España
Instituciones penitenciarias

Interior no controla el Covid en Soto del Real: varios positivos, 80 confinados y un preso en la UCI

Desde el pasado 9 de agosto una de las prisiones de referencia de nuestro sistema penitenciario vuelve a poner en evidencia las brechas de seguridad sanitaria

OKDIARIO ha tenido acceso a los detalles de cómo se está gestionando la quinta ola en la prisión madrileña y los problemas que se están generando

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  • Alfonso Egea
  • Jefe de Investigación en OKDIARIO. Anteriormente fui responsable de la sección de Actualidad y Sucesos en Espejo Público, en Atresmedia. He publicado cuatro libros y actualmente colaboro en programas de televisión en Mediaset y en Telemadrid. Agradecido por tener el reconocimiento de la Policía Nacional de Madrid y la medalla al mérito de la Guardia Civil.

A priori la gestión de la pandemia en los lugares cerrados debería haber sido uno de los puntos fuertes de la estrategia sanitaria frente al Covid. Protocolos de aislamiento para la población reclusa, control sanitario del personal profesional que entra a las cárceles desde el exterior y las visitas que reciben los presos por parte de familiares, amigos y abogados deberían haber compuesto la piedra angular de la protección contra el virus en las cárceles. Sin embargo, las medidas adoptadas por el Ministerio del Interior y avaladas públicamente por el ministro Fernando Grande-Marlaska se están mostrando insuficientes. El último ejemplo se está cristalizando en la cárcel de Soto del Real, donde el virus ha provocado el aislamiento de decenas de presos y la evacuación de al menos uno de ellos a la UCI del hospital.

La quinta ola del Covid ha entrado de lleno en la cárcel de Soto del Real y lo ha hecho desde la semana del pasado 9 de agosto. En aquellos días la dirección de la prisión madrileña tuvo que confinar los módulos 1 y 2 ante la detección de los primeros positivos entre la población reclusa. En aquellos días se confirmaron hasta cinco casos positivos, pero según fuentes de la prisión la cifra habría aumentado con el paso de los días. De hecho, la situación en los primeros días de agosto se volvió muy complicada con el internamiento de un preso con Covid en la enfermería del centro y otro tuvo que ser trasladado a la UCI de un hospital madrileño. Ambos internos se encontraban ingresados en el módulo 1, por lo que 70 internos quedaron totalmente confinados. Esta cifra acabaría ascendiendo a 80.

Una vez más, un brote de Covid en la cárcel ha condicionado el día a día de todos los reclusos afectados. En el módulo 1, por ejemplo, tras la confirmación de los contagios, los internos podían salir de sus celdas, pero sólo para acudir a la sala del módulo. Nada de salir al patio, a hacer deporte y ni siquiera acudir a servicios religiosos. Sus contactos además se vieron de súbito reducidos a comunicaciones a través de locutorios, con un cristal de por medio, con sus abogados, educadores, trabajadores sociales o psicólogos. El módulo quedaba así vetado sólo a las entradas puntuales y absolutamente necesarias por parte de los funcionarios de la prisión, quienes, una vez más son los que se tienen que quedar a solas frente al riesgo, esta vez el de la pandemia.

Confinados en celdas y módulos

La operativa para minimizar este riesgo ha sido diseñada y puesta en marcha por los propios funcionarios, quienes decidieron que los presos se mantuvieran en sus celdas durante los momentos más críticos en los que han tenido que mantener contacto en el mismo ambiente internos y funcionarios. Los internos tienen sus bandejas de comida dentro de las celdas, frente a las que se colocaron sillas para respetar la distancia de seguridad. Ellos mismos limpian sus bandejas en la celda y los funcionarios reciben el apoyo de otros reclusos de confianza y con PCR negativa para entre todos atender instancias, solicitudes de llamadas y repartir el correo. La medicación se reparte en días alternos usando el ‘abrepoco’, un sistema que impide una apertura de la puerta de la celda de más de 10 centímetros.

Sin embargo y pese a la aparente colaboración y organización entre presos y personal penitenciario una cárcel es una cárcel y Soto del Real no es una excepción. Durante los últimos días ha habido un recluso PAIEM (Programa de Atención Integral a Enfermos Mentales) que se ha dedicado a gritar por las noches exigiendo salir de su celda y de su módulo. Ese es el problema de mezclar población reclusa con y sin trastornos mentales severos, que hay que marginar y favorecer para no generar actos violentos. La dirección de Soto del Real decidió sacar a este y al resto de PAIEM al patio para no generar problemas mayores. Sin embargo, esa solución cortoplacista podía provocar el malestar y descontento en el resto de los internos. Uno de esos presos sin trastornos mentales, diagnosticado positivo por Covid, fue de los que peor se tomó el confinamiento. Consciente de que había contraído el virus, se autolesionó y decidió tirar desde la ventana de su celda, que daba al patio, pedazos de papel manchados con su propia sangre.

Con el paso de los días la situación no ha mejorado en Soto del Real, pero se espera que los positivos pasen la enfermedad y poco a poco la normalidad regrese a la cárcel, pero es que es ahí donde algunas fuentes penitenciarias ven el problema, en la normalidad. Personal profesional externo, trabajadores, prestadores de servicio, repartidores, familiares, abogados, presos que vuelven de permiso. Todos ellos van a regresar antes o después a tener contacto con los internos de Soto del Real y si no se les hace pruebas diagnósticas a todos ellos antes de entrar es sólo cuestión de tiempo que vuelva a haber un brote.

Y si al menos el problema fuera local. En Gran Canaria se detectó hace unos días un brote de 77 contagios tras dar positivo un preso. En Alicante 97 internos acabaron confinados hace cosa de un mes. Teruel sufrió un brote que afectó al 70% de los presos. Está claro que la estrategia del Ministerio del Interior para frenar el Covid en las cárceles no está siendo muy útil.