Lo intentaría si Rajoy fracasa

Sánchez se plantea una investidura con el apoyo de Podemos, ERC y PNV y la abstención de CDC y Bildu

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El candidato socialista a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez (Foto: Efe)

Después del fin de semana del Comité Federal todas las soluciones del POSE se han quedado en el aire. Nadie salió con una conciencia clara de lo que se debatió dentro de los salones de Ferraz, en los que los pasillos eran más interesantes que la sala principal, a pesar de que más de 40 dirigentes socialistas pidieron la palabra. El caso es que el discurso del secretario general, una vez más, fue leído en clave interna. Por él, para salvar su puesto, y por quienes lo escuchaban, ya fueran de su cuerda o de los que ansían un cambio de rumbo. Pedro Sánchez dijo que «no es no» para «ejercer la oposición», que es «lo que nos han mandado los ciudadanos». Pero nada dijo del escenario más evidente si el PSOE dice no: que Rajoy fracase. Y entonces, ¿qué pasa? Según ha sabido OKDIARIO de fuentes cercanas al líder socialista, éste se está planteando intentar ser presidente con los apoyos de Podemos, ERC y PNV y las abstenciones de CDC y Bildu.

Contra eso ni la suma del PP y Ciudadanos (169 escaños) podría hacer nada. Una apuesta muy arriesgada, sin duda. Y que se salta todas las líneas rojas que el Comité Federal de enero le impuso para las negociaciones. Entonces, los barones le impusieron a su secretario general que no negociara con el PP y que no tratara de llegar a la Moncloa con el apoyo «directo o indirecto» de los nacionalistas. Y esta vez, tras las segundas elecciones, una cosa no puede ser sin la otra.

La su ma es 170 síes contra 169 noes, y el resto abstenciones. ¿Cómo lograrlo? Éste es el plan:

La idea que está rondando la cabeza de Pedro Sánchez es la de recabar los apoyos de Unidos Podemos, con el que le une la sensibilidad de izquierdas –lo que el líder del PSOE llama «el Gobierno progresista»–. Un acercamiento que el pasado mes de marzo resultó imposible, a pesar de que las cuentas eran más fáciles.

Si lo que entonces llamó Pablo Iglesias hasta la insistencia «gobierno a la valenciana» reunía unas sumas que lo hacían de algún modo factible –eso sí, con algún apoyo «directo o indirecto» de los nacionalistas– pero Sánchez no lo exploró fue porque en realidad prefería aliarse con fuerzas moderadas, como Ciudadanos. Pero ésa era precisamente la línea roja de Iglesias. Y ahí se cortó un idilio que ni siquiera llegó a nacer.

La preferencia de Sánchez por Rivera tenía mucho que ver con la soberbia con la que se presentaba Pablo Iglesias, marcando la agenda, los tiempos y el discurso al que debía responder Sánchez. Y si ahora el líder del PSOE llama a su puerta tendrá dos obstáculos que antes no existían: el primero, que las cuentas son más difíciles que en marzo tras el 26J; y segundo, que Iglesias venderá muy caro su apoyo.

En todo caso, la dirección del PSOE tendría que lograr el ‘sí’ de dos partidos más. Uno, ERC, cuyos nueve diputados tendrían que apoyar la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno. No hay que olvidar que uno de los barones más afines al actual secretario general socialista es Miquel Iceta, quien ya en su momento inició «conversaciones discretas» con los secesionistas catalanes para sondear su abstención –entonces bastaba con eso– a cambio de impulsar un referéndum a la canadiense.

Precisamente, esa música ha vuelto a sonar en la sede del PSC, y se ha oído en el Comité Federal de este sábado para disgusto de dirigentes regionales como el presidente asturiano. Javier Fernández señaló a Iceta en la reunión y le preguntó «por qué tenemos que meternos de nuevo en este lío». El primer secretario de los socialistas catalanes reculó, pero la ponencia sobre la ‘ley de claridad’ sigue en pie para su discusión en el próximo congreso del PSC.

El tercer partido que debería apoyar a Sánchez sería el PNV. Sus cinco escaños completarían una suma de 170 ‘síes’ a favor del líder del PSOE y no es descabellado que los nacionalistas vascos vean con buenos ojos ese acercamiento. No en vano, el partido de Ortuzar afronta las elecciones autonómicas vascas el próximo otoño y hay dos cosas seguras: la primera, que no tendrá mayoría absoluta en el Parlamento vasco; la segunda, que es posible que ni siquiera gane las elecciones, pues Podemos ha sido la primera fuerza en el País Vasco el pasado 26J. Una alianza a nivel nacional con el PSOE redundaría en un apoyo socialista a Íñigo Urkullu en su investidura.

Las abstenciones

Es en el apartado de las abstenciones en donde más fino habrá de hilar Sánchez si de verdad quiere que su segundo intento no acabe como el primero, con dos votaciones de rechazo en el Palacio del Congreso. Para que las cuentas salgan hace falta que el nuevo partido de Artur Mas y Carles Puigdemont, el Partit Demòcrata Català –la antigua CDC–, opte por no pronunciarse ni a favor ni en contra.

Es una apuesta muy arriesgada la de lograr las ocho abstenciones de sus escaños porque, unida a recabar el sí de Esquerra, radicalizaría la posición del PSOE y precisaría de un compromiso de los nacionalistas para reconducir su desafío hacia un referéndum como el que plantea Miquel Iceta.

El segundo partido del que Sánchez debería esperar la abstención es de Bildu. Los dos diputados de la formación heredera de ETA son clave para que las cuentas salgan y Pedro Sánchez se pueda aupar a la Presidencia. Todo, claro, si los barones del PSOE se lo permiten, pues parece un cóctel de siglas y de posiciones políticas demasiado indigesto como para que lo acepten aquéllos que no tienen la necesidad clave que sí tiene el secretario general: salvar su puesto. Y eso, tras encadenar por dos veces consecutivas los peores resultados de la historia del partido sólo se logra llegando a la Moncloa.

Claro, que luego queda gobernar. El país y todas esas alianzas.

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