Los hosteleros estallan contra el toque de queda de Sánchez: «Va a ser la ruina»
«Va a ser la ruina», «esto es un pozo sin fondo», «vamos hacia una lenta agonía» o «estamos con la soga al cuello». Así se pronuncian los hosteleros de Madrid sobre el toque de queda impuesto por Pedro Sánchez y el estado de alarma que el presidente quiere prolongar hasta mayo. OKDIARIO se desplaza al centro de la capital y pulsa la opinión de un buen número de bares y restaurantes que coinciden: «El futuro del sector está muy negro».
Antes de comenzar el recorrido, ya se deja notar la grave crisis económica que azota al país. En el trayecto en el Metro varias personas entran al vagón a pedir. Igualmente, a lo largo del recorrido por las calles más céntricas de Madrid también se aprecia un repunte de mendigos. Algunos responden al patrón clásico, pero también se dejan notar otros perfiles de gente mayor que no tiene más remedio que buscar limosna para sobrevivir.
Empezamos el itinerario en la céntrica plaza de Tirso de Molina. Las amplias terrazas que hay en varios negocios históricos están prácticamente vacías. Al miedo al contagio se suma la amenaza de lluvia que espanta a los clientes. En este punto, hablamos con uno de los camareros más activos de la zona. A pesar de la alegría que le caracteriza en su forma de ser, reconoce ante el micrófono de OKDIARIO que los próximos meses serán muy complicados. Apunta que «va a ser la ruina» cuando le comentamos las nuevas restricciones que llegan impuestas desde el Palacio de La Moncloa. Señala que en comparación con las mismas fechas del año pasado está haciendo menos de un 10% de caja y, por tanto, el cierre del local puede llegar tarde o temprano.
Seguimos el camino hacia la Plaza Mayor. Igualmente, las terrazas están también casi desiertas. Muchos camareros declinan la invitación a contar su testimonio porque, dicen, no tienen el permiso del jefe para hablar. Lo último que quieren es que una aparición en medios de comunicación sea la excusa perfecta para un despido.
No obstante, intercambiamos opiniones con el gerente de uno de los restaurantes clásicos en las inmediaciones de la plaza, un comedor especializado en paellas. Explica que contaba con los fines de semana y los puentes de otoño y de la Navidad para arreglar el ejercicio económico, pero tras las nuevas prohibiciones le será imposible. Este local está centrado en atender a turistas y los internacionales se han desplomado. Únicamente los visitantes nacionales le han permitido abrir. Sin embargo, preguntado sobre si no sería más rentable cerrar, dice: «Da igual, esto va a ser una lenta agonía, prefiero abrir para, al menos, decir que intenté hacer algo».
«Que pisen la calle»
Cruzamos la emblemática plaza y llegamos a la calle Mayor. Aquí una mujer nos atiende mientras despacha a clientes en una churrería. Aunque es el negocio que más lleno está de los que hemos visto, apunta que no ve nada claro poder seguir abriendo los próximos meses. Al igual que el resto de entrevistados tiene entre ceja y ceja un colectivo: los políticos. «Me da igual de un lado que de otro, están a pelearse entre sí en vez de en buscar soluciones. Reconozco que no es fácil, que no hay una alternativa mágica, pero les pagamos para momentos como este y se ve que no dan la talla. Tienen que pisar la calle porque no conocen la realidad. Esto se hunde», indica.
En el mismo sentido, otro camarero de la zona que con gracia busca clientes frunce el ceño al sacar en la conversación a Pedro Sánchez. «Se fue de vacaciones y no hizo nada para evitar que llegásemos a este punto. Es una vergüenza. La mitad de la plantilla de este restaurante ya está en ERTE y puede que se amplíe a todos. Sánchez tenía que haber asumido su papel pero no ha sido capaz de organizar a las comunidades autónomas, hay una descoordinación y una falta de claridad en las medidas muy preocupante», expone este trabajador con el uniforme puesto.
A continuación, nos desplazamos a uno de los viales que más bullicio desprende de Madrid: la Cava Baja. Sin embargo, la escena es desoladora. La mayor parte de las tabernas están cerradas. Apenas encontramos un negocio abierto que regenta una pareja. De tener el espacio atestado de gente a poder poner dos mesas, de las cuales sólo una tiene clientes. Desde la barra los responsables lamentan que están «con la soga al cuello». «La economía va a desaparecer. Es importante la salud, eso es lo primero, pero sin economía también se pasa muy mal», desarrolla el responsable de este bar que, dice, en 34 años de experiencia no ha visto una crisis así.
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