España

Joaquim Forn, el «talibán» del independentismo que purgará a los Mossos

  • Agustín de Grado
  • Madrid
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

Joaquim Forn i Chiarello (Barcelona, 1964) es el nuevo consejero de Interior del gobierno secesionista de Cataluña. Se le considera un independentista de raza. Estudió en el Liceo Francés, nada de inmersión lingüística. Pero a los 25 años ya estaba con Oriol Pujol en “Acció Olímpica”, el grupo radical financiado por los Pujol que lanzó octavillas de “Freedom for Catalonia” al Rey en la inauguración del Estadio Olímpico en 1989.

Con 34 años era vicepresidente de la federación de CDC en Barcelona y “subdirector general del departamento de presidencia de la Generalitat”. Fue entonces cuando una información de La Vanguardia le incluyó entre los jóvenes «talibanes» de CiU. «Los dirigentes más veteranos de la formación nacionalista, sorprendidos con la facilidad con que estos jóvenes van ascendiendo, les han bautizado como los “talibanes”, por el fundamentalismo nacionalista del que hacen gala, como si fueran estudiantes afganos del Corán», se lee en el reportaje.

Los jóvenes talibanes de CDC

Forn lleva a gala su fanatismo nacionalista y su activismo callejero. Participó como concejal en la iniciativa de poner el nombre de una calle de Barcelona a Vincenç Albert Ballester, un activista al que la independencia de Cuba le pilló en la isla y decidió copiar lo que allí vio. La senyera no debía gustarle, así que le añadió una estrella cubana. Este es el origen de la estelada, la bandera que hoy enarbola el secesionismo catalán.

En el año 2000, Forn se rompió un brazo durante una protesta contra el desfile de las Fuerzas Armadas en Barcelona. Denunció que un agente de la Policía Nacional le había golpeado.

Han sido también varias las veces que Forn ha reivindicado el independentismo frente a la alcaldesa Colau, a la que reprocha que cuando viaja al extranjero se presente como regidora de una ciudad española.

Las primeras palabras de Forn como consejero de Interior han ido dirigidas a los Mossos d’Esquadra, con el objetivo de meterles presión: “Su papel será el que llevan a cabo ante cualquier elección para que se pueda desarrollar una jornada con toda la tranquilidad y que los ciudadanos puedan ir a votar con seguridad”.

Para acabar con los tibios

Joaquim Forn llega al ejecutivo de Puigdemont para acabar con la tibieza de su predecesor, Jordi Janet, un ‘moderado’, crítico con la declaración unilateral de independencia y de carácter conciliador, rasgos que le permitían entenderse con los ministros de Interior de Rajoy. Hasta el punto de que deja como legado las nuevas 500 plazas de Mossos para este año que ha arrancado al Ejecutivo central.

Albert Batle, jefe de los Mossos d’Esquadra, está en la diana de los independentistas porque defiende que su misión es cumplir la ley: «La Policía no puede hacer otra cosa»

Los gestores del golpe secesionista tienen reservado para el cuerpo policial un papel protagonista en la ruptura con España. Y en la diana del independentismo radical, y por tanto de Joaquim Forn, está desde hace tiempo Albert Batle, el director general de la policía catalana. Batle fue designado hace tres años por el consejero de Interior Ramón Espadaler, que dimitió en junio de 2015 por la deriva independentistas del gobierno de Artur Mas. El jefe de los Mossos está, por tanto, en fuera de juego político con la línea radical impuesta por la Generalitat. Se formó políticamente a la sombra de los alcaldes socialistas Pascual Maragall y Joan Clos y se le considera un hombre de orden, partidario de cumplir y hacer cumplir la ley. Todo lo contrario de lo que el Ejecutivo catalán necesita ahora: ejecutivos dispuestos a inmolarse por la causa.

Los Mossos y la legalidad vigente

Los independentistas comenzaron a darse cuenta de que Batle no era el hombre que se necesitaba para dirigir a los Mossos cuando, entre noviembre y diciembre del año pasado, detuvieron a siete miembros de la CUP, cinco de ellos acusados de quemar fotos del Rey. Los otros dos fueron la alcaldesa de Berga, Montse Venturós, y el concejal de Vic Joan Coma, acusado de sedición.

La gota que colmó el vaso fue una entrevista en TVE en la que el jefe de los Mossos afirmó que seguiría con «la legalidad vigente». Preguntado acerca de si daría la orden de detener a la presidenta del Parlament, Carmen Forcadell, entonces imputada por desobediencia al Tribunal Constitucional, Batlle recordó que los Mossos tienen la obligación de actuar cuando así se lo reclamen la Fiscalía o los jueces. «La policía debe hacer eso. No puede hacer otra cosa», concluyó.

Si Puigdemont ha entregado su gobierno a los radicales, y Joaquim Forn es uno de ellos, nadie duda de que la línea implacable con los tibios se trasladará a la dirección de los Mossos. Porque si no hay relevos, volverán las dudas al bloque independentista. Y si los hay, evidenciará que la dirección de los Mossos está lista para desobedecer cuando llegue el momento.