¿Qué hay detrás de las violentas protestas de Líbano?
La violencia ha conquistado cada rincón de Beirut este sábado en el denominado ‘Día del Juicio’, que ha acabado con un policía muerto y más de 200 heridos. «Un miembro del Ministerio del Interior murió en el proceso de mantener la seguridad mientras asistía a retenidos dentro del hotel Le Gray, después de ser atacado por varios alborotadores asesinos, lo que llevó a que cayera y muriera2. Estas han sido las palabras utilizadas por las fuerzas de seguridad libanesas para anunciar el fallecimiento de uno de sus compañeros durante una manifestación, en la cual decenas de personas irrumpieron en los ministerios de Asuntos Exteriores, Economía, Energía y Medio Ambiente.
El panorama sigue siendo apocalíptico en Líbano cinco días después de la tragedia, que ha dejado alrededor de 158 fallecidos y más de 6.000 heridos. Los equipos de rescate y la propia sociedad libanesa continúan buscando personas desaparecidas entre los escombros o los coches calcinados. Sin embargo, las raíces de esta inestabilidad política y social residen en la crisis económica y financiera que sufre el país. El colapso de la moneda, el aumento de la inflación, sumado a esta explosión y la pandemia del coronavirus, han exacerbado las tensiones políticas de una nación que pide respuestas. Líbano -un país con unos cinco millones de habitantes y que alberga a más de un millón y medio de refugiados- es una de las naciones más endeudadas del mundo.
El desastre del puerto de Beirut ha sido la chispa que ha encendido la mecha a una revolución que llevaba meses gestándose. La crisis económica ha dejado al 75 % de los habitantes libaneses al borde del abismo, al 33 % en situación de desempleo y a alrededor del 15 %, es decir, al menos un millón de personas, por debajo del umbral de la pobreza, según datos elaborados por la BBC. El fantasma de la corrupción no ha desaparecido en un Líbano que no entiende cómo se ha permitido que más de 2.700 toneladas de nitrato de amonio se almacenaran sin tomar las medidas correspondientes en el puerto de la ciudad durante seis años. La confianza se ha roto y el intercambio de acusaciones o la falta de voluntad para encontrar el origen de esta crisis no han hecho más que empeorar esta situación.
El primer ministro Hasan Diab se ha dirigido a la sociedad libanesa este viernes por la tarde, mientras la violencia campaba a sus anchas por la capital, para afirmar que “la rendición de cuentas no perdonará a nadie”. “La magnitud del desastre es mayor de lo que se pueda imaginar. Hay heridas que dejarán su huella para siempre”, ha subrayado el político libanés, antes de invitar a las formaciones políticas del país a acordar la próxima etapa. “No tienen mucho tiempo. Estoy listo para asumir la responsabilidad durante dos meses hasta que estén de acuerdo. No se debe obstaculizar la implementación de reformas estructurales para salvar al país”, ha aseverado. Diab presentará este lunes ante el Consejo de Ministros un proyecto de ley para la celebración de elecciones parlamentarias anticipadas.
Esta crisis política ha llevado a los diputados del partido Kataeb, una pequeña formación política con tres escaños en el Parlamento, a anunciar su renuncia y “pasar al frente con todos los libaneses honestos por el bien del Líbano, soberano e independiente”. Esta renuncia he tenido lugar después de que el titular de la cartera de Exteriores libanés presentase este lunes su dimisión, alegando que el Ejecutivo no había logrado gestionar la crisis y aplicar las medidas necesarias para salvar el país.
A pesar de esta triple crisis económica, política y social, el país de los cedros se ha convertido en una de las principales naciones receptoras de refugiados palestinos y sirios. La Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio (UNRWA) teme que las secuelas de esta explosión golpeen con más fuerza a las comunidades vulnerables de Líbano. “Los refugiados palestinos ya se encuentran entre los más vulnerables del país y muchos de ellos dependen en gran medida de la asistencia para poder alimentar a sus familias”, ha dicho Claudio Cordone, responsable de la UNRWA en Líbano.
El estado liderado por el primer ministro, Hasán Diab, se enfrenta a su peor crisis económica desde la guerra civil que sufrió el país entre 1975 y 1990. Las protestas que comenzaron en octubre para poner fin a la corrupción generalizada y a la mala gestión de los recursos se han convertido ahora en manifestaciones violentas por una crisis económica y de legitimación que ha llevado a Líbano al borde del abismo, en parte exacerbada, por las medidas impuestas para detener la propagación del coronavirus. La historia de esta pequeña nación dio un giro radical el pasado 17 de octubre, cuando el Gobierno anunció nuevas medidas fiscales. Este proyecto de ley llevó a miles de personas de distintas religiones y clases sociales del país a protestar exigiendo reformas económicas y sociales y cambios en la esfera política, a la que acusaban de corrupción. Nueves meses después, la inestabilidad y la ira se han extendido a lo largo y ancho del país.
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