Historia
Edad Media

Esta es la costumbre más repugnante que se conoce en la Edad Media: no apto para aprensivos

  • Manuel Morera
  • Periodista y fundador del pódcast V9, el programa de F1 más escuchado de España. Universidad de Valencia y Radio 3. Anteriormente en ElDesmarque, Levante TV y Las Provincias.

Con la Edad Media el público no tiene un término medio. Hay quienes sólo piensan en cruzadas, castillos y caballeros, pero otros la imaginan como una época asquerosa, falta de higiene y costumbres tan extremas que el Papa tuvo que prohibirlas.

Pero, en unos años marcados por la suciedad, la epidemia y prácticas inconcebibles, había una práctica que resulta especialmente extraña vista desde nuestros ojos: el uso de excrementos humanos y de animales para pavimentar los caminos.

Si algo tenían de sobra en la Edad Media, sobre todo en zonas rurales, eran excrementos, por lo que tiene cierta lógica que formara parte de la mezcla. En todo caso, el riesgo sanitario era alto.

La costumbre más asquerosa de la Edad Media para pavimentar los caminos

En la Edad Media no existía el asfalto y ni siquiera era común ver calles empedradas fuera de los centros urbanos más importantes. Por ello en muchas aldeas y rutas de paso los caminos se preparaban acumulando excrementos.

Prácticamente valía todo: los habitantes recogían los desechos de los establos y los mezclaban con lo que dejaban los animales de carga en plena vía. A veces hasta se añadía la materia fecal de los vecinos.

El objetivo era práctico: aprovechar los restos y crear un suelo compacto que evitara el barro provocado por las lluvias. Sin embargo, no tenían en cuenta que generaban otros problemas.

Por ejemplo, camino sobre esas superficies suponía convivir con un mal olor insoportable en algunos momentos y con la proliferación de enfermedades. El pavimento con excrementos era un caldo de cultivo perfecto para bacterias, insectos y parásitos.

Cómo afectaba a las personas de la Edad Media convivir con excrementos

El contacto cotidiano con estos caminos tenía consecuencias evidentes para la salud. Por ejemplo, la acumulación de heces favorecía la transmisión de infecciones intestinales y de parásitos.

Las grandes protagonistas eran las moscas y las ratas, atraídas por la materia en descomposición, que actuaban como vectores de enfermedades que podían propagarse rápidamente en comunidades con escasos recursos médicos.

No hay que olvidar que en la Edad Media el agua potable era un bien escaso y que muchas veces se recogía de pozos o riachuelos contaminados. El pavimento de excrementos contribuía a que esos recursos quedaran aún más expuestos.

Eso hacía que los brotes de disentería, cólera y otras afecciones digestivas fueran frecuentes, aunque los habitantes no llegaban a comprender cuál era su origen.

De hecho, las personas no eran las únicas que sufrían por culpa del pavimento fecal. Los animales de carga como caballos, mulas y bueyes también estaban expuestos, especialmente las pezuñas.

La práctica medieval más asquerosa que se extendió por todos los caminos

Lo normal en la Edad Media era tener letrinas que no estaban conectadas a ninguna red de saneamiento, lo que ayudó a que el lanzamiento de excrementos a los caminos fuera común.

El cúmulo de materia fecal, mayoritariamente de animales, hizo que la costumbre de usarla para consolidar los caminos se extendiera por buena parte de Europa.

Únicamente con el desarrollo de las ciudades y el impulso de la ingeniería civil comenzaron a imponerse soluciones más higiénicas, como el empedrado y, posteriormente, la pavimentación con materiales sólidos.