El fundador del catalanismo: «Jamás cantaré Els Segadors ni usaré el odio contra los hijos de España»

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Los vicepresidentes de la ANC, Agustí Alcoberro (d) y de Òmnium Cultural, Marcel Mauri (i), junto al diputado de Junts per Catalunya Jordi Turull. (Foto: EFE)

Los libros de texto de la Editorial Teide firmados por el actual vicepresidente de la ANC, el independentista Agustí Alcoberro, inculcan a los alumnos la idea de que España ha pisoteado sistemáticamente las aspiraciones legítimas de los catalanes a lo largo de los siglos.

Y esto ocurre en todas las etapas analizadas. El libro de Historia de Agustí Alcoberro para 4º de ESO incurre en todos los tópicos del independentismo: presenta la disputa dinástica de la Guerra de Sucesión española como un enfrentamiento entre «Castilla, que dio su apoyo a Felipe V, y la Corona de Aragón», que apostó por el archiduque Carlos de la Casa de Austria.

Esta versión oculta que Felipe V era el sucesor legal del Reino, designado en el testamento de Carlos II, y fue reconocido como rey legítimo por las Cortes catalanas en 1701. El libro de texto sitúa en 1714 la pérdida de las libertades de Cataluña debido a la entrada en vigor de los Decretos de Nueva Planta que «impuso el castellano como única lengua oficial» y abolió las instituciones históricas propias de los reinos de Aragón y Valencia.

Lo cierto es que los Decretos de Nueva Planta sólo hacen una alusión a la lengua, en su artículo 4º: «Las causas de la Real Audiencia se substanciarán en lengua castellana». Hasta entonces, estas causas se desarrollaban en latín, por lo que difícilmente los Decretos de Nueva Planta supusieron una persecución contra la lengua catalana.

«Jamás entonaré ‘Els Segadors’»

Por otro lado, resulta bastante anacrónico hablar de la pérdida de libertades en 1714, 75 años antes de la Revolución Francesa. En todo caso, fueron abolidos privilegios cuasi feudales de los que se beneficiaban los estamentos sociales más elevados.

La supuesta «opresión» sufrida bajo la dinastía borbónica difícilmente explica el florecimiento económico que Cataluña experimentó a partir del siglo XVIII y, sobre todo, del XIX, especialmente gracias a las medidas proteccionistas y el establecimiento de aranceles a la importación de productos del exterior, que convirtieron al conjunto de España y sus colonias en un mercado cautivo de la industria catalana.

En este apartado, el libro de texto de Alcoberro menciona a Valentí Almirall como uno de los referentes del «catalanismo federalista». Olvida citar los escritos de Almirall que hoy sonrojarían a cualquier independentista: «Nada tengo en común con el catalanismo al uso, que pretende sintetizar sus deseos y aspiraciones en un canto de odio y fanatismo (….) Jamás he entonado ni entonaré Els Segadors, ni usaré el insulto ni el desprecio para los hijos de ninguna de las regiones de España».

El libro del vicepresidente de la ANC también menciona las Bases de Manresa (1892) como el documento fundacional del catalanismo político. Este documento era tan retrógrado que proponía el sufragio censitario (negando así el sufragio universal) y defendía que «sólo los catalanes podrán desempeñar cargos públicos en Cataluña».

El «nacionalsocialismo» de ERC

Ya en el apartado referido a la Segunda República, el libro oculta que el feroz anticlericalismo de los partidos de izquierdas (con la quema de iglesias y la decisión de prohibir a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza) fue uno de los detonantes de la Guerra Civil.

El libro de texto que utilizan miles de alumnos catalanes presenta el golpe de Estado de Companys en 1934 desde una perspectiva victimista y oculta que algunos de sus más estrechos colaboradores de ERC, como su consejero de Gobernación Josep Dencàs, se definían como «nacionalsocialistas», en pleno auge de los movimientos fascistas de los años 30.

También oculta la responsabilidad de Companys en las 8.000 ejecuciones que se llevaron a cabo en Cataluña durante la guerra civil, incluyendo el asesinato de 80 miembros de su propio partido (ERC) y el fusilamiento de 200 militares que se sumaron a la sublevación en julio de 1936.

Del mismo modo, el libro de texto del vicepresidente de la ANC oculta que el propio fundador de la Lliga Regionalista, Francesc Cambó, financió el golpe de Estado de Franco: montó una red de espionaje y una oficina de propaganda en París para apoyar al bando nacional.

La región más mimada por la Dictadura

Recurriendo al habitual discurso del victimismo, el manual de Historia afirma que «durante la Guerra Civil, muchos dirigentes franquistas defendieron la necesidad de desindustrializar Cataluña, es decir, de obligar a los empresarios a sacar sus fábricas de Cataluña y trasladarlas a otros lugares del Estado que consideraban más fieles al régimen y más españolas. Este proyecto no se llevó a cabo, pero la Dictadura siempre favoreció la instalación de industrias y servicios en Madrid en detrimento de Cataluña».

De nuevo, se trata de una mentira bastante grotesca. A través de las empresas públicas, el Gobierno de Franco ubicó en Cataluña grandes industrias como la primera fábrica de Seat (empresa participada en un 51% por el INI), la refinería de petróleo de Tarragona (que llegó a generar el 50% de la producción química nacional), las instalaciones de la Empresa Nacional de de Autocamiones (ENASA) que fabricaba los vehículos Pegaso, o la Empresa Nacional Eléctrica del Ribagorzana (ENHER).

Tal como constata el sindicato de profesores catalanes AMES, Cataluña fue «la región más favorecida por la política económica, industrial y de infraestructuras durante el franquismo». Pero esta realidad choca con el mito de la heroica resistencia catalana contra la Dictadura fabricada por los independentistas.

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