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El truco de los 3 días en los hoteles y que te va a cambiar la vida: el verano de tu vida

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Blanca Espada

Llega la temporada de vacaciones y, con ellas, esas ganas que todos tenemos de desconectar del mundo, aparcar las preocupaciones y dejarnos mimar en un hotel todo incluido. Es la opción favorita de quienes buscan descanso sin complicaciones, con la comodidad de tener comida, bebida y entretenimiento sin mirar la cartera. Pero, detrás de esta fórmula aparentemente perfecta, hay todo un entramado de estrategias diseñadas para que el hotel saque partido. De hecho existe una en concreto, que se conoce como el truco de los tres días de los hoteles, y que a continuación te contamos al detalle.

Ese truco de los tres días que aplican muchos hoteles, tiene que ver con algo que conocen bien ya que llevan años analizándolo: nuestro propio comportamiento en el buffet libre. Porque, aunque al principio nos sintamos reyes del libre, lo cierto es que al tercer día algo cambia en nosotros. Dejamos de lanzarnos a por el filete y preferimos una ensalada. ¿Por qué ocurre esto? ¿Y cómo puede beneficiarnos? Toma nota, porque te contamos todo sobre este truco, una estrategia silenciosa que muchos hoteles conocen al dedillo y que, si tú también la entiendes, puede marcar la diferencia entre unas vacaciones normales… y el verano de tu vida.

Qué es el truco de los tres días y por qué lo aplican los hoteles

Aunque suene a secreto de magia, el truco de los tres días se basa en algo muy sencillo: nuestros hábitos. Cuando llegamos al hotel, entusiasmados y con el apetito abierto por las vacaciones, solemos lanzarnos con ganas al buffet. Queremos probarlo todo, repetir lo que más nos gusta y sacarle el máximo rendimiento al todo incluido. Sin embargo, esa euforia no dura para siempre.

Los expertos han observado que, a partir del tercer día, nuestra actitud cambia. Nos sentimos más saciados, menos excitados por la novedad, y empezamos a comer y beber con más calma. Incluso muchas personas cambian el vino o la cerveza por agua o zumos. Este fenómeno es tan predecible que los hoteles lo tienen más que interiorizado. Saben que los primeros días son de derroche, pero que luego el consumo se regula casi solo.

Así, ese tercer día se convierte en un punto de inflexión que permite al hotel recuperar parte del coste que supone ofrecer tanta abundancia. Es una especie de equilibrio natural que funciona a la perfección si no te das cuenta. Pero si lo conoces, puedes usarlo a tu favor.

Cómo te engañan los buffets (y cómo evitar caer en la trampa)

Aunque no lo parezca, en un buffet libre nada está colocado al azar. Desde los primeros platos hasta el tamaño de los cubiertos, todo responde a una estrategia para hacer que comas más de lo que le conviene al hotel y menos de lo que realmente necesitas.

Lo más habitual es encontrarse con alimentos baratos (pan, arroz, ensaladas, pasta) justo al inicio del recorrido. Es lógico: si llenas el plato con eso, ya no queda espacio para las carnes, pescados o productos más caros. Además, los platos suelen ser más pequeños de lo habitual, lo que te hace servirte varias veces (y así caer en la tentación de repetir). Para redondear el truco, los cubiertos que te dan para servir la carne suelen ser pequeños o incómodos, mientras que los de los alimentos baratos son grandes y manejables.

También es común que los alimentos premium estén escondidos o se sirvan en cantidades muy limitadas. No es casualidad que no veas foie, trufa o marisco a simple vista. Hay que saber dónde mirar… o simplemente no los encuentras. Y todo esto se suma al hecho de que el buffet funciona en modo autoservicio: pocos camareros, menos personal y más rentabilidad para el hotel.

Cómo usar el truco a tu favor y disfrutar sin caer en excesos

Sabiendo todo esto, la clave para disfrutar del buffet sin sentirte engañado ni sobrealimentado es tener un poco de estrategia propia. Lo primero es controlar el entusiasmo del primer día. Sí, es difícil, pero no se trata de privarse de nada, sino de repartir el placer a lo largo de toda la estancia.

Empieza con raciones pequeñas, prueba lo justo y guarda el deseo de probarlo todo para el segundo día. Si viajas en grupo, compartid platos para tener una experiencia más variada sin acabar empachados. Y alterna los caprichos con comidas más ligeras: fruta fresca, ensaladas o pescado al vapor te ayudarán a mantener la energía sin sentirte pesado.

También es buena idea beber con mesura. Las bebidas alcohólicas incluidas pueden ser tentadoras, pero si abusas acabarás agotado y deshidratado. Alternarlas con agua o refrescos suaves no solo mejora tu bienestar, sino que te permitirá aprovechar mejor los días de vacaciones.

Y lo más importante: deja espacio para el tercer día. Es entonces cuando tu cuerpo empezará a pedirte una tregua, y si no te has excedido antes, seguirás disfrutando en vez de arrastrar fatiga. Es en ese punto cuando de verdad puedes empezar a saborear las vacaciones con equilibrio.

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