tristeza al pensar en todas las pérdidas y vidas… y una indignación enorme ante la negligencia política en este país respecto a temas ambientales y climáticos, y ante la falta de prevención real.

P.: ¿Qué aprendizajes crees que deja esta oleada de incendios?

R.: El primer aprendizaje es que todo va de la mano: estos incendios no son sólo un tema ambiental, también es político. Los montes y la prevención son competencia autonómica, y no es casual que ciertos partidos, que además son negacionistas del cambio climático, bloquearan una proposición de ley de bomberos forestales que precisamente buscaba prevenir catástrofes como estos incendios.

Así que lo primero es aprender a elegir con conciencia a quién ponemos en el poder, porque las decisiones políticas tienen consecuencias directas para nuestras vidas y la vida de los animales, así como para nuestros montes y para el futuro de nuestros pueblos.

El segundo aprendizaje es que la prevención salva vidas. No basta con reaccionar cuando ya es tarde, cuando el fuego ya asoma, igual que con la dana. Necesitamos políticas de gestión forestal y de prevención activa de los incendios durante todo el año, equipos de bomberos forestales estables y con condiciones dignas, y una estrategia clara que nos ayude a adaptarnos a esta nueva realidad climática.

Negacionistas

P.: A pesar de los incendios, olas de calor, danas… sigue habiendo gente que niega el cambio climático. ¿Qué podemos hacer con los negacionistas, es posible convencerlos de algún modo?

R.: Más que intentar convencerlos a toda costa, creo que hay que entender qué les mueve realmente. Muchas veces no se trata de falta de información, sino de una necesidad de pertenecer a algo, de sentirse parte de un grupo, de llevar la contra como forma de afirmar una identidad, o de ser revolucionarios.

También influye que, aunque exista un consenso científico aplastante, reconocer la crisis climática puede percibirse como alinearse con una supuesta agenda de la izquierda, y por miedo a una etiqueta política, se acaba defendiendo una postura que, en la práctica, va en contra de la vida misma.

Negacionistas existirán siempre, lo importante es que no dejemos que frenen el impulso colectivo hacia el cambio. No debemos desgastarnos dedicando demasiado tiempo y energía a esto. Es mejor invertirlo en quienes sí están abiertos, aunque sea un poco, en esa mayoría que duda, que se está cuestionando cosas. Ahí es donde puede germinar algo.

Herramientas legales

P.: Uno de los principales problemas que tenemos es que muchos de los acuerdos internacionales sobre cuestiones ambientales o no son vinculantes, o son muy difíciles de hacer cumplir. ¿Qué herramientas legales realmente efectivas tenemos para avanzar?

R.: La figura de los litigios climáticos está creciendo muchísimo. Cada vez más ciudadanos, ONG, y jóvenes, están llevando a gobiernos y empresas a los tribunales por inacción climática, y lo más interesante es que están ganando.

Además, la Corte Internacional de Justicia se acaba de pronunciar por primera vez en la historia sobre el deber de los Estados y empresas de prevenir el cambio climático, por lo que esta decisión puede usarse como precedente en futuros litigios climáticos y para reclamar reparaciones por daños.

Otra figura muy importante que está cogiendo moméntum son los derechos de la naturaleza, un enfoque que va más allá tratando de reconocer a la naturaleza como sujeto de derechos propios, ya que hasta ahora el derecho ambiental la sigue tratando como un objeto que explotar.

En GARN, nos dedicamos precisamente a eso, a promocionar, educar y defender que los ríos, bosques, y animales tienen personalidad jurídica.

P.: Como persona que has participado en cumbres internacionales, ¿crees que podemos esperar algo realmente significativo que salga de alguna de estas reuniones de alto nivel dedicadas a temas ambientales?

R.: Siempre digo que lo más significativo que ocurre dentro de estos espacios ocurre en las salas pequeñas, en los side events —eventos paralelos— o en los espacios seguros donde la sociedad civil nos reunimos, hacemos alianzas y estrategias y compartimos.

Es ahí donde nacen las mejores ideas y proyectos, mucho más que en los escenarios más burocráticos o diplomáticos, que por desgracia suelen estar muy influenciados por lobbies.

Igualmente es importante que estos espacios de negociación continúen, porque permiten fijar compromisos internacionales y visibilidad mediática, que luego la sociedad civil puede usar para presionar por cambios reales.

Ropa nueva en la basura

P.: Hay ropa sin estrenar que acaba en la basura. ¿Qué dice esto de nuestra civilización?

R.: Dice que nos hemos creído esa mentira de que más es mejor y aprendido a la perfección la lección que el capitalismo quería que aprendiéramos: consumir, desechar y volver a comprar.

El hecho de que haya ropa sin estrenar que termine en la basura es consecuencia directa de las microtendencias, y también es la prueba más evidente de que producimos mucho más de lo que las personas necesitamos.

Lo peor es que la ropa no sólo termina en la basura, sino contaminando el medioambiente, en vertederos en el sur global, playas y lugares donde viven personas como tú y como yo.

Justo ahora, en septiembre, empiezo a liderar una campaña llamada #ContarEstaDeModa, que busca concienciar sobre la cantidad de ropa que se produce y animar a las marcas a ser más transparentes y desvelar la cantidad de prendas que fabrican.

P.: Hace 12 años tuvo lugar el colapso del edificio Rana Plaza, en Bangladesh, en el que murieron 1.134 personas que trabajaban en pésimas condiciones para algunas de las principales marcas de moda. ¿Podría volver a ocurrir algo así?

R.: Nunca se puede asegurar que algo como el Rana Plaza no vuelva a ocurrir. Tras aquel derrumbe, se firmó el Accord on Fire and Building Safety in Bangladesh, un acuerdo que sí mejoró la seguridad de algunos edificios y condiciones en parte de la industria, pero que nació gracia a una enorme presión social, mediática y sindical ante un desastre de tal magnitud.

Y aunque hoy ciertos aspectos de seguridad estén más controlados, el fast fashion sigue siendo un sistema que, para sostenerse, continúa vulnerando derechos humanos y laborales.

P.: ¿Qué podemos hacer para prevenir catástrofes similares?

R.: No basta con indignarnos el día que ocurre, sino exigir de forma sostenida que las marcas sean transparentes y rindan cuentas. Esto va desde enviar correos electrónicos y mensajes a las empresas exigiendo cambios, hasta apoyar campañas y peticiones que presionen por leyes de debida diligencia.

Como consumidores también debemos ser conscientes de a quién le estamos haciendo más rico y elegir no apoyar a marcas que ponen el beneficio económico por encima del planeta y de las personas es clave.

Elegir no consumir moda rápida es una manera de activismo, aunque soy consciente de que hay personas que no tienen acceso a otro tipo de marcas y que la moda rápida, por precio, es lo más conveniente. Creo que en esos casos la clave está en tratar de cuidar lo mejor posible las prendas que tenemos para que duren más y no comprar si no lo necesitamos.

Renuncia a la moda rápida

P.: Has tomado la decisión de no consumir moda rápida, ¿de qué manera te vistes?

R.: Sí, hace ya unos 3 o 4 años que no consumo moda rápida. Siempre visto con lo que ya tengo en el armario o le quito prendas a mi chico, a mi padre, a mi madre… y voy creando. Cuando compro, casi siempre es ropa de segunda mano, y antes de hacerlo me pregunto si realmente la necesito, si lo voy a usar a largo plazo y si es versátil. No me dejo llevar por impulsos ni por microtendencias que sé que a los dos días desaparecen.

P.: Dices que lo más sostenible es lo que tenemos en nuestro armario. ¿Es hora de recuperar la costura y los arreglos de ropa de toda la vida?

R.: Sin duda, es una de las frases que más repito. Sí, coser y remendar se ha ido perdiendo, y a mí me encantaría aprender de hecho. Hoy en día arreglar ropa es casi un acto de resistencia, un activismo silencioso que apuesta por la lentitud, el cuidado y tomarse el tiempo de reparar lo que está roto. Parece que hay hasta algo poético en eso, ¿no?

Transición energética y cambio climático

P.: Se habla de la transición energética como de un problema técnico, y evidentemente tiene una dimensión técnica, ¿pero no habría que empezar por revisar nuestros valores, nuestra manera de consumir y de producir?

R.: Totalmente. Yo creo que se habla de transición energética como si fuera la cura a la crisis climática, como si esta se tratara sólo de un problema de emisiones, cuando no es así.

Incluso si mañana mismo alcanzáramos un suministro 100 % basado en energías renovables, seguiríamos enfrentando muchas otras crisis: contaminación, extractivismo, pérdida de biodiversidad, desplazamientos de comunidades…

Porque la crisis climática no es sólo medioambiental: es un reflejo de desigualdades sistémicas y además expone cómo los ricos pueden seguir consumiendo y produciendo sin límite, mientras quienes menos tienen sufren las consecuencias directas. Por eso, para que la transición energética tenga sentido real, debe ser justa, y deber serlo para todos.

Clara Tomé durante una intervención en el Parlamento Europeo.

P.: ¿Está siendo la transición energética una excusa para nuevos colonialismos argumentados en la urgencia de dar pasos hacia la descarbonización?

R.: La urgencia por descarbonizar no puede servir de excusa para repetir viejas prácticas extractivistas y coloniales, pero eso es exactamente lo que está ocurriendo mientras las grandes potencias presumen de ser líderes en renovables.

La transición energética está generando una nueva ola de explotación de recursos como litio o cobalto, necesarios, por ejemplo, para los coches eléctricos de Tesla. Dicha explotación ocurre a menudo en países del sur global como Congo o Bolivia.

En estos lugares,  comunidades enteras están siendo desplazadas, sus aguas contaminadas y sus derechos ignorados en nombre de un progreso que no les incluye. Si esta transición no es justa, corremos el riesgo de cambiar la fuente de energía, pero mantener el mismo sistema de desigualdad y abuso que nos llevó a esta crisis en primer lugar.

P.: ¿Cómo podemos empoderar a las posibles víctimas de este nuevo colonialismo teñido de verde?

R.: Más que empoderarlas, lo fundamental es reconocerlas primero. Esto significa darles voz, visibilidad y un asiento en la mesa antes de planear o implementar cualquier proyecto verde en sus territorios.

Su consentimiento debe ser absolutamente mandatorio, cualquier acción ambiental que no parta de este reconocimiento corre el riesgo de reproducir dinámicas de colonialismo y extractivismo bajo un discurso de sostenibilidad, desplazando a quienes más deberían ser escuchados y respetados.

A nivel local

P.: Dice una máxima ecologista que lo más efectivo es pensar globalmente y actual localmente, ¿qué es lo que podemos hacer a nivel local, en nuestra ciudad, barrio o pueblo, para mejorar las cosas?

R.: Y tiene razón, es mucho más fácil tener un impacto a nivel local que aspirar a cambiar el mundo de la noche a la mañana. Puedes organizar talleres, charlas, limpiezas de espacios naturales o campañas de concienciación en tu comunidad.

Por ejemplo, yo en mi comunidad (Palencia) he fundado un programa educativo junto a la Diputación llamado EcoNextGen, que ya ha concienciado a más de 1.000 estudiantes en los dos años que llevamos, sobre temas como la moda rápida o los derechos de la naturaleza. El feedback siempre ha sido increíble. Si tienes una idea, empieza a moverte, contacta a gente, hazla realidad.

P.: Por último, ¿qué consejo darías a aquellas personas desanimadas, jóvenes y no tan jóvenes, que piensan que no se puede hacer nada para cambiar el panorama, cómo les sacamos de esta ecoansiedad y esta falta de esperanza?

R.: Si todas las personas hubieran pensado que no podían cambiar nada, hoy todavía la esclavitud sería la norma, las mujeres seguirían sin derechos, y muchos de los avances que hoy damos por sentados no existirían. Encuentra tu comunidad, tu circulo y si no existe, créalo.

Cada acción que hacemos, por pequeña que parezca, tiene el poder de transformar nuestro mundo. No subestimes lo que puedes lograr cuando nos unimos y actuamos.