España

La República ya suspendió la autonomía de Cataluña siendo presidente Alcalá-Zamora

La historia se repite, esta vez transformada en farsa. El president Carles Puigdemont se mira en el espejo de Lluís Companys y sueña con salir al balcón de la Generalitat el próximo 3 de octubre para proclamar la República independiente de Cataluña.

En octubre de 1934, la intentona golpista de Companys no salió gratis. Al entonces presidente de la II República, Niceto Alcalá-Zamora, no le tembló el pulso a la hora de decretar el estado de guerra y suspender la autonomía de Cataluña. El entonces jefe de los Mossos d’EsquadraEnrique Pérez Farrás, anunció que sólo obedecería las órdenes de la Generalitat.

Los tiroteos registrados durante las apenas 11 horas que duró el simulacro de independencia catalana se saldaron con la muerte de 46 personas. Tanto Lluís Companys como los miembros de su Govern fueron encarcelados y condenados por el Tribunal de Garantías Constitucionales a 30 años de cárcel por un delito de rebelión.

El jefe de los Mossos, Enrique Pérez Farrás, fue condenado a muerte, si bien Alcalá-Zamora le conmutó la pena por cadena perpetua. Finalmente, todos ellos quedaron en libertad en 1936, al beneficiarse de una amnistía decretada por el Gobierno del Frente Popular.

Enfrentados por el Constitucional

El supuesto detonante de la revuelta catalana fue la sentencia del Tribunal de Garantías Constitucionales (el TC de la época) que derogó la Ley de Contratos de Cultivos aprobada por el Parlament. Pero había un motivo más simple: ni la izquierda ni los nacionalistas podían aceptar que la II República tuviera un Gobierno de derechas, formado por los radicales de Alejandro Lerroux y la CEDA de José María Gil-Robles.

A causa de las tensiones generadas con la Generalitat, Ricardo Samper dimitió como presidente del Gobierno y el cargo fue asumido por Lerroux el 4 de octubre. Pocas horas después, el PSOE, UGT y la CNT se echaron a la calle y declararon la revolución contra la República.

Pasadas las ocho de la tarde del 6 de octubre, Lluís Companys salió al balcón de la Generalitat para proclamar el Estado catalán, integrado en una hipotética República federal española. Pretendía modificar así, por la vía de los hechos, toda la estructura constitucional del país.

«¡Catalanes! Las fuerzas monárquicas y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República, han logrado su objetivo y han asaltado el poder», afirmó aludiendo al Gobierno formado por los radicales y la CEDA, que habían ganado legítimamente las elecciones.

Desde el balcón de la Generalitat

Companys hizo un llamamiento a «la obediencia absoluta al Gobierno de la Generalidad, que desde este momento rompe toda relación con las instituciones falseadas. En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña y proclama el Estado Catalán de la República Federal Española».

El jefe de los Mossos, Enrique Pérez Farrás, se negó a ponerse a las órdenes del capitán general de Cataluña, Domingo Batet, y anunció que sólo acataría órdenes de la Generalitat. Al tener conocimiento de estos hechos, el Gobierno de Lerroux decretó el estado de guerra en todo el país, que fue ratificado por el presidente Niceto Alcalá-Zamora.

El decreto aprobado aludía tanto a la situación en Asturias (donde resultó especialmente cruenta la revolución socialista) como a Cataluña, donde «el presidente de la Generalitat, con olvido de todos los deberes que le impone su cargo, su honor y su responsabilidad, se ha permitido proclamar el Estat Catalá. Ante esta situación, el Gobierno de la República ha tomado el acuerdo de proclamar el estado de guerra en todo el país».

El documento que reproducimos en esta página añadía: «Todos los españoles sentirán en el rostro el sonrojo de la locura que han cometido unos cuantos. El Gobierno les pide que no den asilo en su corazón a ningún sentimiento de odio contra pueblo alguno de nuestra Patria. El patriotismo de Cataluña sabrá imponerse allí mismo a la locura separatista y sabrá conservar las libertades que le ha reconocido la República bajo un Gobierno que sea leal a la Constitución».

Decreto por el que Alejandro Lerroux y el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, proclamaron el estado de guerra.

El golpe de Estado de Lluís Companys contra la República duró apenas unas horas. Al anochecer, un grupo de hombres armados atacó a una compañía de infantería en la Rambla de Santa Mónica y el Ejército respondió abriendo fuego.

Los Mossos capitaneados por Pérez Farrás ofrecieron alguna resistencia en el Ayuntamiento de Barcelona. A las seis de la mañana, Company se rendía ante el general Batet, que ordenó detener a todos los miembros de su gobierno. Entre los detenidos se encontraba también el diputado Josep Tarradellas, que luego sería presidente de la Generalitat en el exilio.

En cambio, uno de los principales instigadores de la rebelión, el conseller de Gobernación Josep Dencas (el Joaquim Forn de la época), logró huir por las alcantarillas. Los miembros del Govern fueron recluidos inicialmente en el buque Uruguay, en el puerto de Barcelona. Tras ser condenado a 30 años de cárcel por un delito de rebelión, Companys cumplió parte de su pena en la prisión del Puerto de Santa María (Cádiz), hasta que fue indultado por el Frente Popular.

Un militar para presidir la Generalitat

El Gobierno de la República suspendió la autonomía de Cataluña (el mecanismo que prevé ahora el artículo 155 de la Constitución) y designó a un militar, el coronel de Intendencia Francisco Jiménez Arenas, como presidente accidental de la Generalidad.

Lluís Companys es hoy una figura central de la mitología nacionalista, ya que tras la guerra civil fue sometido a un consejo de guerra, condenado a muerte y fusilado el 15 de octubre de 1940. Los nacionalistas olvidan recordar que, durante la guerra civil, Companys también firmó decenas de condenas a muerte por delitos de «traición a Cataluña», como se puede comprobar en los documentos depositados en el Archivo Nacional de Cataluña.

Una de las condenas a muerte que Lluís Companys firmó en marzo de 1938.

En cuanto al general Domingo Batet, que había sido el encargado de sofocar la rebelión en Barcelona, como militar fiel a la República fue fusilado por el bando nacional durante la Guerra Civil.