Noelia de Mingo permanece vigilada en una celda de cristal por ideas suicidas: «Se odia a sí misma»
La asesina múltiple de la Jiménez Díaz trató de clavarse el cuchillo con el que atacó a los policías que la detuvieron en El Molar
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Han pasado casi dos semanas desde que un fantasma de la crónica de sucesos reviviera en las calles de la localidad madrileña de El Molar. A media mañana del lunes 20 de septiembre la noticia era que la doctora Noelia de Mingo había apuñalado a dos mujeres 17 años después de que hiciera lo mismo en el hospital en el que trabajaba en Madrid dejando tres muertos y un total de ocho víctimas. Desde entonces la doctora de Mingo se encuentra encerrada en una celda con paredes de cristal y en los momentos que tiene de lucidez pone de manifiesto que está harta de sí misma y odia en lo que se convierte cuando pierde el control. La vigilancia sobre ella es permanente por alto riesgo de suicidio.
Un suicidio policial es la herramienta que frecuentemente usan personas desesperadas para poner fin a sus vidas por falta de medios o capacidad personal para quitarse la vida ellos mismos. Exactamente este es el escenario que creen los investigadores que hay detrás de la violenta reaparición de Noelia de Mingo casi dos décadas de después de protagonizar una masacre en el hospital en el que trabajaba cuando sufrió un brote psicótico que la llevó a apuñalar a ocho personas. Los policías que tuvieron que detenerla en El Molar hace unos días aseguran que la mujer trató de apuñalarse a sí misma con el mismo cuchillo con el que segundos antes había atacado a dos trabajadoras de un supermercado. «Pegadme un tiro ya», les gritó a esos mismos policías en un claro intento de desear que alguien, si no ella misma, acabara con su vida en ese preciso instante.
Ahora, ya recluida de nuevo en la cárcel psiquiátrica de Fontcalent, en Alicante, el estado de Noelia delata que las sospechas policiales sobre lo que esconde el incidente de El Molar son más que razonables. De Mingo se encuentra en la misma cárcel en la que en 2017 se emitió un informe que garantizaba que ponerla en libertad no iba a suponer un peligro ni para ella ni para nadie más. El error es grosero y la reacción dentro de prisión está siendo más cautelosa que nunca. Desde que ha regresado a Fontcalent Noelia permanece vigilada y custodiada 24 horas al día y el tiempo que está encerrada lo pasa dentro de una celda con las cuatro paredes de cristal. No quieren perder un segundo de vista a una mujer cuyo comportamiento apunta a que es muy consciente de cuál es su realidad y en su cabeza se ha formado la idea de que sólo puede escapar de ella quitándose de en medio.
Huelga de hambre encubierta y calculada
«Lleva varios días sin comer ni beber y se le está intentando convencer de que tome algo. No ha comunicado oficialmente que está en huelga de hambre, para lo que existe un protocolo de cuidados. La sensación es más la de querer consumirse poco a poco», explican fuentes cercanas a la doctora a OKDIARIO. De hecho, esta fase de autodestrucción que protagoniza Noelia tiene mucho de lucidez. La mujer, que ahora tiene 48 años, ha accedido a tomar un par de zumos, pero tras lo que parecía un logro se esconde evitar que la dirección de la cárcel consiga un mandato judicial que ordene alimentarla por vía intravenosa contra su voluntad.
«Se odia a sí misma y lo hace cuando tiene momentos de lucidez y se da cuenta de todo lo que ha pasado. Por eso hay que estar especialmente atentos porque ahora mismo el riesgo está en ella misma y en cualquier descuido puede aprovechar para acabar con todo», explican las mismas fuentes, quienes además aclaran que en el día a día se percibe que es «una presa plenamente institucionalizada». Noelia sabe perfectamente cómo funciona la prisión y está en ese momento crítico en el que puede estabilizarse y entrar en la dinámica penitenciaria o no conseguirlo y caer en el bucle en el que la encierra su propia enfermedad mental.
Mientras sus últimas dos víctimas de El Molar se recuperan de sus heridas, los supervivientes de la Jiménez Díaz y los familiares de las víctimas mortales no salen de su asombro. Fernando Alberca, novio de una enfermera asesinada por Noelia de Mingo, es de los pocos que no se ha mostrado sorprendido. «A esta mujer se le consintió todo durante mucho tiempo y el precio fue la vida de tres personas y la desgracia de muchas más. Ahora se lo volvieron a consentir asumiendo que su madre, una octogenaria, se ocupara de vigilar a una persona muy capaz de matar si no se trata su enfermedad. Y lo más grave es que ninguno de los responsables de todo esto ha respondido por nada». Al final, la esquizofrénica paranoide resulta ser otra vez la culpable de unos actos de los que es la menor de los culpables.
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