«¿Tanto quieres a tu hija? Pues empatiza con los sentimientos de las víctimas»
«Mi madre necesitaba a mi hermano y mi hermano necesitaba a mi madre… Ahora está enterrado en Valencia».
El impactante mensaje retumbó este jueves en la red social Twitter. Lo firmaba una tuitera «anónima», Ana Díaz. Y era su respuesta a la carta en la que la etarra Sara Majarenas argumentaba su puesta en libertad. «Yo la necesito a ella y ella me necesita a mí. Si no, no habrá reparación posible. O por lo menos costará mucho mas», decía Majarenas, en referencia a su hija de tres años y herida de gravedad por su propio padre hace unas semanas en Valencia. Por auto de la Audiencia Nacional, Majarenas, condenada a 13 años por su pertenencia al «Comando Levante», podrá vivir a partir de ahora con la pequeña en una fundación que presta apoyo a presos necesitados cuando disfrutan de permisos y semilibertad.
Tras el tuit de Ana Díaz está el grito de las víctimas del terrorismo. Su hermano, Francisco Javier Delgado González-Navarro (los apellidos maternos) era policía nacional y tenía 28 años cuando, el 13 de diciembre de 1991, ETA lo asesinó con cinco tiros a bocajarro en su barrio de Barcelona, el que era su primer destino como agente.
En el atentado murió también su compañero, José Ángel Garrido, alumno en prácticas en la policía. Ambos fueron sorprendidos por dos pistoleros etarras cuando se encontraban en un taller, propietario de un amigo personal de Delgado, tras acudir a inspeccionar un vehículo mal inspeccionado en una esquina de la calle. En 2004, la Audiencia Nacional condenó al histórico etarra Urrusolo Sistiaga-500 años de cárcel de los que cumplió 19- y a Narváez Goñi por esos asesinatos.
A la madre de Francisco Javier, y de Ana, la esperaban en casa para darle la fatal noticia. Regresaba de un viaje y entonces, tiempos sin móviles, las noticias llegaban por el Telediario y tardaban horas en darse por confirmadas.
«Yo tenía 18 años. Es muy duro decirle a una madre que ETA ha matado a su hijo. El dolor no se puede calibrar, es algo que el tiempo no cura. Aprendes a vivir, pero nunca lo olvidas», cuenta Ana, que, como vicepresidenta de la AVT en Asturias, lucha por mantener viva la memoria de las víctimas. «A mi madre se le acabó la vida en ese momento», añade, «con los años aprendes a vivir, pero de otra manera».
Su indignación estalló en las redes al conocer el alegato de Majarenas. «Parece que los etarras tienen ahora más derechos que los de una persona normal. Entiendo que una hija necesita a su madre, pero no comparto que sea un argumento para excarcelarla. Mi madre también necesitaba a su hijo, y mi hermano a su madre, y ETA no lo tuvo en consideración. ¿Tanto quieres a tu hija? Pues se trata de empatizar con los sentimientos de las víctimas», reprocha.
La «normalización» de ETA
Se queja de que asistamos a un proceso en el que las víctimas se han convertido en un «arma arrojadiza», en manos de los partidos.
«Ni estamos manipulados ni pertenecemos a ningún partido político. Esto no es política. Y noticias como esta hacen que no puedas vivir en paz. Como ETA ya no mata, es como si ETA ya no existiese, y, por ende, ya no existen víctimas de ETA. Pero las víctimas seguimos existiendo, y los asesinos también siguen existiendo», asevera.
Se admite sorprendida por la repercusión de su mensaje en Twitter, aunque satisfecha, porque eso, dice, le sirve para comprobar que «hay una gran parte de la sociedad que sigue apoyando a las víctimas». «Pero tendrían que cambiar muchas cosas, para empezar, que se nos dé más voz, porque somos quienes hemos sufrido el terrorismo y también parte del mal llamado proceso de paz. En la memoria de España ha de quedar muy claro que ha habido una banda terrorista que se ha dedicado a matar».
Un proceso de desmemoria y «normalización» del que responsabiliza a los partidos y a una Justicia «profundamente injusta». «Una cosa es la legalidad y otra la Justicia, y deberían ir de la mano. A las víctimas del terrorismo solo nos quedaba eso y ya no lo tenemos», lamenta.
Es muy difícil hacer la vista gorda, dice, cuando a un etarra le pagan los estudios de la Sorbona, «cosa que yo no me he podido permitir» y eso le conlleva una reducción de pena, cuando una condena de 1.600 años se queda en año y seis meses por asesinato, cuando un etarra se arrepiente, veinte años después, y por eso sale de la cárcel…
Su indignación aumenta cuando se le pregunta por la «reparación» de la que habla Majarenas, y que defienden partidos como Podemos. «Es inconcebible. A mi hermano le pegaron cinco tiros por la espalda, ¿eso como lo reparas? ¿Y quién?. Cada uno vive con su conciencia. Me imagino que habrá gente de Podemos que no piense así, pero lo que transmiten es eso, claro. Aunque sigo pensando que en España hay más gente buena y se guía por el juego de la democracia y por la Constitución».
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