Internacional

Iván Duque, la ‘nueva política’ en Colombia: «Comparto con Trudeau y Macron su visión centrista»

Hay una nueva generación de políticos que trata de abrirse paso en un mundo convulso. Entre populismos de todo pelaje, acuerdos de paz que parecen claudicaciones, liderazgos personalistas, guerras, crisis económicas y la eterna dificultad de dos tercios del planeta por dejar de formar parte del club de los ‘países dependientes’ —con economías necesitadas de inversión extranjera muchos, con necesidad de alianzas estratégicas con los grandes todos—, sacan la cabeza un grupo de nuevas personalidades que pueden responder al enorme cambio social que está causando la globalización.

¿Quiénes forman esta nueva generación de políticos cuyos nuevos discursos tratan de conectar mediante un lenguaje distinto con la realidad revolucionada que estamos viviendo?

Algunos de ellos los tenemos cerca, como Emmanuel Macron en Francia o incluso Albert Rivera en España. Al otro lado del Atlántico, Justin Trudeau ya ha logrado acceder al poder en Canadá alimentando de ilusión a sus ciudadanos. Y en la convulsa Colombia emerge en el Centro Democrático (CD) —el partido del ex presidente Álvaro Uribe, favorito para ganar las presidenciales de 2018— un nuevo líder para superar las rencillas históricas del país, Iván Duque.

El mundo está ahora conectado 24 horas, siete días a la semana. Y, aunque las recetas se comparten por Twitter aún más rápido que las enfermedades que causan los hechos noticiosos, ningún país puede salir adelante sin un líder pegado a la idiosincrasia de su terreno y de su pueblo. De ahí los matices, de ahí la dificultad de comprender que lo que vale en España no vale en Colombia. Y viceversa.

Cierto que todo el mundo democrático coincide en que Venezuela es la peor de las tiranías al haberse convertido en una dictadura encubierta en instituciones teóricamente democráticas. Y que nadie duda de que las teocracias de Oriente Próximo tendrán que sufrir una evolución si no quieren caer por revolución. Ésa es la parte buena de compartir información de manera instantánea. Pero a la hora de la verdad, son las nuevas generaciones preparadas y dispuestas al compromiso político de cada país las que pueden (¿y deben?) tomar las riendas de un planeta que está cambiando.

Macron, Rivera, Trudeau…

En Francia habrá elecciones presidenciales entre abril y mayo. Se dilucidará quién toma las riendas de un país de la vieja Europa necesitado de una reestructuración desde la base y, por lo que dicen las encuestas, ni socialistas ni republicanos tienen casi opciones por primera vez en la historia de la V República. Quien puede darle la vuelta al país es la populista de extrema derecha y antieuropea Marine Le Pen o el joven banquero ex socialista Emmanuel Macron.

Emmanuel Macron, ex ministro de Economía francés y aspirante a la Presidencia de la República. (Foto: AFP)

El joven rico juega a definirse como «antisistema» a pesar de haber llegado casi imberbe al núcleo del mismo, siendo ministro de Economía de François Hollande hasta hace poco.“Vi desde dentro el vacío de nuestro sistema político […] Vi lo que cuesta rechazar las reglas obsoletas de un sistema de clanes que se ha convertido en el principal obstáculo para la transformación de nuestro país”, proclama en tono triunfador Macron. “Rechazo este sistema”, concluye en sus mítines, haciendo un llamado a una “revolución democrática profunda”.

Albert Rivera. (Foto: AFP)

En España, Albert Rivera ha sabido abrir un hueco para el centro liberal y progresista como nunca había pasado desde el hundimiento de la UCD en 1982. La profundísima crisis económica que ha vivido nuestro país ha deslegitimado a los ojos de muchos votantes las prácticas y costumbres del sistema bipartidista. Sin llegar al hundimiento radical de sus hermanos franceses, los socialistas y los conservadores españoles han visto cómo emergían dos partidos a su lado que armaban un discurso distinto, más directo y, nuevamente, uno populista y el otro práctico.

Justin Trudeau, primer ministor de Canadá. (Foto: AFP)

Justin Trudeau, líder del Partido Liberal, de centro-izquierda, es hijo y heredero legítimo de Pierre Trudeau, quien fuese primer ministro en Canadá con una pequeña interrupción entre 1968 y 1984. Desde su victoria en octubre de 2015 ha tomado el legado del ‘padre de la actual Canadá’ revirtiendo la década petrolera y austera de Stephen Harper. “Hemos vencido al miedo con esperanza, hemos vencido al cinismo con trabajo duro, la negatividad y políticas de división con una visión positiva que una a los canadienses”.

Iván Duque, el ejemplo colombiano

Iván Duque puede que sea quizá el representante de esta nueva generación más desconocido para el gran público español. Pero puede ser la sorpresa de la enorme carrera que formada en el uribismo por aprovechar al enorme oportunidad que se ha abierto en Colombia. El actual presidente, Juan Manuel Santos, no está sabiendo capitalizar políticamente el presumible fin de la violencia de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La sociedad está dividida prácticamente por la mitad y casi dos tercios desconfían de que las FARC vayan a cumplir su palabra.

Duque, en declaraciones a OKDIARIO ha mostrado las claves de su proyecto, que si bien quiere reconciliar a los colombianos, no se centra únicamente en el fin del arcoterrorismo. Es más, sus priemras recetas se centran en la economía: «Recuperación de la economía colombiana a partir de la inversión, la simplificación del sistema tributario, la reducción de gastos innecesarios, la lucha contra la evasión y el contrabando». Con este plan, Duque pretende regenerar la política: «Quiero luchar contra la corrupción, focalizar mejor el gasto social y recuperar la seguridad en todo el país y principalmente en las ciudades».

Iván Duque se dirige al Parlamento colombiano, junto al líder del CD, el ex presidente Álvaro Uribe.

De hecho, a Iván Duque (Bogotá, 1976) hay que preguntarle expresamente por los polémicos acuerdos firmados en La Habana por Santos y la narcoguerrilla para que haga una alusión explícita al asunto que mantiene en vilo a los medios en Colombia. Pareciera como si hubiera descubierto que el problema no es tanto la violencia —pese a que hayan sido más de cinco décadas de asesinatos, extorsión, secuestros y violaciones— sino la desigualdad que la alimenta, empujando a jóvenes sin futuro a las garras del fusil.

«Tengo claro que el primer día como presidente presentaré una reforma constitucional para que el narcotráfico no sea un delito amnistiable», apunta siguiendo los postulados de su partido. Y es que una cosa es que el discurso de Duque sea más apegado a la nueva Colombia que emerge dispuesta a ilusionarse con el futuro y otra sería olvidar o borrar el pasado. «Arsenal bélico oculto o dineros no entregados a la reparación de las víctimas harán que los cabecillas pierdan los beneficios», explica vehemente. Para terminar con la clave del asunto: la sustitución de los cultivos de coca «y la erradicación», que serán «obligatorios y no voluntarios» en las regiones que actualmente viven de esas plantaciones ilegales, y el fin de la impunidad de la que gozarán «los responsables de crímenes de lesa humanidad» si no se reforman los acuerdos.

Duque se siente parte de esa nueva hornada política. Tanto que se reconoce en la «identidad generacional de Trudeau y Macron, al igual que en su aproximación de centro». Aunque, quizá por su condición de colombiano de 40 años que siempre ha vivido bajo el yugo de la violencia narcoterrorista tiene «simpatías con Trump en su compromiso contra el terrorismo y la criminalidad, al igual que la visión de facilitar el clima de negocios».

Iván Duque tiene cerca el ejemplo de Álvaro Uribe, líder indiscutible de su partido, y mentor de muchos de sus aspirantes. Al punto de que se muestra firme contra las recetas «simples» de los populismos, como el de Podemos, ante cuya mención, responde: «Son el cáncer de la política. Se basan en el ‘pan para hoy, hambre para mañana’, se cimientan en las falsas promesas, en la polarización social y en estimular odios».

Y por eso no pierde la oportunidad de señalar a Nicolás Maduro, quien los ha alimentado y financiado al tiempo que sumía a los venezolanos, en la más profunda de las crisis: «Aprecio y cariño al pueblo de Venezuela», defiende, «pero firmeza para denunciar los abusos del Gobierno a las libertades y a la democracia». Y es que, de nuevo en sintonía con la firmeza de Uribe, Duque afirma que «la diplomacia no se puede hacer con hipocresía. La diplomacia requiere franqueza y el gobierno de Venezuela ha sido complaciente con el narcoterrorismo colombiano».