Ésta es la rutina del Papa León XIV para mantenerse en forma, según su entrenador personal
En una época donde la salud física y la espiritualidad a menudo parecen pertenecer a mundos distintos, la historia del Papa León XIV ofrece una fusión muy interesantes entre ambas. Antes de convertirse en el líder espiritual de millones de personas alrededor del mundo, Robert Prevost mantenía una rutina activa y saludable, asistiendo con frecuencia a un gimnasio normal y corriente cerca del Vaticano. Nadie imaginaba que aquel hombre discreto y amable, que entrenaba sin llamar la atención, sería el futuro pontífice.
Su enfoque equilibrado entre el bienestar del cuerpo y el alma ha sorprendido a muchos, especialmente a quienes lo conocieron antes de su elección como Papa. Uno de los más sorprendidos fue su propio entrenador personal, Valerio Masella, quien durante meses lo trató como a cualquier otro cliente. Esta anécdota nos invita a reflexionar sobre cómo el cuidado corporal y la fe pueden complementarse mutuamente en la vida cotidiana, incluso en los niveles más altos de la jerarquía eclesiástica.
La rutina saludable del Papa León XIV
La imagen que muchos tienen de un Papa está ligada a la solemnidad, la oración constante y una vida dedicada exclusivamente a los asuntos espirituales. Sin embargo, la figura de León XIV ha empezada romper algunos esquemas preestablecidos. Su historia personal ha llamado la atención no sólo por su recorrido religioso, sino por el estilo de vida saludable que cultivó durante años antes de asumir el trono de San Pedro.
Este aspecto poco conocido de su biografía ha salido a la luz gracias al testimonio de su entrenador personal, Valerio Masella, quien recientemente compartió su experiencia en una entrevista con el medio italiano Il Messaggero. Valerio, un entrenador de apenas 26 años, recuerda al hombre que entrenaba con frecuencia en un gimnasio situado a poca distancia del Vaticano.
Según cuenta, jamás imaginó que ese señor tranquilo, educado y siempre respetuoso era, en realidad, un alto miembro del clero. «Aquí nadie sabía que Robert, como lo conocíamos todos, era cardenal. Y mucho menos yo, que era su entrenador. Para mí, era un cliente más, alguien que venía a mejorar su salud y rendimiento físico», expresó Masella, todavía sorprendido por la revelación.
Algunos pensaban que era un académico o profesor universitario por su forma de hablar y su comportamiento pausado. «Siempre fue una persona muy centrada, con una actitud relajada pero comprometida con sus entrenamientos. Jamás le vi perder la paciencia o mostrarse irritado. Tenía una calma admirable» comentó Valerio.
Masella se quedó de piedra cuando vio a su antiguo cliente aparecer en la televisión, saludando desde el balcón de la Basílica de San Pedro, recién nombrado como Papa León XIV. «No lo podía creer. ¡Yo lo entrené! Fue una sorpresa total. Jamás me lo hubiera imaginado, aunque ahora que lo pienso, su manera de ser tenía algo especial, algo distinto», añadió el joven entrenador con una mezcla de incredulidad y orgullo.
Según fuentes cercanas, Robert Prevost empezó a practicar deporte desde joven, manteniéndolo como parte regular de su rutina incluso mientras ascendía en su carrera eclesiástica. Lo integró como un componente fundamental para sostener su energía, claridad mental y paz interior. En más de una ocasión habría afirmado que entrenar lo ayudaba a orar mejor, a pensar con más calma y a afrontar los desafíos con mayor fortaleza.
Era, por lo tanto, un compromiso con su bienestar integral. Caminatas, ejercicios de fuerza moderada, estiramientos y respiración consciente formaban parte de su entrenamiento semanal. Esa práctica constante le permitió llegar al cónclave en una forma física envidiable para su edad.
Lo que queda claro es que la historia de León XIV tiene el potencial de inspirar a muchos. No sólo por su papel como guía espiritual, sino por la forma en que ha sabido cuidar su salud física como una expresión más de su espiritualidad. En tiempos donde el estrés y la ansiedad afectan a millones de personas, el ejemplo del Papa puede ser un llamado a repensar la relación que cada uno tiene con su propio bienestar.
En definitiva, el testimonio de su entrenador aporta una nueva dimensión a la figura del pontífice. Más allá del líder religioso que aparece en actos solemnes o en documentos oficiales, también es un hombre real, que se ha esforzado por mantenerse activo, fuerte y sereno, como una forma de servicio a los demás. Su historia nos invita a contemplar que la espiritualidad no está reñida con el movimiento, con la energía, con el cuidado físico. Al contrario, puede ser un camino hacia una vida más plena y coherente.
Y quizás, entre repeticiones de ejercicios y momentos de silencio interior, Robert Prevost ya intuía que su misión lo llevaría algún día mucho más allá de las paredes del gimnasio. Hoy, como León XIV, su vida continúa siendo testimonio de que cuerpo y espíritu pueden y deben caminar juntos.
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