La profética carta de Tarradellas pronosticando el futuro totalitario de Cataluña hace 36 años
A tres días del referéndum separatista en Cataluña, cuando España se pregunta cómo hemos llegado hasta aquí, no está de más recordar que hubo un hombre que avistó antes que nadie la deriva rupturista y totalitaria del gobierno catalán. Lo hizo hace más de 36 años, cuando Jordi Pujol apenas llevaba apenas diez meses al frente de la Generalitat. Este hombre de juicio profético fue Josep Tarradellas (1899-1988), primer presidente de la Generalitat tras la restauración democrática.
El 16 de abril de 1981 La Vanguardia publicó una carta de Josep Tarradellas a su director que desenmascaró las intenciones de Jordi Pujol: «Ocultar el fracaso de toda una acción de Gobierno y de la falta de autoridad moral de sus responsables» mediante la utilización de «un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima».
Leer hoy la carta de Tarradellas no trae ecos del pasado, sino descripción nítida del rabioso presente: «Así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta el Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros, que les sabe mal y se arrepienten de haber reconocido nuestros derechos e incluso, hace unos días llegaron a afirmar que toda la campaña anticatalanista que se realiza va encaminada a expulsarlos de la vida política. Es decir, según ellos, se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien, hace ya diez meses que empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos».
Republicano y catalanista, presidente del gobierno catalán en el exilio durante el franquismo, Josep Tarradellas siempre defendió una política no separatista de respeto a los castellano-hablantes y colaboración con el resto de España. Después de proclamar desde el balcón de la recuperada Generalitat el simbólico “Ciutadans de Catalunya ¡ya sóc aquí!” ante una multitud conmovida, el president montó un gobierno en el que tuvieron cabida todas las sensibilidades políticas, desde los centristas a los comunistas.
En su carta, Tarradellas describe cómo desde el mismo momento de la toma de posesión de Pujol, éste se había dedicado a romper «los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno». Políticas que conllevarían a «la ruptura de la unidad de nuestro pueblo».
«La división cada día será más profunda, y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad»
Pujol, el culpable
Y revela por primera vez una anécdota simbólica para entender lo que Pujol pretendía desde el primer día y lo que terminaría consiguiendo después de tantos años en el poder. Pujol vetó a su predecesor concluir con un ‘Viva España’ su discurso de traspaso de poderes. «Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa por mi parte no fue aceptada. […] Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes».
Sus críticas a Pujol no terminaban ahí. «Hoy podemos afirmar que, debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado», aseguraba Tarradellas.
Releído 36 años después, el pronóstico del primer catalán que recibió el título de ‘honorable’ tras la dictadura de Franco no pudo ser más certero sobre lo que esperaba a España y Cataluña por las políticas nacionalistas que comenzaba a aplicar Pujol: «La división cada día será más profunda, y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves”.
El mismo error de 1934
Con todo, en los próximos días se verá si el pronóstico de Josep Tarradellas pudo quedarse corto en una cosa: «Ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle”. Creía que el gobierno catalán no llegaría al delirio fanático, al error histórico, en el que había incurrido en 1934: «Siempre recordaré que el 5 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fui a la Generalidad a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara lo que todo indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, la demagogia y la exaltación de un nacionalismo exacerbado pesó más que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo».
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